A la extensa sintomatología del COVID-19 que ya conocíamos se une un nuevo efecto secundario, la costocondritis. Se trata de una dolorosa inflamación del cartílago que une las costillas al esternón y que provoca un dolor agudo y punzante, generalmente en la parte izquierda de esta parte del cuerpo.
Según explica el hospital pediátrico Johns Hopkins, adscrito a la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, en su web, este síntoma del coronavirus es una de las causas más frecuentes de dolor de pecho también en niños y adolescentes, y acecha más a las mujeres que a los varones.
Esta afección suele asociarse a una lesión en las costillas o el esternón, una tensión o sobercarga provocada por haber levantado objetos pesados o hacer un ejercicio agotador y también, como ocurriría en el caso del COVID-19, a la tos recurrente que se tiene con la enfermedad del coronavirus.
Los principales síntomas descritos de la costocondritis son el dolor y las molestias en el pecho. Los expertos también indican que se suele notar un dolor agudo en el lado izquierdo del esternón, pero también es posible sentirlo a ambos lados del pecho. “El dolor propio de la costocondritis se suele experimentar en un área reducida del pecho y se nota como si viniera directamente del lugar donde el esternón se une a las costillas”, detallan desde el hospital pediátrico.
Por regla general, esta afección es inofensiva y suele desaparecer por sí sola (ya sea en semanas o meses). Según la Clínica Mayo, a veces este dolor viene acompañado por una hinchazón denominada síndrome de Tietze. La causa exacta de este síndrome es aún desconocida, aunque se ha asociado con infecciones de las vías respiratorias, traumatismos torácicos costales o, simplemente, con aumentos de presión torácica mantenidos en el tiempo o repetidos en la zona.
Según la revista Clinical and Experimental Rheumatology, la única manera de diagnosticar el síndrome de Tietze, una enfermedad dolorosa del cartílago costal, es usar rayos X, tomografía computarizada (TC), resonancia magnética (RM), y medicina nuclear en combinación como la única forma de diagnosticar efectivamente la enfermedad.
El síndrome de Tietze puede parecer un infarto, coágulos sanguíneos pulmonares, o estrés psicológico. Y ahora también es un nuevo síntoma de la pandemia.
“Un ataque al corazón rara vez es la causa del dolor de pecho en los jóvenes. Aún así, es útil saber en qué se diferencia el dolor de la costocondritis del dolor de un ataque al corazón. El dolor de un ataque cardíaco suele ser más generalizado y se siente en otras partes del cuerpo, como los brazos y el cuello. También se siente como si viniera de debajo del esternón. Mientras tanto, el dolor de la costocondritis generalmente se siente solo en un área pequeña del tórax”, resaltan especialistas del Johns Hopkins All Children’s Hospital en su página web.
Además del coronavirus, la costocondritis puede estar causada por un golpe en el pecho, levantar cosas pesadas, ejercicios intensos, tener una tos fuerte y continuada. Pero también puede ser una consecuencia de la artritis, así como la artrosis, la artritis reumatoide o la espondiloartritis anquilosante. O incluso por una infección por algún virus, bacteria u hongo (como la tuberculosis, la sífilis y la aspergilosis).
El síntoma del COVID-19 del que apenas se habla no tiene ningún tratamiento asociado, por lo que es recomendable descansar y no realizar grandes esfuerzos. El calor ayudará a aliviar la sensación de presión y algunos médicos pueden llegar a recetar antidepresivos, tranquilizantes o antiinflamatorios.
La pandemia del coronavirus continúa causando una morbilidad y mortalidad considerables en todo el mundo a dos años de su aparición en China. Hasta ahora, el principal énfasis de la investigación médica estuvo concentrado en las complicaciones respiratorias agudas, especialmente en pacientes críticamente enfermos, ya que la mayoría de los pacientes internados en una Unidad de Terapia Intensiva (UTI) refería problemas en sus pulmones.
Sin embargo, cada vez son más los reportes médicos que advierten cómo el SARS-CoV-2 afecta y hasta desarrolla problemas cardiovasculares en las personas, especialmente en aquellas que han sufrido la enfermedad en forma moderada o grave.
“La infección por COVID-19 genera una afectación a distintos niveles en el organismo humano. Lo que hemos visto y aprendido en casi dos años de pandemia, es que la tormenta de citoquinas que genera el cuerpo frente al virus afecta principalmente a los pulmones. Hay una afectación del desarrollo de tormentas de citoquinas, que son mecanismos de defensas que generan un fenómeno inflamatorio y llevan a complicaciones del cuadro respiratorio y a la neumonía bilateral. Pero también esta reacción compromete en varios casos la parte cardiovascular, con trombos en la parte venosa y arterial, en los que se han observado complicaciones agudas, como cuadros de trombosis, inflamación del miocardio, miocarditis, pericardio, arritmias complejas y severas”, explicó a Infobae el doctor Pablo Corral, docente de farmacología de la carrera de medicina de la Universidad FASTA de Mar del Plata y miembro del grupo científico Estudios Clínicos Latinoamericanos (ECLA).
“Cuando el virus termina de hacer su afecto, en el tiempo hemos visto que aparecen complicaciones a las 12 semanas o 3 meses que científicamente se ha catalogado como enfermedad long COVID o COVID prolongado. Posteriormente a esos 3 meses, habría un fenómeno residual inflamatorio, que podría generar eventos cardiovasculares en el futuro de ese paciente. Fundamentalmente se observa en personas que pasaron por un COVID moderado o severo. Este fenómeno inflamatorio tendría un factor preponderante a nivel cardiovascular para desarrollar esas manifestaciones clínicas”, agregó el experto.
Según Corral, “tener COVID-19 severo suma un factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares. Implica la necesidad de realizar más controles clínicos y especialmente cardiológicos en forma regular. Es clave controlar los factores de riesgo que podemos modificar, como alimentarse en forma sana, realizar ejercicio, no fumar, no tomar alcohol, tener una buena dieta, bajar el consumo de sal, entre otras medidas recomendadas. El tratamiento no varía de lo que se hace habitualmente en personas con factores de riesgo cardiovasculares.”
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