Hace un año, el gobierno del Reino Unido dio luz verde para un controvertido ensayo clínico en personas sanas. Los voluntarios iban a ser infectados deliberadamente con el coronavirus para que los investigadores científicos pudieran aprender más sobre la infección y probar nuevas vacunas y tratamientos en el futuro. Esta semana a través de un estudio que aún espera revisión de pares, se conocieron los resultados del estudio.
Los científicos encontraron que la exposición a una sola gota nasal es suficiente para infectarse con el coronavirus. También se descubrió que las personas suelen desarrollar los síntomas muy rápidamente -en un plazo medio de dos días al exponerse al virus- y son más infecciosas a los cinco días de la infección. El estudio se llevó a cabo con una variante del virus anterior a la aparición de las variantes Alfa, Delta y Ómicron.
El Programa de Reto Humano, que llevó a cabo el estudio, es una asociación entre el Imperial College de Londres, el Grupo de Trabajo de Vacunas y el Departamento de Salud y Asistencia Social (DHSC), hVIVO (parte de Open Orphan) y el Royal Free London NHS Foundation Trust.
El profesor Christopher Chiu, del Imperial College de Londres, fue el líder de la investigación. “Nuestro estudio revela algunas ideas clínicas muy interesantes, sobre todo en torno al corto período de incubación del virus, la altísima excreción viral por la nariz, así como la utilidad de las pruebas de flujo lateral, con posibles implicaciones para la salud pública”, aclaró.
Los resultados fueron publicados en el servidor de preimpresión de Springer Nature. El estudio se hizo con 36 participantes sanos y jóvenes que no habían tenido la infección al virus ni habían recibido las vacunas. Los voluntarios fueron controlados en una unidad especializada del hospital Royal Free de Londres y no experimentaron síntomas graves.
A través de la investigación, se descubrió que la infección aparece primero en la garganta y que el virus infeccioso alcanza su punto máximo a los cinco días de la infección. Es el momento en el que la nariz tiene una carga viral mucho mayor que la garganta de la persona afectada. El estudio tiene una limitación: no evaluó la vía de transmisión del coronavirus a través de los aerosoles que son partículas muy pequeñas que las personas pueden emitir al exhalar. Solo se evaluó el impacto de las gotas a las que se expusieron los participantes.
Entre otros resultados, el trabajo sugirió que los test rápidos para el COVID-19 son un indicador fiable de la presencia del virus infeccioso. El hisopado de la nariz y la garganta hace más probable la detección de infecciones durante los primeros días. Aunque en el primer o segundo día los test rápidos pueden ser menos sensibles, si se utilizan correctamente y de forma repetida, y se actúa si dan positivo, tendrán un gran impacto en la interrupción de la propagación viral, según el doctor Chiu.
El profesor Sir Jonathan Van-Tam, subdirector médico de Inglaterra, dijo: “Desde el punto de vista científico, estos estudios ofrecen una ventaja real, ya que siempre se conoce con exactitud el momento de la exposición al virus, por lo que pueden describirse con precisión aspectos como el intervalo entre la exposición y el perfil de excreción del virus. Este importante estudio ha proporcionado más datos clave sobre el Covid-19 y su propagación, lo que resulta muy valioso para conocer mejor este nuevo virus, de modo que podamos afinar nuestra respuesta”.
El estudio colaborativo es el primero en el mundo que realiza un seguimiento detallado a lo largo de todo el curso de COVID-19, desde el momento en que una persona se encuentra por primera vez con el SARS-CoV-2, a lo largo de la infección hasta el momento en que el virus es aparentemente eliminado.
Según Chiu, el estudio demostró que la infección experimental no dio lugar a síntomas graves en los participantes adultos jóvenes sanos. Esa situación sentaría las bases para futuros estudios para probar nuevas vacunas y medicamentos contra el COVID-19.
“Se cree que las personas de este grupo de edad son los principales impulsores de la pandemia y estos estudios, que son representativos de una infección leve, permiten investigar en detalle los factores responsables de la infección y la propagación de la pandemia”, aclaró.
En el ensayo, participaron 36 voluntarios sanos, hombres y mujeres, de entre 18 y 30 años. Recibieron una dosis baja del virus -introducida mediante gotas por la nariz- y luego fueron vigilados cuidadosamente por el personal clínico en un entorno controlado durante un periodo de dos semanas.
De acuerdo con el profesor Sir Jonathan Van-Tam, subdirector Médico de Inglaterra, 18 de los voluntarios se infectaron, y 16 de ellos desarrollaron síntomas leves a moderados, incluyendo congestión o secreción nasal, estornudos y dolor de garganta. Algunos experimentaron dolores de cabeza, dolores musculares y articulares, cansancio y fiebre. Ninguno desarrolló síntomas graves. Dos participantes fueron excluidos del análisis final tras desarrollar anticuerpos entre el test inicial y la inoculación del virus.
Trece voluntarios infectados declararon haber perdido temporalmente el sentido del olfato (anosmia). Volvieron a la normalidad en 90 días en todos los participantes menos en tres; el resto sigue mostrando una mejora después de tres meses. No se observaron cambios en los pulmones ni ningún acontecimiento adverso grave en ningún participante. Todos los participantes serán sometidos a un seguimiento durante 12 meses después de abandonar el centro clínico para vigilar cualquier posible efecto a largo plazo.
Estudios anteriores con infecciones
Infectar con el coronavirus aún es controvertido. Pero es cierto que hubo experiencias similares en el pasado con beneficios para el control de las enfermedades. En 1774, un granjero inglés Benjamin Jesty fue el primer vacunador en la historia de la humanidad. Creía que las personas que ordeñaban las vacas adquirían el virus de la viruela bovina y quedaban protegidas contra la enfermedad. Con ese supuesto, le administró a su esposa y a sus dos hijos el virus extraído de lesiones de la ubre de una vaca infectada. Su intención era proteger a su familia contra la viruela que amenazaba la salud de la población.
Veinticinco años más tarde, el médico inglés Edward Jenner realizó un experimento más sistematizado por el cual administró una vacuna con virus bovino en un niño de 8 años, llamado James Phipps. Jenner luego probó la eficacia de esa vacuna al exponer deliberadamente al niño, sin tener su consentimiento. Repitió el experimento en otros niños, incluyendo a su propio hijo, y llegó a la conclusión de que la vacunación les había otorgado inmunidad para la viruela sin riesgos. Tanto el experimento de Jetsy como los trabajos de Jenner -quien es considerado hoy el padre de la inmunología a nivel mundial- son antecedentes de los ahora llamados “estudios de exposición con seres humanos” o “estudios controlados de infección humana”.
Los estudios de exposición se han utilizado para el control de viruela, la fiebre amarilla y la malaria, que cambiaron el curso de la salud pública mundial. A raíz de la pandemia por el coronavirus, la Organización Mundial de la Salud formó un grupo de trabajo para evaluar cuáles debían ser los criterios de aceptabilidad de estos ensayos que pueden tener beneficios en una emergencia, pero no están exentos de riesgos.
En la revisión que hicieron los expertos, informaron que durante los últimos 50 años se han hecho estudios de exposición de manera segura con decenas de miles de voluntarios adultos, con su consentimiento, bajo la supervisión de comités de ética de la investigación. Recientemente esos estudios han ayudado, por ejemplo, a acelerar el desarrollo de vacunas contra la fiebre tifoidea y el cólera, y a determinar los correlatos de la protección inmunitaria contra la gripe.
Tras un debate entre los expertos, la OMS difundió el 6 de mayo de 2020 las pautas de aceptabilidad de los ensayos de exposición para limitar al mínimo los riesgos que implica la infección y no erosionar aún más la confianza ensayos clínicos y vacunas a nivel global.
Las investigaciones -recomendaron en un documento público- deben ceñirse a estándares particularmente rigurosos en los casos en que: los estudios consistan en la exposición de participantes sanos a riesgos relativamente altos; los estudios impliquen intervenciones que se realicen por primera vez con seres humanos (incluida la exposición) o presenten un alto grado de incertidumbre (por ejemplo, acerca de la infección, la enfermedad y las secuelas), o la confianza del público en la investigación sea especialmente importante, como ocurre durante emergencias de salud pública.
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