Más del 55% de la humanidad ya tiene el esquema primario completo de vacunas contra el COVID-19. El 15% tiene también una tercera dosis como refuerzo o como adicional. En ese contexto de avance de la vacunación para controlar la pandemia por el coronavirus, un equipo de científicos de Israel investigó cuál es la protección que otorgan la aplicación de las dosis si las personas si ya han adquirido la infección en el pasado.
La investigación se presentará en el Congreso Europeo de Microbiología Clínica y Enfermedades Infecciosas de este año (ECCMID 2022) que será en Lisboa, Portugal, en abril próximo. Demuestra que con el paso del tiempo el número de anticuerpos contra el coronavirus disminuye tanto en los pacientes previamente infectados como en los vacunados.
Pero el rendimiento de los anticuerpos sólo mejora si las personas habían tenido antes la infección previa. Esa diferencia podría explicar por qué los pacientes previamente infectados parecen estar mejor protegidos contra una nueva infección que los que sólo han sido vacunados, según los científicos.
El estudio fue realizado por la doctora Carmit Cohen, del Centro Médico Sheba de Ramat Gan, en Israel, y sus colegas. Descubrieron también que, en contra de lo esperado, los pacientes previamente infectados y con obesidad tenían una respuesta inmunitaria mayor y más sostenida que los pacientes con sobrepeso y con un peso normal.
Si bien la protección contra la reinfección dura mucho tiempo en los pacientes recuperados del COVID-19, las infecciones en personas ya vacunadas son cada vez más frecuentes seis meses después de la vacunación. En el estudio los autores analizaron la respuesta inmunitaria inducida por anticuerpos en individuos recuperados del COVID-19 pero no vacunados durante un año y la compararon con los que habían recibido dos dosis de la vacuna de las empresas Pfizer y BioNTech (pero sin infección previa) durante ocho meses.
El estudio reclutó a individuos previamente infectados-no vacunados y doblemente vacunados-nunca infectados desde el 25 de marzo de 2020 hasta el 25 de noviembre de 2020, y se cerró en abril de 2021, justo antes de que la variante Delta llegara a Israel.
Los infectados previamente en este estudio habían sido infectados por las variantes original y Alfa (y algunos casos de Beta) del coronavirus, aunque no se sabe qué variante para cada paciente, ya que el laboratorio sólo obtuvo la capacidad de secuenciar las variantes mucho después de que comenzara el estudio.
Los investigadores realizaron un seguimiento de 130 pacientes diagnosticados con COVID-19 por medio de la prueba de PCR. Esos pacientes no habían sido vacunados y permanecieron sin vacunar durante el estudio. Ninguno de estos pacientes se reinfectó durante el período de estudio. Se recogieron datos sobre los síntomas agudos (durante la infección e inmediatamente después) así como a largo plazo (después de 6 semanas).
Compararon los anticuerpos IgG y neutralizantes contra la proteína de la Espiga de esos 130 pacientes recuperados con 402 individuos emparejados por edad e índice de masa corporal (IMC) que habían sido vacunados dos veces con la vacuna de Pfizer/BioNTech pero que nunca habían tenido COVID-19.
Estos pacientes doblemente vacunados tampoco se infectaron a lo largo del período de estudio. Sin embargo, en ese momento (el segundo trimestre de 2021) habían empezado a surgir evidencias en Israel de que los trabajadores sanitarios doblemente vacunados y nunca infectados se estaban contagiando el coronavirus en torno a los seis meses después de su segunda dosis, mientras que los individuos previamente infectados que no se habían vacunado no se reinfectaban. El objetivo de este estudio fue explorar el motivo.
Se comparó el índice de avidez (expresado simplemente como la calidad del rendimiento de los anticuerpos) al mes y a los seis meses para subgrupos compuestos por 16 personas que se habían recuperado de COVID-19 y otros 22 individuos nunca infectados que habían sido vacunados por partida doble. En el caso de los pacientes recuperados, también se recogieron cuestionarios relativos a los síntomas que incluían la COVID prolongada.
Los investigadores descubrieron que las cifras de anticuerpos un mes después de la vacunación eran superiores a las de los pacientes recuperados de COVID-19. Sin embargo, estas cifras también disminuyeron de forma más pronunciada en el grupo vacunado. El índice de la calidad del rendimiento de los anticuerpos fue mayor en los individuos vacunados que en los pacientes recuperados inicialmente.
Sin embargo, hasta los seis meses la avidez no cambió significativamente en los individuos vacunados, mientras que aumentó gradualmente en los pacientes recuperados de la infección y los protegió potencialmente de la reinfección.
Curiosamente, y en contra de lo esperado, el nivel de anticuerpos en los pacientes recuperados con un índice de masa corporal de 30 o superior (en el rango de obesidad) fue mayor en todos los puntos temporales en comparación con los que tenían un IMC inferior a 30 (rango de peso normal a sobrepeso), lo que sugiere que las personas con obesidad que habían sido infectadas previamente estaban mejor protegidas contra la futura infección que las que tenían sobrepeso o peso normal y habían sido infectadas previamente.
De todos los pacientes recuperados, 42 (36%) experimentaron síntomas prolongados de COVID, incluyendo manifestaciones de salud mental (5%), neurológicas (9%), cardiovasculares (5%) y respiratorias (31%).
Los autores concluyen: “Mientras que el número de anticuerpos disminuye con el tiempo tanto en los pacientes recuperados de COVID-19 (pero nunca vacunados) como en los individuos vacunados (pero nunca infectados), la calidad de los anticuerpos aumenta tras la infección pero no tras la vacunación”.
Además, señalaron que “las personas con obesidad tienen una respuesta inmunitaria inducida por anticuerpos significativamente mayor y sostenida tras la infección. Estos resultados proporcionan características específicas de la respuesta inmunitaria que pueden explicar la protección diferencial contra el COVID-19 en individuos previamente infectados en comparación con los que sólo se han vacunado”.
Días atrás, también se difundió una investigación de laboratorio de la Universidad de Ciencias y Salud de Oregon en los Estados Unidos que se enfocó en estudiar qué pasaba en el sistema inmune de las personas cuando una persona se contagia después de haberse vacunado y cuando alguien se infecta el coronavirus y luego accede a la vacunación.
Los científicos publicaron la investigación en la revista Science Inmunology de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia. Encontraron que tanto la infección después de la vacunación o -al revés- la infección natural después de la vacunación- producen niveles aproximadamente iguales de protección inmunitaria reforzada.
Consultada por Infobae, la doctora Daniela Hozbor, investigadora del Instituto de Bioquímica y Biología Molecular, dependiente del Departamento de Ciencias Biológicas de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata y el CONICET, comentó sobre el estudio publicado por los científicos de los Estados Unidos: “Al tener la infección por el coronavirus, se genera inmunidad. Al sumarse la vacunación, hay una muy buena respuesta inmunológica. O también ocurre al revés si la persona estaba vacunada y luego se contagia. Los resultados del estudio sirven para otros estudios científicos como por ejemplo para diseño de nuevas vacunas”.
La científica argentina Daniela Hozbor, que ha publicado trabajos sobre la COVID-19 y participa en el desarrollo de una vacuna nacional, advirtió: “Hay que tener en cuenta que los resultados de la investigación no significan que haya que ir a buscar el virus para tener una mayor respuesta inmunológica. Porque la infección nos puede llevar a enfermedad y su impacto en cada uno de nosotros puede variar. Sabemos que la enfermedad puede ser grave. No es claro el impacto del daño que puede causar la infección en cada persona aunque sea una persona sin enfermedades previas o joven”.
También la doctora Hozbor mencionó que “claramente no hay que ir a buscar la infección por la enfermedad que puede desencadenar y por las posibles secuelas que nos puede dejar, que se llama COVID persistente o largo”.
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