Mientras avanzan en la mayoría de los países las campañas para prevenir la infección por SARS-CoV-2 como principal estrategia para dar fin a la pandemia de COVID-19 que va camino a cumplir dos años, preocupa a las autoridades sanitarias que una proporción sustancial de la población tiene la intención de rechazar la vacunación.
Estimada internacionalmente en aproximadamente el 20%, aunque las razones de la vacilación de la vacunación son diversas y complejas, las preocupaciones sobre los posibles eventos adversos de las vacunas COVID-19 parecen ser un factor importante.
Según una encuesta mundial de enero de 2021, el 47% de los encuestados estaba preocupado por los efectos adversos de una vacuna contra el COVID-19. Sin embargo, en 2019, antes de la pandemia de COVID-19, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya había afirmado que la reticencia a la vacunación era una amenaza para la salud mundial, por lo que contrarrestar las motivaciones subyacentes de la reticencia a la vacunación es crucial para superar esta crisis mundial.
Ahora, una reciente revisión de estudios arrojó que el efecto nocebo, una versión negativa del efecto placebo, es el responsable de más de dos tercios de los eventos adversos atribuidos a la vacuna para el COVID-19.
Científicos del Centro Médico Beth Israel Deaconess en los EEUU analizaron los datos de 12 ensayos clínicos de vacunas contra el COVID y descubrieron que el efecto nocebo representó alrededor del 76% de todas las reacciones adversas comunes después de la primera dosis y casi el 52% después de la segunda dosis.
Los hallazgos, que fueron publicados en la revista Jama Network Open, sugieren que una proporción sustancial de los efectos secundarios más leves, como dolores de cabeza, fatiga a corto plazo y dolor en el brazo, no son producidos por los componentes de la vacuna, sino por otros factores que se cree que generan la respuesta nocebo, incluida la ansiedad, la expectativa y atribuir erróneamente varias dolencias a haber recibido el pinchazo.
El efecto placebo es un conocido fenómeno que mejora la salud física o mental de una persona después de tomar un tratamiento sin beneficio terapéutico farmacológico, por ejemplo, una pastilla de azúcar o una jeringa llena de solución salina. Si bien los fundamentos biológicos, psicológicos y genéticos exactos del efecto placebo no se comprenden bien, algunas teorías apuntan a las expectativas como la causa principal, mientras que otras argumentan que los factores no conscientes integrados en la relación médico-paciente reducen automáticamente el volumen de los síntomas.
Pero en ocasiones, el efecto placebo también puede causar daño: es el efecto nocebo, que ocurre cuando una persona experimenta efectos secundarios desagradables después de tomar un tratamiento sin efectos farmacológicos. Es decir, esa misma pastilla de azúcar que causa náuseas, o esa jeringa llena de solución salina que produce fatiga.
Julia W. Haas es la autora principal del trabajo y destacó que “los eventos adversos después del tratamiento con placebo son comunes en los ensayos controlados aleatorios”, y sumó: “Recopilar la evidencia sistemática con respecto a estas respuestas nocebo en los ensayos de vacunas es importante para la vacunación contra el COVID-19 en todo el mundo, especialmente porque se informa que la preocupación por los efectos secundarios es una razón para no vacunarse”.
Los 12 ensayos clínicos analizados incluyeron informes de efectos adversos de 22.578 receptores de placebo y 22.802 receptores de vacunas. Después de la primera inyección, más del 35% de los que recibieron el placebo experimentaron eventos adversos sistémicos (síntomas que afectan a todo el cuerpo, como fiebre), siendo el dolor de cabeza y la fatiga los más comunes con un 19,6% y un 16,7%, respectivamente. El 16% de los que recibieron placebo informaron al menos un evento local, como dolor en el lugar de la inyección, enrojecimiento o hinchazón.
En comparación, después de la primera inyección, el 46% de los que recibieron la vacuna experimentaron al menos un evento adverso sistémico y dos tercios de ellos informaron al menos un evento local. Si bien este grupo recibió un tratamiento farmacológicamente activo, al menos algunos de sus eventos adversos son atribuibles al efecto placebo, o en este caso, nocebo, dado que muchos de estos efectos también ocurrieron en el grupo placebo.
El análisis sugirió que el nocebo representó el 76% de todos los eventos adversos en el grupo de la vacuna y casi una cuarta parte de todos los efectos locales informados.
Después de la segunda dosis, los eventos adversos entre el grupo de placebo se redujeron al 32%, que informó eventos sistémicos, y al 12%, que informó efectos locales. En contraste, los participantes que recibieron la vacuna reportaron más efectos secundarios, con un 61% reportando eventos adversos sistémicos y un 73% reportando eventos adversos locales.
Los investigadores calcularon que el nocebo representó casi el 52% de los efectos secundarios informados después de la segunda dosis. Si bien no se puede confirmar la razón de esta disminución relativa de los efectos nocebo, los investigadores creen que la mayor tasa de eventos adversos en el grupo de la vacuna la primera vez puede haber llevado a los participantes a anticipar más la segunda vez.
En ese sentido, el autor principal Ted J. Kaptchuk señaló que “síntomas inespecíficos como dolor de cabeza y fatiga, que se demostró que son particularmente sensibles al nocebo, se enumeran entre las reacciones adversas más comunes después de la vacunación contra el COVID-19 en muchos folletos informativos”.
Para él, “la evidencia sugiere que este tipo de información puede hacer que las personas atribuyan erróneamente las sensaciones diarias comunes como derivadas de la vacuna o que causen ansiedad y preocupación que hagan que las personas estén muy alertas a los sentimientos corporales sobre los eventos adversos”.
Con respecto a la vacunación contra la influenza, existe amplia evidencia de una asociación entre las preocupaciones sobre los efectos adversos y el rechazo a la vacunación.
Es por eso que tras insistir en que “la medicina se basa en la confianza”, Kaptchuk enfatizó: “Nuestros hallazgos nos llevan a sugerir que informar al público sobre el potencial de respuestas nocebo podría ayudar a reducir las preocupaciones sobre la vacunación contra el COVID-19, lo que podría disminuir la vacilación ante la vacunación”.
La respuesta nocebo llamó la atención de los investigadores, quienes reconocieron que se necesita una cuantificación sistemática para resultados más concluyentes.
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