Con dos aplicaciones de cualquiera de las vacunas de esquema de dos dosis autorizadas de emergencia, una persona podía considerarse protegida de padecer un cuadro grave de COVID-19. Varios estudios científicos demostraron que con el correr de los meses la inmunidad frente al SARS-CoV-2 decrece y la mayoría de los países decidieron aplicar terceras dosis o dosis de refuerzo, según la disposición de cada autoridad sanitaria.
Eso hasta que la variante Ómicron del SARS-CoV-2 hizo su aparición en la escena mundial, y obligó a volver a poner las vacunas en estudio para evaluar su eficacia ante la mutación aparecida en Sudáfrica.
La evidencia hasta ahora disponible asegura que las dosis de refuerzo contra el COVID-19 brindan una capa adicional de protección contra la enfermedad. Sin embargo, ahora las preguntas giran en torno a cuánto ayudarán y con qué frecuencia se necesitarán, y el descubrimiento de la variante Ómicron sobre alimentó el debate sobre su función.
Los datos del mundo real de Israel y el Reino Unido indican que una dosis de refuerzo de una de las vacunas basadas en ARNm ampliamente utilizadas reduce drásticamente la probabilidad de que una persona contraiga el SARS-CoV-2 y se enferme. Y varios meses después de que Israel se convirtiera en el primer país del mundo en poner refuerzos a disposición de todos, su recuento diario de casos sigue siendo bajo.
Sin embargo, según publicó la revista Nature, “incluso antes de la llegada de Ómicron, muchos investigadores de salud global se opusieron a las campañas de refuerzo generalizadas, mientras que las tasas de inmunización siguen siendo abismalmente bajas en grandes zonas del mundo”.
Los impulsores de esta otra mirada, estimulan el debate sobre cuestiones de equidad y priorización de recursos limitados de vacunas, y a los científicos les preocupa que la prisa de los países ricos por ofrecer más refuerzos frente a Ómicron exacerbe aún más el desequilibrio mundial de vacunas, una disparidad que muchos investigadores de salud dicen que probablemente contribuyó a la aparición y rápida propagación de la nueva variante en el lugar del mundo en que lo hizo.
¿Por qué para los especialistas son necesarios los refuerzos?
A decir de los expertos, las vacunas le enseñan al cuerpo a producir células inmunes especiales que pueden vencer al virus rápidamente si ingresa a su sistema (esas son proteínas conocidas como anticuerpos para retener el virus y células T asesinas para cazar células infectadas).
Dos dosis de vacuna le brindan un gran aumento en estos anticuerpos, así como células B y T de memoria más duraderas para patrullar el organismo en busca de infecciones futuras. Quince días después de la vacunación completa, las dos vacunas de ARNm, Pfizer y Moderna, son efectivas en aproximadamente un 90% para detener los casos de COVID sintomáticos, y AstraZeneca en aproximadamente un 70%, incluso contra Delta. Pero la verdadera fuerza de todas las vacunas aprobadas es detener la enfermedad grave causada por el virus; en esa medida, tienen una efectividad cercana al 100%. Un estudio realizado en los Estados Unidos se vio que una persona no vacunada tenía 29 veces más probabilidades de terminar en el hospital por COVID que alguien que estaba vacunado.
Aún así, esta memoria inmunológica se desvanece con el tiempo, particularmente en las personas mayores. Los virus respiratorios como el COVID son notoriamente difíciles de inmunizar para empezar, dice el profesor asociado Paul Griffin, médico de enfermedades infecciosas de la Universidad de Queensland. “No solemos obtener protección de por vida, incluso después de contraer los coronavirus comunes y más leves que nos causan resfriados. Así que siempre pensamos que necesitaríamos refuerzos para aumentar nuestra inmunidad. Lo que no sabíamos era cuándo”.
Consultado por Infobae, el médico infectólogo pediatra Eduardo López (MN 37586) señaló que “en casi todas las vacunas se está viendo que luego de los seis a ocho meses la cantidad de anticuerpos decrece significativamente y podría poner potencialmente en riesgo a la población que no recibió la tercera dosis, por eso deben dársela lo antes posible principalmente estos grupos definidos, que en la Argentina son los mayores de 70 independientemente de qué vacuna hayan recibido, los mayores de 50 que recibieron Sinopharm, que es de virus inactivado y requiere varias dosis para tener buenos niveles de anticuerpos, el personal de salud, que en su mayoría recibió la vacuna Sputnik V, y junto con ellos los inmunosuprimidos, que tienen menor capacidad de producir suficientes niveles de anticuerpos para protegerse del virus”.
“Debemos recordar que cuando bajan los anticuerpos el riesgo de desarrollar enfermedad más grave se hace presente, por lo tanto en ese sentido hay que invocar a la población para que no se deje de vacunar”, agregó López, quien concluyó: “La única manera de reducir la aparición de nuevas variantes del SARS-CoV-2 es aumentar la vacunación; ya nadie discute que la segunda dosis es fundamental para enfrentar a la variante Delta”. Y vaticinó que, en su opinión, “el concepto final de vacunación completa va a ser con tres dosis”.
La jefa del Departamento de Epidemiología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, Ángela Gentile (MN 49908) coincidió que “se sabe que hay una pérdida del tenor de anticuerpos en las personas vacunadas, pero también que existe la inmunidad celular, que protege de igual manera”. Sin embargo, para ella “eventualmente va a haber que plantearse la necesidad de una dosis de refuerzo”, y agregó: “Si el SARS-CoV-2 se transforma en endémico probablemente necesitemos dosis anuales como ocurre con la influenza”.
“Tal vez ahora se requiera un refuerzo para alguna población, pero me parece importante reforzar la idea de que una caída del nivel de anticuerpos no implica desprotección. Tenemos que saber que va a haber refuerzos, pero tener la tranquilidad de que el esquema completo fue y sigue siendo protector”, remarcó.
¿Cuándo debería aplicarse un refuerzo?
Según los ensayos y los datos del mundo real en el extranjero, Griffin dice que seis meses después de que una segunda dosis se definió como el momento estándar para obtener un refuerzo en los países occidentales con buen acceso a vacunas como Australia y los EEUU. Cabe recordar que la Organización Mundial de la Salud aún tiene que recomendar refuerzos generalizados.
Al igual que con el lanzamiento de la vacuna original, los grupos vulnerables están al frente de la cola de refuerzo.
La buena noticia en este sentido es que si bien las personas tienen una mayor probabilidad de infectarse con COVID seis meses o más después de su segunda dosis, la protección contra el desarrollo de un caso grave no disminuye tan rápido. Para medir la eficacia de una vacuna, los científicos suelen medir los niveles de anticuerpos en la sangre de una persona. Pero Griffin dice que esto no da una imagen completa. Los anticuerpos disminuyen de forma natural con el tiempo. “No significa que la capacidad para producirlos haya desaparecido”, aseguró. Y, si bien las caídas en los niveles de anticuerpos pueden facilitar que un virus se establezca en el cuerpo, es probable que todavía haya células T al acecho, que son más difíciles de medir pero particularmente importantes para detener una enfermedad grave.
En la Argentina, la ministra de Salud de la Nación, Carla Vizzotti, y sus pares de las 24 jurisdicciones del país, acordaron ayer lunes aplicar el refuerzo de la vacuna contra el coronavirus a partir del quinto o sexto mes de completado el esquema de vacunación con la segunda o tercera dosis.
En relación a la variante de preocupación Ómicron, durante la reunión del Consejo Federal de Salud (COFESA) la directora nacional de Epidemiología e Información Estratégica, Analía Rearte, informó que “si bien en África esta variante ocupa el 81% de los casos de COVID-19, en el resto del mundo por ahora solo ocupa el 1% de las variantes de circulación” y que “aún falta tiempo para saber su impacto en las internaciones y la mortalidad”.
“La comunidad científica está debatiendo ahora si tres dosis (en lugar de dos) deberían haber sido el programa de dosis principal desde el principio”, sostuvo en línea con lo planteado por López el profesor Seshadri Vasan, quien pasó la pandemia probando vacunas y rastreando mutaciones de coronavirus en el laboratorio de patógenos peligrosos del CSIRO. De hecho en países como Israel la definición de “completamente vacunado” ahora cambió de las dos dosis originales a tres.
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