Con 14.000.000 de kilómetros cuadrados, la Antártida es el cuarto continente más grande después de Asia, América y África. Además de su hielo que la cubre en un 98%, existe el hielo marino que la rodea y sirve para aumentar su superficie.
Pero la extensión del hielo marino antártico registró la superficie de hielo más baja en el registro iniciado en 1979 y que contabiliza 44 años. Científicos comprobaron que el hielo marino en la Antártida ha alcanzado el 21 de febrero su extensión más reducida desde que se iniciaron las mediciones por satélite. La superficie helada alrededor del continente de la Antártida es inferior al récord establecido anteriormente, en marzo de 2017, de 2,1 millones de kilómetros cuadrados y ha caído a 1,966 millones de kilómetros cuadrados.
Los datos fueron publicados por el Centro Nacional de Datos de Hielo Marino de la Universidad de Boulder (Colorado, EE.UU.), que observaron que nunca hasta ahora esta extensión helada había sido tan reducida. Ellos esperan que a partir de ahora, al acabar el verano austral, el hielo se irá recuperando, sobre todo a partir de la segunda semana de marzo (al entrar en el otoño austral).
El informe apunta que “existe una pronunciada variabilidad a escala decenal en las condiciones oceánicas y atmosféricas que influyen en el hielo marino antártico. Queda por ver si las condiciones de poco hielo de los últimos años representan un nuevo cambio a escala decenal”.
Muchos científicos y ONG afirman que el colapso climático es evidente en la región, con algunas partes de la Antártida calentándose más rápido que en cualquier otro lugar del planeta. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) ratificó que en febrero de 2020 se alcanzó un nuevo récord de temperatura máxima puntual para el continente antártico de +18,3 grados Celsius. El casquete polar de la Antártida está perdiendo masa tres veces más rápido ahora que en la década de 1990 y está contribuyendo al aumento global del nivel del mar, según datos satelitales aportados por la NASA.
Juan Manuel Lirio geólogo del Instituto Antártico Argentino explicó a Infobae que la reducción del hielo es notoria en la Antártida en las últimas décadas. “Tengo 62 años, y hace 30 años que voy a la Antártida a hace ciencia. Yo estudio lagos del norte de la península antártica, muy cercanos a las bases antárticas argentinas y vemos allí como los glaciares están retrocediendo y se forman cada vez más lagos, en cantidad y superficie”, explicó Lirio.
“Desde 1985 se han duplicado la cantidad de lagos en la Antártida, producto del retroceso de los glaciares. Lo preocupante es que la Antártida es el mayor espejo blanco de superficie que tiene la Tierra y sirve para rechazar la luz solar y evitar el calentamiento global. Es la principal ´heladera´ que tiene el planeta. Cuando el hielo marino que rodea al continente se derrite, esa superficie blanca que rechazaba el calor, ahora se transforma en azul, que es el agua, que lo atrae”.
Otro de los efectos notorios que observa Lirio en la Antártida, además de la reducción del hielo marino, es el desprendimiento de témpanos, como las barreras de Larsen. “Cuantos más desprendimientos de tempanos hay, más hielo marino se forma, pero con el calentamiento se van reduciendo esos hielos y no se vuelve a unir al continente”, apuntó el experto.
Igualmente, Lirio advirtió que desde la geología, los cambios dinámicos del hielo antártico y también ártico, se tienen que tomar desde una perspectiva más amplia y tomando registros de miles de años. “Hay estudios internacionales que realizan excavaciones en el hielo antártico, llamados testigos. El último testigo de hielo tiene 800.000 años, y nos enseña como varió la temperatura en ese período. Tenés registros de burbujas que se forman a partir de los copos de nieve caídos. Gotas de atmósfera que sirven para estudiar la distribución de los gases, la temperatura y la relación de los gases atmosféricos de cada período”, indicó el experto.
“Cada 100.000 años tenemos glaciaciones. Cuando hay glaciación en el mundo la mayor parte del hielo se va para el norte. Se duplica el hielo en el hemisferio norte, que equivale a dos continentes antárticos. Los cambios son bruscos. Hace 23.000 años había eso en el hemisferio norte, con un pico de la cantidad de hielo. De esa gran glaciación, la gran cantidad de hielo que quedó fue Groenlandia. Hoy el Ártico se está derritiendo más rápidamente que la Antártida”.
“El espesor del hielo marino de las regiones costeras del Ártico podría estar reduciéndose dos veces más rápido de lo que se pensaba”, alertó en junio último la Agencia Espacial Europea (ESA) en un comunicado sobre los resultados del análisis de datos de los satélites CryoSat y Envisat. “La disminución del hielo en la Tierra es, sin duda, una de las mayores víctimas del cambio climático. Sin embargo, calcular la cantidad de hielo que estamos perdiendo es un reto”, destacó la ESA en la nota.
Desde los récords históricos de superficie helada mínima récord de 2017, la extensión de los hielos marinos ha arrojado estos años una ligera tendencia positiva respecto a la media de las mediciones que se vienen haciendo desde 1979 (aunque no es estadísticamente significativa).
“Los modelos climáticos que simulan la respuesta a las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por el hombre sugieren que el hielo marino antártico debería estar disminuyendo. Por eso, hay una aparente contradicción entre las observaciones y los modelos. Una posibilidad es que la variabilidad natural sea más alta de lo que indican los modelos y que la variabilidad natural aún pueda dominar las tendencias del hielo marino antártico”, señala la valoración del referido centro al analizar los datos de los últimos años.
Adrián Silva Busso, doctor en geología e investigador especializado en Hidrogeología del Instituto Nacional de Agua (INA) advirtió a Infobae que si bien la reducción de hielo, tanto en la Antártida como en el Ártico es una realidad se trata de una época de menor englaciamiento que está viviendo el planeta.
“Hay que estudiar la forma en que se cuantifica qué efecto podría tener esto en un escenario de variabilidad climática, que analiza otros factores que no son inherentes a la variabilidad atmosférica y se diferencian del cambio climático. El retroceso de hielo puede influir por la variabilidad climática (ciclos naturales como las glaciaciones) y el cambio climático. ¿La dinámica atmosférica es determinante? Todavía no lo podemos saber”, afirmó Silva Busso que admitió que la cuestión antrópica siempre entra en discusión para saber qué magnitud e impacto tienen los seres humanos en el clima terrestre.
“Muchos afirman que lo que estamos observando hoy, tranquilamente sucedió hace miles de años atrás. Desde el pleistoceno, que no vemos grandes cambios geológicos. Y que el nivel del mar está subiendo en forma permanente desde hace 24.000 años. Los datos científicos que indican que los últimos 8 años fueron los más calurosos jamás registrados. Pero ocho años calurosos, o el récord de menos hielo en 44 años, vistos en el contexto del holoceno, hace 12.000 años no significan nada. Geológicamente no me indica ningún cambio”, concluyó el especialista en suelos congelados y profesor del Departamento de Geología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN) de la UBA.
Por otro lado hay voces que alertan del calentamiento global que sufre el planeta y atribuyen la culpa solamente al hombre: “Es aterrador presenciar cómo se derrite este océano. Las consecuencias de estos cambios se extienden a todo el planeta, afectando las redes alimentarias marinas de todo el mundo. A la vez, en 2020, vimos que el Ártico alcanzaba su segunda extensión de hielo marino más baja registrada, ahora necesitamos una red global de santuarios oceánicos viendo la crisis que está ocurriendo en ambos polos”, sostuvo desde la Antártida Laura Meller, responsable de Océanos de Greenpeace a bordo del Arctic Sunrise. “Cada ser humano en la Tierra depende de unos océanos saludables para sobrevivir; esta es una clara advertencia de que debemos protegerlos para siempre”, reclamó.
En 2020 Greenpeace descubrió en la Antártida que las colonias de pingüinos barbijo en la isla Elefante se habían desplomado, y algunas de ellas habían disminuido en el número de individuos, hasta en un 77% en los últimos 50 años.
En febrero de este año, la nueva expedición de Greenpeace en la Antártida confirmó que los pingüinos papúa o juanito (Pygoscelis papua) se están reproduciendo más al sur como consecuencia de la crisis climática. Se trataría del registro más meridional de pingüinos juanito reproductores en el lado oriental de la Península Antártica. La entidad relevó que “unos océanos sanos son clave para reducir los impactos de la emergencia climática, ya que ayudan a mantener el carbono almacenado de manera segura fuera de la atmósfera y de las emisiones globales”.
La comunidad científica alertó que proteger al menos el 30% de los océanos con una red de santuarios es clave para permitir que los ecosistemas marinos desarrollen resiliencia para resistir mejor los rápidos cambios climáticos.
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