Muchos padres en décadas pasadas creían que la inteligencia y muchas otras habilidades eran rasgos fijos. Un niño nace inteligente o no, y poco se puede hacer para cambiar eso. Investigaciones más recientes han cambiado esa noción y han demostrado que alentar a los padres a adoptar la llamada mentalidad de crecimiento conduce a mejores resultados educativos para sus hijos. Pero no estaba claro en qué punto esa mentalidad puede afectar la vida de un niño, y una nueva investigación sugiere que puede comenzar muy temprano.
Un estudio publicado recientemente por Mei Elansary, especialista en pediatría del Centro Médico de Boston, y otros cinco académicos develó que una mentalidad de crecimiento maternal podría mitigar los efectos negativos del estrés en las madres en los primeros meses de vida de un niño y promover el desarrollo del cerebro. El trabajo del equipo se basó en investigaciones previas, incluida la de Meredith Rowe, profesora Saul Zaentz de Aprendizaje y Desarrollo Temprano, que mostró los efectos positivos de una mentalidad de crecimiento en las interacciones madre-hijo.
“Una mentalidad de crecimiento maternal es la creencia de que puedes aumentar tus habilidades a través del trabajo y el esfuerzo, y que puedes ayudar a tus hijos a aprender cosas nuevas y a crecer y expandir sus habilidades”, dijo Elansary en diálogo con The Harvard Gazette. “Por el contrario, una mentalidad fija materna es la creencia de que las habilidades permanecerán igual con el tiempo, sin importar cuánto trabaje o cuánto invierta como madre en el aprendizaje de mi hijo”.
La nueva investigación incluyó a 33 madres y sus hijos, que tenían 12 meses de edad y formaban parte de un estudio de cohorte longitudinal sobre el papel del estrés y el desarrollo infantil. El estudio fue dirigido por Charles Nelson, profesor de pediatría y neurociencia en la Escuela de Medicina de Harvard y profesor de educación en la Escuela de Graduados en Educación de Harvar . Las madres fueron reclutadas de la clínica de atención primaria del Boston Children’s Hospital, que atiende a familias con seguro público.
Los investigadores del estudio preguntaron a las madres sobre su forma de pensar y sus niveles de estrés. La actividad cerebral de los niños se observó mediante electroencefalografía. Investigaciones anteriores han demostrado el impacto negativo del estrés materno no solo en las interacciones y los vínculos entre la madre y los bebés, sino también en el desarrollo del cerebro infantil.
Los nuevos resultados mostraron una menor actividad cerebral en los bebés de madres que se sentían estresadas y tenían una mentalidad fija. Por el contrario, los bebés de madres con una mentalidad de crecimiento no mostraron un impacto negativo. “Descubrimos que los hijos de madres que tenían altos niveles de estrés y también tenían una mentalidad de crecimiento estaban protegidos; estaban protegidos contra los efectos negativos de los altos niveles de estrés”, remarcó Elansary.
Aunque el estudio es pequeño, es el primero en observar la mentalidad, los bebés y el desarrollo del cerebro. Para McCoy, esa es una de las principales contribuciones del estudio. “Estudios anteriores han examinado los vínculos entre la mentalidad de crecimiento y los resultados positivos en el aprendizaje de los niños. Lo emocionante de este estudio es que muestra que la mentalidad está relacionada con los resultados desde la infancia”, indicó. Y añadió: “Sugiere alguna evidencia inicial de que realmente existen fundamentos biológicos sobre cómo la mentalidad se arraiga en los niños, o cómo la mentalidad materna podría integrarse en los niños a una edad muy temprana”.
Pero para McCoy, “aunque el estudio muestra que la mentalidad de crecimiento puede evitar las implicaciones negativas del estrés materno, no es una panacea para las barreras sistémicas que enfrentan los nuevos padres. Necesitamos abogar por intervenciones que respalden la mentalidad de crecimiento, pero al mismo tiempo, debemos reconocer que existen enormes factores estresantes sistémicos y barreras que se imponen a los nuevos padres, especialmente en el primer año de vida de los niños. La mentalidad de crecimiento no va a resolver eso”.
“Lo que se necesita -continuó- es un enfoque más sistémico. Necesitamos mejores políticas de licencia parental, mejores sistemas de apoyo público para el cuidado y la educación de la primera infancia, y más apoyo para el acceso a la salud y la nutrición para padres y madres a fin de reducir los niveles generales de estrés. Y en eso Elansary está de acuerdo. “La implicación más amplia de nuestro estudio es que es posible que no podamos cambiar el nivel de estrés que enfrentan la madre y el niño. Pero los estudios han demostrado que se puede, a través de intervenciones relativamente breves, alentar a los padres a tener una mentalidad de crecimiento. Si podemos ayudar a las madres, a través de intervenciones, a pasar de tener una mentalidad fija a una mentalidad de crecimiento, entonces esa podría ser una forma más accesible de promover el desarrollo infantil”, concluyó.
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