Vacunas a partir de insectos, ¿la solución ante futuras pandemias?

La plataforma de la biotecnológica Algenex, que utiliza crisálidas de insectos para fabricar antígenos, tiene una enorme capacidad de producción y de escalabilidad. Por qué es una alternativa más rápida, económica y sencilla

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La biotecnológica española que lleva años desarrollando una nueva forma de hacer vacunas a partir de insectos, podría ser la solución en futuras pandemias (Algenex)
La biotecnológica española que lleva años desarrollando una nueva forma de hacer vacunas a partir de insectos, podría ser la solución en futuras pandemias (Algenex)

Dentro del proceso de investigación y desarrollo de una vacuna, sobre todo en aquellas que han de llevarse a cabo en un proceso acelerado, uno de los aspectos más importantes es la escalabilidad. Es el ejemplo de la búsqueda de una potencial vacuna contra el COVID-19. Más allá de la dificultad de encontrar un antídoto contra el SARS-CoV-2 en un tiempo récord que cumpla los criterios de seguridad y eficacia, se plantea la incógnita de saber cómo se va a hacer frente a una producción tan amplia para alcanzar una cobertura óptima. En todo este proceso, las crisálidas -la fase en la que se encuentran algunos insectos; posterior al estado de larva y anterior al estado adulto- pueden ser una potencial solución

La empresa española de biotecnología Algenex lleva años desarrollando una nueva forma de hacer vacunas a partir de insectos y podría ser la solución en futuras pandemias. Se basa en tecnología CrisBio, que utiliza crisálidas de insectos como biorreactores. Las orugas casi todas en su estado de metamorfosis tienen alrededor de su cápsula seda que son proteínas complejas, y la pregunta es por qué no intentar modificarlas para que produzcan otro tipo de proteínas, como antígenos vacunales, hormonas o anticuerpos. Para programarlas es necesario infectarlas con un baculovirus, un virus modificado genéticamente. Esto se traduce en una mayor posibilidad de materializar mayores dosis en la fabricación de vacunas de nueva generación, accesible a todos.

La compañía usa concretamente la oruga de la col que funciona como un biorreactor natural. Un biorreactor es un recipiente o sistema que mantiene un ambiente biológicamente activo, mientras otras compañías tienen que crear ese biorreactor, con un coste de entre 60 y 90 millones. Esta empresa tiene todo lo que necesita dentro del insecto. “En dos meses somos capaces de fabricar un antígeno vacuna. Y en dos meses podríamos inocular a 250 millones de insectos, cada uno capaz de producir entre 10 y 80 dosis vacunales”, explicó Claudia Jiménez, directora general de Algenex, en una entrevista con Business Insider España en la que analizó la trayectoria de la compañía, el rol que está jugando en la pandemia y qué decisión deben tomar los gobiernos para enfrentarse a futuras pandemias.

Esta plataforma permite una simplificación de los procesos convencionales, una escalabilidad lineal y prácticamente ilimitada y una reducción de costes de inversión y operativos significativa”, según Jiménez. “Inoculando 24 bandejas por ahora, con las matemáticas te das cuenta de la capacidad de dosis vacunales que se pueden producir”, detalló a ABC Noticias. En función del antígeno y de la dosis de inmunización establecida, una sola crisálida infectada puede producir entre 10 y 80 dosis vacunales dependiendo de la productividad de cada molécula y la dosis empleada en la vacuna.

El virus que utilizan en Algenex es uno muy popular dentro de la industria farmacéutica: el baculovirus (REUTERS)
El virus que utilizan en Algenex es uno muy popular dentro de la industria farmacéutica: el baculovirus (REUTERS)

La principal ventaja de esta tecnología, única en el mundo, es que, como aseveran desde la compañía, permite “automatizar todo el proceso tecnológico con robots, ya que los insectos son manejados por robots, al igual que las inoculaciones, lo que da la posibilidad de escalar la producción al nivel que se quiera”. Y es que, los insectos son muy prolíficos. De una pareja de mariposas, se pueden obtener mil crisálidas. Por ello, manejando un número relativamente bajo de insectos, se pueden llegar a producir millones de crisálidas. Es esta capacidad, como especifican los especialistas, la que permite aumentar sustancialmente la capacidad de producción, ya que “cada una de estas crisálidas puede llegar a producir entre 10 y 80 dosis vacunales, en función del antígeno y la dosis con que se vaya a formular”.

Al contar con estos biorreactores naturales, la biotecnológica evita tener que construir e implementar diferentes soportes para aumentar la producción. Y este aumento de la producción se puede traducir en cifras. “Partiendo de una pareja de mariposas somos capaces de obtener 250 millones de crisálidas”, concretan. Esta escalabilidad es posible puesto que “los insectos son únicos en la naturaleza, no hay otro organismo que se multiplique a esa velocidad”. Más allá de usar estos biorreactores naturales para producir una vacuna de desarrollo propio, existe un caso en el que Algenex podría servir de apoyo en la producción a otras compañías. “La tecnología CrisBio sirve para todas las vacunas que se produzcan basadas en vectores baculovirus”, sostienen.

Antes ya se había observado esta técnica, de hecho en Japón se utilizaba con el gusano de seda. Pero esos trabajos se centraban en las orugas y Algenex apuesta por la crisálida, lo que permite automatizar el proceso porque es un organismo inerte, está quieta durante casi dos semanas, y en ese momento la puedes inocular con un robot. Además producir con este sistema permite acometer campañas de vacunación globales, en países del Tercer Mundo o en lugares de difícil acceso porque basta con transportarlas de forma refrigerada, no tienen que ir a -70ºc, especialmente si se trata de zonas de África y Latinoamérica.

La fábrica de Algenex en Tres Cantos en Madrid costó unos dos millones de euros. Fue construida en cinco meses y tiene una capacidad de producción de antígeno como para formular cien millones de dosis vacunales. Los orígenes de Algenex han estado ligados al campo veterinario, con una especial experiencia en el área de vacunas. La primera fue licenciada en 2015, a la empresa italiana Fatro, y se encuentra en fase de registro por la Agencia Europea del Medicamento. Además, y en el campo humano, Algenex colabora con diferentes compañías para la investigación en antígenos de gripe y del virus del papiloma.

De brillar en veterinaria a dar el salto a la salud humana

Jiménez describe como una “larga travesía del desierto” el proceso de 10 años hasta que consiguieron patentar la tecnología en 2015. Tres años después la compañía encontró inversores más especializados y comenzó realmente a despegar en el campo de la veterinaria, en el cual han desarrollado vacunas, anticuerpos y reactivos diagnósticos (Algenex)
Jiménez describe como una “larga travesía del desierto” el proceso de 10 años hasta que consiguieron patentar la tecnología en 2015. Tres años después la compañía encontró inversores más especializados y comenzó realmente a despegar en el campo de la veterinaria, en el cual han desarrollado vacunas, anticuerpos y reactivos diagnósticos (Algenex)

Podría decirse que la pandemia agarró a Algenex bastante preparada, pero la historia de la compañía es una de años de investigación y paciencia. La biotecnológica fue fundada en 2005 por los doctores José Escribano y Covadonga Alonso, que investigaron desde el inicio cómo aprovechar la capacidad de los insectos de fabricar proteínas complejas.

Actualmente está especializada en la producción de proteínas a través de las crisálidas de insectos para la fabricación de vacunas, moléculas terapéuticas y reactivos diagnósticos. La idea es la misma que utilizan grandes farmacéuticas como Sanofi o GSK, explica Jiménez. Estas compañías fabrican proteínas a través de los biorreactores, un método tradicional y mucho más costoso. Lo que hace Algenex es convertir el insecto en el biorreactor y actualmente es la única biotecnológica que ha desarrollado y patentado una plataforma que utiliza crisálidas de un insecto como biofactorías en combinación con vectores baculovirus para obtener productos biotecnológicos basados en proteínas útiles para el desarrollo de vacunas, moléculas terapéuticas o reactivos diagnósticos.

Jiménez describe como una “larga travesía del desierto” el proceso de 10 años hasta que consiguieron patentar la tecnología en 2015. Tres años después la compañía encontró inversores más especializados y comenzó realmente a despegar en el campo de la veterinaria, en el cual han desarrollado vacunas, anticuerpos y reactivos diagnósticos. Actualmente, el 70% de la compañía pertenece a un fondo privado de Luxemburgo, y el 30% a otros accionistas como la gestora de capital riesgo Uninvest, así como a los fundadores de la compañía. En 2019, obtuvo una facturación de 650.000 euros y próximamente realizará una ronda C de inversión.

En 2019 la compañía hizo su primera incursión en la salud humana y realizó una prueba de concepto en gripe aviar, una zoonosis como el coronavirus. Jimenez explica que la compañía fue capaz de fabricar un candidato a vacuna en solo 4 meses y probar la funcionalidad y la seguridad de esta vacuna en modelos animales. Cuando la pandemia de coronavirus demostró que había llegado para quedarse, el equipo de Algenex puso en marcha su tecnología para fabricar antígenos para diagnóstico y para desarrollar un candidato vacunal.

“La empresa había usado esta tecnología para la fabricación de vacunas para animales. Pero en 2019 realizó una prueba de concepto en la vacuna de gripe. Nuestra compañía demostró su capacidad de fabricar un candidato a vacuna en solo 4 meses y mostró su funcionalidad en modelos animales. A partir de esta experiencia, Algenex precisamente ahora se plantea usar CrisBio en combatir pandemias como la de SARS-CoV-2″, finalizó la experta.

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