El líquido cefalorraquídeo da respuestas sobre la “niebla cerebral” de personas que sufren COVID-19

Una investigación de la Universidad de California detectó alteraciones en personas que tuvieron coronavirus leve y luego sufrieron problemas cognitivos

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Se trata de un pequeño estudio con 32 adultos, 22 de ellos con síntomas cognitivos y 10 participantes de control que no habían presentado esa afección (Getty)
Se trata de un pequeño estudio con 32 adultos, 22 de ellos con síntomas cognitivos y 10 participantes de control que no habían presentado esa afección (Getty)

La Universidad de California en San Francisco y el Weill Cornell Medicine, en EEUU, detectaron en un estudio que personas que habían contraído COVID-19 en forma leve y presentaron síntomas cognitivos tenían anomalías en el líquido cefalorraquídeo similares a las halladas en pacientes con otras enfermedades infecciosas

Se trata de un pequeño estudio con 32 adultos, 22 de ellos con síntomas cognitivos y 10 participantes de control que no habían presentado esa afección.

La investigación fue publicada en la revista científica Annals of Clinical and Translational Neurology, analizaron el líquido cefalorraquídeo de 17 de los participantes que dieron su consentimiento para la punción lumbar. Todos los participantes habían tenido COVID-19 pero no habían requerido hospitalización.

De esta forma, detectaron que 10 de los 13 participantes con síntomas cognitivos tenían anomalías en el líquido cefalorraquídeo. Pero las cuatro muestras de líquido cefalorraquídeo de los participantes sin síntomas cognitivos tras la COVID-19 eran normales.

La edad media de los participantes con síntomas cognitivos era de 48 años, frente a los 39 del grupo de control. Los participantes con estos síntomas presentaban problemas de funcionamiento ejecutivo.

“Se manifiestan como problemas para recordar acontecimientos recientes, recordar nombres o palabras, mantener la concentración y problemas para retener y manipular la información, así como una velocidad de procesamiento más lenta”, explica Joanna Hellmuth, autora principal del estudio.

“Es posible que el sistema inmunitario, estimulado por el virus, funcione de forma patológica no intencionada. Este sería el caso aunque los individuos no tuvieran el virus en sus cuerpos”, dijeron (Pixabay)
“Es posible que el sistema inmunitario, estimulado por el virus, funcione de forma patológica no intencionada. Este sería el caso aunque los individuos no tuvieran el virus en sus cuerpos”, dijeron (Pixabay)

La llamada niebla cerebral es un efecto secundario común del COVID-19, que afecta hasta al 67 por ciento de los 156 pacientes que acuden a una clínica de Nueva York, según un estudio publicado este mes.

En esta nueva investigación, los exámenes del líquido cefalorraquídeo revelaron niveles elevados de proteínas, lo que sugiere inflamación, y la presencia de anticuerpos inesperados que se encuentran en un sistema inmunitario activado.

Algunos se encontraban en la sangre y en el líquido cefalorraquídeo, lo que implicaba una respuesta inflamatoria sistémica, o eran exclusivos del líquido cefalorraquídeo, lo que sugería una inflamación cerebral. Los científicos aún no han podido confirmarlo, pero creen que es posible que se trate de anticuerpos que atacan al propio organismo.

“Es posible que el sistema inmunitario, estimulado por el virus, funcione de forma patológica no intencionada. Este sería el caso aunque los individuos no tuvieran el virus en sus cuerpos”, señaló Hellmuth y dijo que las punciones lumbares tuvieron lugar una media de 10 meses después del primer síntoma de COVID-19 de los participantes.

Los investigadores también descubrieron que los participantes con síntomas cognitivos tenían una media de 2,5 factores de riesgo cognitivo, en comparación con una media de menos de un factor de riesgo para los participantes sin los síntomas.

Estos factores de riesgo incluían la diabetes y la hipertensión, que pueden aumentar el riesgo de accidente cerebrovascular, deterioro cognitivo leve y demencia vascular; y los antecedentes de TDAH (trastorno de déficit de atención), que pueden hacer que el cerebro sea más vulnerable a los problemas de funcionamiento ejecutivo. Otros factores de riesgo eran la ansiedad, la depresión, los antecedentes de consumo excesivo de alcohol o de estimulantes y los problemas de aprendizaje.

Todos los participantes se sometieron a una serie de pruebas cognitivas en persona con un neuropsicólogo, aplicando criterios equivalentes a los utilizados para el trastorno neurocognitivo asociado al VIH.

De esa manera, los investigadores descubrieron que 13 de los 22 participantes (el 59%) con síntomas cognitivos cumplían los criterios de este trastorno, en comparación con siete de los 10 participantes de control (el 70%).

13 de los 22 participantes (el 59%) con síntomas cognitivos cumplían los criterios de este trastorno, en comparación con siete de los 10 participantes de control (el 70%) (Christin Klose/dpa)
13 de los 22 participantes (el 59%) con síntomas cognitivos cumplían los criterios de este trastorno, en comparación con siete de los 10 participantes de control (el 70%) (Christin Klose/dpa)

“Comparar el rendimiento cognitivo con referencias normativas puede no identificar los verdaderos cambios, sobre todo en aquellos con una línea de base alta antes de la COVID-19, que pueden haber experimentado un descenso notable pero que siguen estando dentro de los límites normales. Si las personas nos dicen que tienen nuevos problemas de pensamiento y memoria, creo que deberíamos creerles en lugar de exigirles que cumplan ciertos criterios de gravedad”, remacha Hellmuth.

Por otra parte, un reciente estudio científico realizado por investigadores de Canadá, aportaron más datos sobre el padecimiento de problemas cognitivos tras enfermarse de coronavirus.

La infección por COVID-19 está asociada con disfunción ejecutiva entre adultos jóvenes y de mediana edad, señala un estudio de la Universidad de Waterloo, Canadá, en donde los expertos descubrieron que las funciones psicológicas también se ven afectadas, incluso, en personas que no estuvieron expuestas a la intubación u hospitalización. El estudio utilizó una proporción equilibrada de personas infectadas y no infectadas para estimar el vínculo entre la infección por SARS-CoV-2 y la disfunción cognitiva/ejecutiva.

Los autores señalan que el estudio se realizó del 28 de septiembre al 21 de octubre pasados, cuando la variante principal en Canadá fue Delta. En un estudio observacional transversal con datos de la Encuesta Canadiense de Experiencias covid-19 (CCES) en curso, la investigación incluyó la representación equitativa de adultos vacunados y no vacunados entre 18 y 54 años. En cuanto a los síntomas de COVID-19 registrados por los pacientes enfermos, éstos variaron desde casos insignificantes hasta casos potencialmente mortales que requerían hospitalización.

La mitad de la cohorte (50,2 por ciento) recibió dos vacunas y el 43,3 por ciento no había recibido ninguna. En tanto, el 5.5 por ciento recibió una inyección, pero no tenía la intención de recibir una segunda. Según el documento, aquellos con infección previa por COVID-19, informaron un número significativamente mayor de síntomas de disfunción ejecutiva que sus homólogos no infectados. Los investigadores también encontraron una relación dosis-respuesta entre la gravedad de los síntomas de COVID-19 y la disfunción cognitiva. Aquellos con síntomas moderados y muy/extremadamente graves de covid-19 estuvieron relacionados con una disfunción significativamente mayor, según escribieron en el estudio publicado en medRxiv.

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