Le llaman post COVID, COVID prolongado, o COVID largo, y es el trastorno de larga duración que puede surgir tras desarrollar la infección aguda por el coronavirus. Le afecta a grandes y a niños. Hoy se estima que habría hasta 205 síntomas diferentes asociados al post COVID. Hoy hay investigadores que están llevando adelante ensayos clínicos para estudiar si los tratamientos para la fase aguda de la infección por el coronavirus también ayudan a prevenir las secuelas.
Uno de los investigadores es el urólogo y epidemiólogo clínico Kari Tikkinen, de la Universidad de Helsinki, en Finlandia. Desde el inicio de la pandemia, Tikkinen se lanzó a dirigir los ensayos clínicos de las terapias con COVID-19, y ahora espera saber más sobre si los tratamientos administrados durante la fase aguda de COVID-19 pueden reducir el riesgo de experimentar síntomas meses después.
Contar con tratamientos para controlar el COVID de larga duración “es una necesidad sanitaria urgente y apremiante en la que hay que empezar a centrarse”, afirmó la especialista en cuidados intensivos Charlotte Summers, de la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, en diálogo con la revista Nature.
El COVID de larga duración suele definirse como los síntomas de la infección que duran más de tres meses. Las personas que lo experimentan viven con una amplia gama de síntomas, que van desde los leves hasta los gravemente debilitantes. Los investigadores han propuesto una serie de causas para esta enfermedad: desde reservorios virales persistentes, pasando por la autoinmunidad, hasta pequeños coágulos de sangre. Muchos creen que la culpa es de una mezcla de estos factores.
Hasta ahora, se sabe que las vacunas son la mejor manera de prevenir el COVID de larga duración. Las vacunas reducen el riesgo de infección por el SARS-CoV-2, y podrían disminuir el riesgo de COVID prolongado después de una infección en alguien que ha sido vacunado.
Varios estudios han analizado esta cuestión: aunque han arrojado resultados divergentes, la tendencia general sugiere que la vacunación podría reducir el riesgo de COVID largo a aproximadamente la mitad entre quienes se infectan después de la vacunación.
Por ejemplo, un estudio que aún no ha sido revisado por pares descubrió que la vacunación redujo las probabilidades de desarrollar síntomas de COVID larga en aproximadamente un 41% en más de 3.000 participantes doblemente vacunados que posteriormente se infectaron con el coronavirus. Pero hay algunas personas vacunadas que se infectan. Si bien muchas de ellas no requieren hospitalización ni desarrollan cuadros graves, pueden sufrir el COVID de larga duración. Por eso, es importante seguir las medidas de prevención como el uso del barbijo, la ventilación, el distanciamiento y el lavado de manos.
Más allá de la vacunación, no está claro si algún tratamiento existente contra el COVID-19 tiene algún efecto sobre el riesgo de COVID de larga duración. En teoría, un fármaco que reduzca la gravedad de la enfermedad podría reducir la severidad de los síntomas a largo plazo. Pero el COVID de larga duración no siempre está asociado a una enfermedad aguda grave.
No obstante, algunos estudios tienen previsto analizar el impacto del tratamiento temprano con fármacos antivirales en COVID de larga duración. Un ensayo clínico ha estado probando los efectos del antiviral oral molnupiravir, desarrollado por el laboratorio MSD en Kenilworth, Nueva Jersey, y Ridgeback Biotherapeutics en Miami, Florida, sobre la gravedad del COVID-19.
Aunque no es el objetivo principal del estudio, los investigadores recopilarán datos de los participantes a los tres y seis meses del tratamiento. Esto podría determinar si el fármaco reduce el riesgo del COVID de larga duración. También hay dos ensayos con el antiviral Paxlovid, un medicamento desarrollado por la empresa Pfizer. Incluirán un seguimiento de los participantes a los seis meses.
En el caso del doctor Tikkinen y sus colegas esperan saber más sobre el impacto a largo plazo de los tratamientos recibidos por quienes fueron hospitalizados con COVID-19. Su equipo está realizando un seguimiento de los participantes en la rama de la Universidad de Helsinki del ensayo internacional de tratamiento de la COVID-19 de la Organización Mundial de la Salud, denominado SOLIDARITY.
En las próximas semanas, espera tener los resultados de un estudio de seguimiento de un año de los participantes que fueron hospitalizados con COVID-19 y tratados con el medicamento antiviral remdesivir. Su equipo también hará un seguimiento de los participantes en otros dos brazos del ensayo SOLIDARITY, uno que probó un fármaco inmunosupresor llamado infliximab y otro que probó imatinib, un medicamento que podría ayudar a reducir la inflamación de los vasos sanguíneos.
Pero, según advirtió Tikkinen, ninguno de esos estudios contaba con suficientes participantes para dar respuestas claras sobre el COVID prolongado. Su equipo tomó medidas extraordinarias para contactar con los participantes meses después de su tratamiento con remdesivir y animarles a rellenar una encuesta sobre sus síntomas. El equipo contrató a diseñadores gráficos para que las encuestas fueran más fáciles de rellenar, hizo traducir las preguntas a diez idiomas y se ofreció a entregar en mano el papeleo en los domicilios de los participantes.
El resultado fue un índice de respuesta del 95%, que según Tikkinen es inusualmente alto para este tipo de estudios a largo plazo. Pero como el estudio original sólo incluía a unas 350 personas, probablemente siga siendo demasiado pequeño para ofrecer una conclusión definitiva.
También en el Reino Unido, se está realizando un gran ensayo que se llama “HEAL-COVID”. Está probando dos fármacos dirigidos al sistema cardiovascular en personas que han sido hospitalizadas por COVID-19. Uno, llamado apixaban, es un anticoagulante. El otro, la atorvastatina, es un medicamento que reduce el colesterol y la inflamación de los vasos sanguíneos. El estudio investigará si alguno de los dos tratamientos reduce las hospitalizaciones y las muertes en el año posterior al alta hospitalaria.
Casi un tercio de las personas que reciben el alta tras el tratamiento de la COVID-19 vuelven a ingresar en los seis meses siguientes, y el 12% muere en los seis meses posteriores al alta inicial. “Y cuando analizamos qué es lo que más plausiblemente conduce a la muerte tras la hospitalización, probablemente fueron los efectos cardiopulmonares”, según la doctora Charlotte Summers, que dirige el estudio.
En la Universidad de Chicago, Estados Unidos, el neumólogo y médico de cuidados intensivos Ayodeji Adegunsoye ha observado un posible aumento de la acumulación de tejido cicatricial, denominado fibrosis, en los pulmones mucho después de la infección aguda en personas que fueron hospitalizadas con COVID-19 y necesitaron oxígeno suplementario. Ahora está probando un fármaco llamado sirolimus -un medicamento inmunosupresor que a veces se administra a los receptores de trasplantes de órganos- en esas personas, con la esperanza de que impida la migración de las células que promueven la fibrosis en el pulmón.
Por su naturaleza, los estudios de COVID larga requieren paciencia: una definición comúnmente aceptada de COVID larga es la persistencia de ciertos síntomas durante más de 12 semanas después de la infección aguda. El inmunólogo inmunólogo Danny Altmann del Colegio Imperial de Londres consideró que es optimista en cuanto a que este año se produzcan avances. Pero sugirió que no hay que dar demasiada importancia a los ensayos pequeños que podrían no dar resultados estadísticamente significativos. “Hay mucha presión. Hay una necesidad increíblemente apremiante y desesperada: todos sentimos esa ansiedad”, reconoció.
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