Los barbijos o mascarillas se incorporaron a la vida cotidiana de los seres humanos por la pandemia. Son una herramienta efectiva para sumar a la prevención contra el coronavirus. Algunas ciudades habían dejado de establecerlos como obligatorios, pero ahora con el repunte de casos de COVID-19 vuelven a exigirlos, como ocurrió en Nueva York para su uso en espacios públicos.
Pero al desecharlos, se convierten en residuos. Científicos hicieron el mayor estudio sobre el problema del descarte de los barbijos en 11 países: Francia, Alemania, Bélgica, Holanda, España, Reino Unido, Suecia, Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Encontraron que los residuos de mascarillas o barbijos aumentaron un 9.000% entre marzo y octubre de 2020.
El estudio demuestra una relación directa entre la legislación nacional y la aparición de residuos que incluyen mascarillas y otros equipos de protección personal relacionados con el COVID-19. Tras los resultados, los investigadores de la Universidad de Portsmouth de Inglaterra que participaron en el estudio instaron a los gobiernos a establecer políticas y legislación para la eliminación de las mascarillas desechadas después de hacer obligatorio su uso.
Los resultados de la evaluación de los 11 países fueron publicados en la revista Nature Sustainability. Utilizaron dos bases de datos de código abierto: el extenso “COVID-19 Government Response Tracker” y una aplicación de recogida de basura llamada “Litterati”. Se recogieron más de dos millones de piezas de basura en los 11 países, que contaban con una serie de respuestas políticas de COVID-19.
Utilizando esas bases de datos, los investigadores pudieron trazar un mapa de las respuestas políticas de los países (como las medidas de confinamiento y las normas de uso de las mascarillas), y obtener una línea de base de las proporciones de basura desde septiembre de 2019 hasta los primeros seis meses de la pandemia.
El investigador principal, el doctor Keiron Roberts, profesor de Sostenibilidad y Ambiente Construido en la Universidad de Portsmouth, dijo: “En general, el estudio muestra el impacto que la legislación sobre el uso de artículos como las mascarillas puede tener en su aparición como basura. Hemos comprobado que las mascarillas sucias aumentan exponencialmente a partir de marzo de 2020, lo que supone un incremento de 84 veces para octubre de ese mismo año. Hay una clara necesidad de garantizar que la exigencia del uso de esos artículos vaya acompañada de campañas de educación para limitar su liberación en el ambiente”.
Al señalar como empezaron la investigación, el doctor Roberts comentó: “Los impactos negativos del COVID-19 en nuestra vida cotidiana son bien conocidos. En abril de 2020, empezaba a parecer que había algunos pequeños aspectos positivos en la disminución de la actividad humana provocada por el confinamiento, con mejoras en la calidad del aire y del agua. La reducción de la actividad humana también vio los informes de animales que volvían a los pueblos y ciudades. Al mismo tiempo, empezaron a surgir informes sobre la aparición de mascarillas y guantes en playas y calles, donde antes no estaban. A medida que el COVID-19 se extendía, también lo hacían las noticias sobre este nuevo tipo de basura. Los confinamientos nacionales dificultaron increíblemente la posibilidad de salir a visitar estos lugares para recoger pruebas de lo que eran relatos anecdóticos”.
Al tener dificultades para recoger datos sobre el terreno, los investigadores recurrieron a las bases de datos en línea. Roberts dijo: “Estos datos nos permitieron observar las tendencias de la basura COVID-19 sobre una base mensual. Luego cotejamos los anuncios de la OMS y la política nacional y las restricciones de cierre para ver cómo repercutía en las proporciones de basura. No fue una sorpresa ver la aparición de la basura en forma de mascarilla, pero lo que sí nos sorprendió fue cómo la legislación nacional había influido drásticamente en la aparición de la basura en forma de mascarilla”.
Se observaron las diferentes tendencias a lo largo de los meses. Entre enero y marzo, a medida que los países luchaban por conseguir un equipo de protección personal adecuado, la orientación era distanciarse social y físicamente. Entre marzo y mayo, se produjeron los confinamientos más estrictos. Por lo cual, la basura de mascarillas fue escasa, pero fue en aumento. A partir de junio, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó el uso de mascarillas para facilitar la interacción social. Esto siguió a la relajación de muchas medidas de confinamiento y por lo tanto a un aumento de la movilidad en las ciudades. La proliferación de mascarillas aumentó drásticamente en estos meses.
El profesor Steve Fletcher, director de Revolución de Plásticos en la Universidad de Portsmouth, dijo: “A pesar de que a millones de personas se les dijo que usaran mascarillas, se les dio poca orientación sobre cómo deshacerse de ellas o reciclarlas de forma segura. Sin unas mejores prácticas de eliminación, se avecina un desastre ambiental”.
La mayoría de las mascarillas se fabrican con materiales plásticos de larga duración, y si se desechan pueden persistir en el medio ambiente durante décadas o cientos de años. Esto significa que pueden tener una serie de impactos sobre el medio ambiente y las personas, advirtió Fletcher.
Casi toda la basura es evitable, pero a menudo el impacto sólo parece ser visual. Los impactos directos de la basura en el mundo son múltiples. A corto plazo, la basura actúa como un vector viral potencial para transmitir el COVID-19. Si entran en las alcantarillas pueden provocar posibles atascos al enredarse con otros elementos como las hojas.
A medio plazo, en el caso de los animales grandes, pueden enredarse y asfixiarse. En los lugares donde caen como basura pueden asfixiar a los organismos más pequeños y a la vida vegetal.
A largo plazo, una vez en el ambiente, los objetos tirados pueden también convertirse en una vía de transmisión de otros contaminantes. Si están hechos de plástico, acaban convirtiéndose en microplásticos y tienen el potencial de entrar en la cadena alimentaria.
El doctor Roberts concluyó: “Tenemos que evitar que esta basura pandémica se convierta en un legado duradero. Hay dos mensajes importantes que aprender de este estudio. En primer lugar, el COVID-19 fue un factor importante en la aparición de la basura de las mascarillas y, en segundo lugar, las políticas gubernamentales y la legislación pueden tener un gran impacto en la composición de la basura. Las nuevas políticas deben contar con un asesoramiento bien estructurado y, sobre todo, con infraestructuras que ayuden a eliminar los residuos. Como los países utilizan las mascarillas o barbijos para que se realicen las interacciones sociales, deben apoyar la eliminación segura de esta basura y, de paso, también del resto de la basura”.
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