Después de más de un mes de casos a la baja a nivel global, los nuevos contagios de COVID-19 comenzaron a aumentar en todo el mundo la semana pasada. Con bloqueos fuertes en Asia y aumentos exponenciales en Europa, para la Organización Mundial de la Salud (OMS) la causa es “una combinación de factores, incluida la variante Ómicron altamente transmisible y la subvariante BA.2, sumado al levantamiento de las medidas sociales y de salud pública”.
En este contexto, y de cara al inicio de la temporada invernal en el hemisferio sur, las farmacéuticas Pfizer/Biontech y Moderna ya solicitaron a la FDA norteamericana la autorización del uso de emergencia de una cuarta dosis de su vacuna de ARNm frente a la COVID-19 (segunda de refuerzo o de recuerdo), frente a un posible aumento de casos y “a la posibilidad de otra ola de la pandemia”.
En algunos países, como el caso de España, se aprobó la aplicación de una cuarta dosis de la vacuna contra la COVID-19 pero exclusivamente para las personas inmunodeprimidas y a los cinco meses de recibir la última dosis.
El debate no se hizo esperar, más teniendo en cuenta lo que sucede en Argentina donde falta aún mucha gente sin darse la tercera dosis. Según el Monitor Público de Vacunación, son 15.493.064 las personas que tienen la dosis de refuerzo en Argentina.
El destacado infectólogo Hugo Pizzi (M.N. 54.101) consideró que la implementación de una cuarta dosis debe ser inminente. “Son varios los países los que están aplicando la cuarta dosis y hay dos cosas a tener en cuenta: estamos en un periodo de transición, donde corresponde seguir con los cuidados y vamos a entrar en una climatología no favorable para las enfermedades respiratorias”, explicó.
En la Argentina, “las únicas personas que recibirían una cuarta dosis son aquellos que por indicación recibieron dosis adicional en noviembre o en diciembre”, según había precisado la semana pasada a Infobae el subsecretario de Estrategias Sanitarias del Ministerio de Salud de la Nación y responsable del plan de vacunación, Juan Manuel Castelli.
Se trata de las personas inmunocomprometidas, ya sea a causa de una enfermedad o que se encuentran bajo un tratamiento inmunosupresor. Además, pasados los cuatro meses de la dosis adicional, también recibirán cuarta dosis en el país las personas de 50 años o mayores que habían recibido un esquema primario de vacuna a virus inactivado, como la desarrollada por Sinopharm.
Asimismo, la cartera sanitaria nacional habilitó la semana pasada la cuarta dosis de las vacunas contra el COVID-19 para las personas que hayan recibido la Sputnik V, y deban viajar a países que no la aceptan, quienes podrán aplicarse alguno de los inoculantes habilitados por la OMS.
Ahora bien, sobre la idoneidad o no de extender esta segunda dosis de refuerzo a toda la población, desde la Asociación Española de Vacunología su cofundador, pediatra, y experto en vacunas, el doctor José Antonio Navarro Alonso, ve “difícil” responder a esta pregunta porque, según aseguró, “todo dependerá de la vigilancia epidemiológica y virológica en las próximas semanas”.
Según consideró en una entrevista con Infosalus, “desde el punto de vista de los anticuerpos parece que el pico de ellos tras la cuarta dosis es similar a los alcanzados tras la tercera, lo que indica que la máxima inmunogenicidad se alcanzaría tras la tercera dosis”.
En la misma línea, el presidente de la Sociedad Española de Inmunología (SEI), Marcos López, compartió la necesidad de la administración de una cuarta dosis contra el COVID-19, “sólo en sujetos muy vulnerables”, y se mostró partidario de emplear preferentemente otro tipo de vacunas en el caso de que estén disponibles, es decir, usar en este caso otras que no estén basadas en la proteína S del SARS-CoV-2, en la que se basan las vacunas actuales, y hacerlo en otras que afecten a otras partes del citado coronavirus.
“Es cierto que en algún sujeto muy vulnerable puede ser útil una cuarta dosis pero también disponemos de herramientas terapéuticas como los antivirales o los anticuerpos monoclonales”, destacó.
Consultado por Infobae, el médico infectólogo Eduardo López (MN 37586), para comenzar, aclaró que “los únicos datos sobre cuarta dosis de los que se dispone corresponden a los estudios que hizo Israel con la vacuna de ARNm de Pfizer”. “En ese país se vio que fue útil dar una segunda dosis de refuerzo (o sea, cuatro en total) porque les hizo caer es el número de casos”, refirió el especialista, para quien “frente a la variante Ómicron se requiere inexorablemente de tres dosis, con lo cual discutir la necesidad de una cuarta cuando en la Argentina un gran porcentaje de la población aún no recibieron la tercera es es complejo”.
Es que según los últimos datos disponibles en el Monitor Público de Vacunación, el registro online del Ministerio de Salud que muestra en tiempo real el operativo de inmunización en todo el territorio argentino, de las 36.838.041 personas que completaron su esquema inicial de dos dosis (cabe aclarar que aún hay 3.730.045 que no recibieron la segunda dosis) 18.520.752 recibió la tercera, y casi la misma cantidad (18.317.289) recibieron su segunda dosis hace más de cinco meses y aún sigue sin refuerzo.
“La cuarta dosis es un refuerzo de la tercera, y lo que se vio en Israel es que la cantidad de anticuerpos no sube mucho más, pero sí aumenta la eficacia de la vacuna y la gente se enferma menos”, destacó López, quien señaló que “algunos países están dando una cuarta dosis en poblaciones determinadas, como personas inmunosuprimidas, mayores de 70 años y personal de salud”.
En la misma línea, el médico infectólogo y miembro de la Comisión de Vacunas de la Sociedad Argentina de Infectología (Sadi) Francisco Nacinovich (75.823), aportó que “la aplicación de una cuarta dosis es materia de debate aun”. “Creo que algunas poblaciones se beneficiarían, y además de los inmunocomprometidos y los mayores de 50 años que recibieron su esquemas inicial con Sinopharm, me parece que, teniendo en cuenta el tiempo en que se hayan dado la tercera dosis, si han tenido COVID o no, un grupo que consideraría para darle una cuarta dosis es a los mayores de 60 años y al personal de la salud”, consideró el especialista a este medio, quien hizo hincapié en que “no la aplicaría en forma generalizada a todo el mundo”.
En opinión de la catedrática de Inmunología África González, y expresidenta de la Sociedad Española de Inmunología, “una segunda dosis de recuerdo podría estar indicada para algunas personas mayores, que viven en residencias, o están inmunodeprimidas”. “Por ahora es pronto para decirlo, si como se ha estado viendo, la vacuna no previene de contagios, no tendría sentido darla para la población general porque incluso personas con tres dosis se han infectado, y en este sentido también Israel fue lo que comentó: no tiene sentido darla para todas las personas”, agregó la experta.
Para la epidemióloga Elena Vanessa Martínez, presidenta de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), la necesidad de aplicar una segunda dosis de recuerdo podría estar indicada en las personas vulnerables. “Sería algo a pensar pero siempre basado en que se demuestre que estas personas se infectan más porque la protección de la vacuna ha bajado con el tiempo. Si no baja con el tiempo no sería necesario, pero deberían analizarlo los expertos”, insistió.
El catedrático de Inmunología español Alfredo Corell fue más allá, y se pronunció acerca de que, a su entender, “no hubiera sido necesaria la tercera dosis de la vacuna frente al COVID-19 de modo masivo, y sólo lo era para aquellas personas con defensas bajas por distintos tratamientos”. “Y por tanto con menos motivo es necesaria la cuarta”, remarcó.
En ese sentido, su recomendación sobre extenderla también a la población general es que antes de ponerla se mida “al menos nivel de anticuerpos en sangre” en cada persona, y si tienen suficiente se les exima de esta cuarta dosis porque, según consideró, “una inyección reiterada de un mismo producto en tan poco tiempo puede a la larga ser perjudicial y no beneficiosa”.
Volviendo al caso Israel, según López, “lo que se vio es que si se dan tres dosis probablemente las formas leves de la enfermedad no se evitan pero sí la hospitalización, mientras que con una cuarta dosis se previenen inclusive los casos leves”.
“El problema que tenemos con todas las vacunas disponibles es que nos falta saber cuánto dura la inmunidad -destacó el infectólogo-. En general se considera que dura de seis a ocho meses, aunque algunos autores consideran que inmunidad celular es mayor y dura al menos un año”.
Para él, en la Argentina “se debe priorizar ese casi 50% al que le falta la tercera dosis”, ya que “si bien los contagios están bajando es posible que aparezca un rebrote de cara al invierno”.
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