¿Qué hace que algunas personas tengan la infección por coronavirus sin síntomas, mientras que otras contraen el virus y desarrollan cuadros graves? A más de dos años de la pandemia por el virus SARS-CoV-2, la investigación científica continúa su camino para encontrar respuestas más precisas. Un estudio realizado en España aportó algunas claves para entender las diferencias en la progresión de la infección en algunos pacientes, especialmente entre niños y adultos.
El equipo de investigación comparó la respuesta a la infección en adultos y niños, con diversos grados de severidad, con la idea de determinar patrones de las proteínas citocinas para que se pueda predecir mejor la evolución clínica de cada paciente y poder personalizar los tratamientos en el futuro. Han comprobado que niveles bajos del gen que codifica para la proteína CIITA y altos niveles del SOC1 son indicativos de los casos más graves de COVID-19.
En los adultos, el espectro de manifestaciones clínicas va desde los casos asintomáticos o leves hasta la neumonía grave con síndrome respiratorio agudo y la muerte. Concretamente, la tasa de mortalidad en los pacientes hospitalizados ronda el 20% al 25%, señaló el equipo de investigadores liderados por Laia Alsina y Iolanda Jordan, del Hospital Sant Joan de Déu, que depende de la Universidad de Barcelona, en España. Publicaron el estudio en la revista iScience de la editorial Elsevier.
Muchos investigadores se esfuerzan antes por detectar factores de riesgo o biomarcadores que permitan identificar con antelación a los pacientes más vulnerables a desarrollar cuadros graves. Por un lado, se ha informado de que algunos factores de riesgo, como ser varón, la edad avanzada, la hipertensión, la obesidad y la diabetes, están asociados a una mayor gravedad de la enfermedad. Por esta razón, se han desarrollado algunas puntuaciones de riesgo que incluyen estos factores clínicos, con el fin de ayudar a estratificar a los pacientes lo antes posible.
Por otro lado, también se han descrito factores inmunológicos implicados en el curso crítico de la enfermedad, como los relacionados con la regulación del interferón (IFN). El interferón es una sustancia natural que ayuda al sistema inmunitario del cuerpo a combatir infecciones y otras enfermedades. Los glóbulos blancos y otras células del cuerpo elaboran interferones.
Por ejemplo, la presencia de autoanticuerpos contra el interferón supone el bloqueo de su actividad y, por tanto, de su capacidad para controlar la infección por el coronavirus. Además, los errores genéticos innatos de los genes relacionados con el interferón podrían ser también perjudiciales para el adecuado control de la enfermedad COVID-19, señalaron los investigadores españoles en el trabajo.
En los niños, hasta hoy, la enfermedad parece ser más leve, con síntomas similares a los de otras infecciones respiratorias virales. Tienen una tasa de mortalidad de alrededor del 0% al 0,2% y es importante que se vacunen contra el COVID-19. Se han propuesto algunas razones para explicar que la enfermedad sea más leve en los niños. En primer lugar, los niveles más altos de anticuerpos de neutralización cruzada, los niveles más bajos de receptores ACE-2 en el epitelio nasal y las células B y T inmaduras podrían ser responsables de una respuesta menos específica pero más inmediata. Además, una mayor respuesta de las células T reguladoras y una menor producción de las proteínas IL-6 y TNF-alfa podrían limitar la respuesta inflamatoria.
Cuando se adquiere el coronavirus, se activa la respuesta del interferón (IFN). Cuando esa respuesta es insuficiente o se retrasa, podría dar lugar a una sobreproducción de citoquinas y al COVID-19 grave. Y los científicos se propusieron comparar cuáles son los patrones de citocinas e interferón en niños y adultos con diferente gravedad de la enfermedad COVID-19. Hicieron un estudio prospectivo y observacional que incluía a 84 pacientes.
Encontraron que los pacientes con enfermedad moderada o grave tenían valores de citocinas más elevados que los pacientes con enfermedad leve. Se seleccionaron dos genes de interferón para construir un árbol de decisión para la clasificación de la gravedad: SOCS1 (representativo del resto de genes IFN) y CIITA (correlación inversa). Los valores bajos de CIITA y los valores altos de SOCS1 indicaban una enfermedad grave. Este método clasificó correctamente a 33/38 (86,8%) de los niños y a 27/34 (79,4%) de los adultos.
En conclusión, los pacientes con enfermedad grave tenían un patrón de citoquinas elevado, que se correlacionaba con la respuesta al IFN, con valores bajos de CIITA y altos de SOCS1. Se encontró que los niños producen más interferón de tipo 1, que es una proteína que los protege más contra infecciones virales.
Los investigadores consideran que los niños se infectan y se contagian también el coronavirus. Pero el sistema inmune tiene diferencias con los adultos. Las células infectadas por el coronavirus secretan interferones, y generan una activación de las defensas. Como se produce una reacción inmunitaria más potente, los niños desarrollan más casos leves que los adultos.
Revelaron también que los valores bajos de expresión del gen que codifica para la proteína CIITA se relacionaron con una enfermedad más grave y un peor pronóstico. El gen CIITA forma parte de la respuesta inmunitaria estimulada por el interferón y desempeña un papel en la respuesta antiviral, así como en la presentación de antígenos. Puede inhibir las catepsinas, redirigiendo el virus hacia una vía de degradación en los cuerpos multivesiculares.
“Como reduce la transcripción, el ensamblaje y la liberación del virus, el gen CIITA desempeña un papel protector. Esto podría explicar por qué los pacientes de esta cohorte con valores de CIITA más bajos tenían una enfermedad más grave”, escribieron los científicos.
Además, comentaron que si bien es cierto que ya existen algunos biomarcadores y puntuaciones de riesgo que podrían ayudar a detectar pacientes con alto riesgo de desarrollar COVID-19 grave, el nuevo trabajo aporta una valiosa información, ya que arroja luz sobre la fisiopatología de la enfermedad.
“La comprensión de los factores inmunitarios e inflamatorios implicados en el coronavirus podría ayudar a encontrar otros enfoques y tratamientos. En concreto, el gen CIITA podría ser una herramienta de diagnóstico, pero incluso podría ser un objetivo en futuras investigaciones; dado que parece un factor protector, aumentar su actividad podría ser útil para luchar contra la enfermedad. Sin embargo, se trata de datos preliminares, por lo que estos resultados deben confirmarse en estudios posteriores”, afirmaron.
En resumen, afirmaron, hay diferentes biomarcadores que podrían ser útiles para estratificar a los pacientes con COVID-19 en grupos de riesgo. En primer lugar, está el recuento de linfocitos, ya que la linfopenia está relacionada con la gravedad de la enfermedad. En segundo lugar, una respuesta elevada de las citoquinas, incluida la IL-6, también puede ser un indicador de enfermedad grave, lo que significa que debe considerarse un tratamiento antiinflamatorio como el tocilizumab.
Por último, “la respuesta del interferón parece ser extremadamente importante en el manejo de la infección relacionada con el coronavirus. Según los resultados de este estudio, la vía del interferón varía en función de la gravedad de la enfermedad. Los valores bajos de CITTA parecen estar relacionados con una COVID-19 más grave”.
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