Antes de que la pandemia por el coronavirus golpeara a la humanidad, había más de mil millones de personas con las 20 enfermedades más desatendidas del planeta. Se habían organizado metas para mejorar su control y su tratamiento para dentro del año 2030, pero su alcance podría ser afectado por la atención que capturó la crisis por la pandemia del coronavirus. Existe el riesgo de que algunas de las infecciones vuelvan a aumentar en su incidencia en los próximos años, según advirtieron expertos de la OMS y otras organizaciones de diversos países en diálogo con Infobae.
Hoy es el Día Mundial de las Enfermedades Desatendidas. Son causadas por virus, parásitos, hongos o bacterias. En la lista se incluye a la enfermedad de Chagas, la úlcera de Buruli, el dengue, la fiebre Chikunguña, la dracunculosis, la equinococosis, la trematodiasis de transmisión alimentaria, la enfermedad del sueño, la leishmaniasis, y la lepra (que también hoy es el día internacional dedicado a concientizar sobre el estigma aún sufren las personas afectadas con ese trastorno).
También se encuentran la filariasis linfática, el micetoma y otras micosis profundas, la oncocercosis, la rabia, la sarna y otras ectoparasitosis, la esquistosomiasis, la helmintiasis transmitidas por el suelo, el envenenamiento por mordedura de serpiente, teniasis/cisticercosis, tracoma y pian.
Según un relevamiento que hizo la Organización Mundial de la Salud, hubo 4 problemas principales que se generaron por el avance de la pandemia, ya que implicó restricciones en la movilidad en las ciudades, mayor ocupación de camas en los hospitales, reasignación de presupuestos, entre otros cambios. Uno de los problemas fue la suspensión de intervenciones masivas de tratamiento, la búsqueda activa de casos y otras actividades comunitarias.
El segundo problema es que se produjeron retrasos en los diagnósticos, los tratamientos, la prevención de discapacidades por los problemas vinculados con la atención en los centros de salud y los hospitales. El tercero fue que se interrumpieron actividades de vigilancia y encuestas poblacionales. El cuarto problema fue que hubo demoras en la producción, distribución y entrega de medicamentos contra las enfermedades desatendidas.
“La interrupción o los retrasos en las intervenciones por el COVID-19 llevarían a un resurgimiento de las enfermedades tropicales desatendidas o a un retraso en la consecución de los objetivos e hitos de la hoja de ruta”, dijo a Infobae el doctor Gautam Biswas, del Departamento de Control de las Enfermedades tropicales desatendidas de OMS.
La modelización de las enfermedades indica -agregó el doctor Biswas- que afectará sobre todo a la esquistosomiasis, el tracoma y la leishmaniasis visceral, especialmente en entornos de alta transmisión. “Esas enfermedades pueden requerir estrategias correctivas. En el caso de las enfermedades como la esquistosomiasis y el tracoma, se necesitan rondas adicionales y aplicación más frecuente de quimioterapia preventiva/administración masiva de fármacos (por ejemplo, tratamiento bianual para el tracoma), la ampliación de la población objetivo (por ejemplo, el tratamiento de adultos para la esquistosomiasis cuando sólo se trata de niños), o logro de una mayor cobertura de la población”, afirmó.
También para afrontar los problemas actuales -según Biswas- se necesita “utilizar combinaciones de medicamentos más eficaces por ejemplo en el caso de la filariasis linfática”. En el caso de enfermedades como la leishmaniasis visceral, la detección de casos es fundamental. “El principal objetivo será reanudar la vigilancia activa y pasiva lo antes posible -señaló el experto- Sin embargo, estas medidas correctoras podrían ser difíciles desde el punto de vista operativo y requerirán recursos mejores y adicionales”.
En el continente americano, el tracoma -que es una infección por una bacteria que puede dañar la córnea de los ojos- es un problema de salud pública en Brasil, Colombia, Guatemala y Perú, y se estima que hasta 5 millones de personas viven en áreas en las que se necesitan intervenciones para la eliminación. La Leishamiasis visceral es transmitida a través de la picadura de un insecto muy pequeño (un flebótomo que se suele llamar torito, plumilla o carachai): casi 68.000 nuevos casos de leishmaniasis visceral se registraron entre 2001 y 2020 en 13 países de América.
En general, sostuvo el experto de OMS, “es esencial que las autoridades sanitarias mantengan las actividades relacionadas con las enfermedades desatendidas en medio de la pandemia, e incluyan su diagnóstico, tratamiento y atención en los paquetes sanitarios esenciales. De este modo, no sólo se atenderán las necesidades más inmediatas de los afectados sino que también se evitará la pérdida de cualquier progreso realizado en la última década hacia la eliminación y erradicación de las enfermedades desatendidas”.
Durante la década anterior a la pandemia, se habían producido algunos avances con diferentes enfermedades desatendidas. En comparación con 2010, casi 500 millones de personas dejaron de correr el riesgo de padecer enfermedades o discapacidades causadas por las enfermedades desatendidas y 43 países habían eliminado al menos a una de ellas dentro de sus territorios. Más de mil millones de personas recibieron tratamiento para al menos una enfermedad desatendida desde 2015 hasta 2019.
Pero la pandemia del coronavirus interfirió. En diálogo con Infobae la científica argentina Pilar Fernández, investigadora de la Escuela de Salud Global Paul Allen de la Universidad del Estado de Washington, “es muy probable que se sufra un retroceso en el control de las enfermedades desatendidas. Históricamente ya estas enfermedades quedaban rezagadas frente a las prioridades de los sistemas de salud en la asignación de recursos”.
Una de las dificultades -según la doctora Fernández- es el control de esas enfermedades se basa en la detección activa de nuevos casos, el rociado contra las infestaciones de insectos como requiere la enfermedad de Chagas, el descacharrado en el caso del dengue para eliminar criaderos de mosquitos o la administración de drogas en el caso de la helmintiasis. Esta última enfermedad es una infección parasitaria en las que una parte del cuerpo está infestada de gusanos, como las lombrices intestinales, las solitarias o los gusanos redondos.
“Por la pandemia, muchas de esas actividades fueron interrumpidas en los países por el desarrollo de la pandemia”, advirtió la doctora Fernández. Si no hay un control sostenible como el de los insectos que transmiten el parásito que causa la enfermedad de Chagas, es muy probable que la transmisión de las enfermedades pueda volver a aumentar. “También la pandemia afectó la situación socioeconómica de muchas personas y ese impacto podría ponerlas en mayor riesgo de que sufran algunas de las infecciones más desatendidas”, agregó.
En tanto, para Andrea Marchiol, gerente de projectos de acceso para Chagas en América Latina de la Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Desatendidas (DNDi), “la pandemia implicó la interrupción de programas específicos que muchos países tienen para abordar enfermedades como Chagas, aunque hay diferentes niveles de impacto según los países”.
En cuanto a Chagas específicamente, hay entre 6 y 7 millones de personas infectadas por el parásito en el mundo, pero solo menos del 10% estaría diagnosticada. La OMS se había fijado un plan para eliminar la enfermedad de Chagas como un problema de salud pública en el año 2030. Ya no es solo una enfermedad rural sino que hay afectados que viven en las grandes ciudades. “La interrupción en las acciones de control y el tamizaje para hacer test tempranamente podría alterar el logro de la meta para 2030″, afirmó Marchiol en diálogo con Infobae.
Durante la pandemia por el coronavirus generalmente se han dado más consejos a nivel individual como el uso del barbijo, el distanciamiento o la ventilación cruzada. Pero la doctora Fernández señaló que la crisis por el COVID-19 “es una oportunidad para pensar a las enfermedades con una mirada más comunitaria. Más allá de la solidaridad y la empatía, hay que pensar cómo impacta que estas personas estén afectadas y sigan en la trampa de la pobreza. Las enfermedades desatendidas producen una carga que afecta la calidad de vida de los afectados y a veces les impide trabajar. Por eso se dice que este tipo de enfermedades son una trampa de la pobreza”.
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