“Dare mighty things”, que en español significa “Atrévete a cosas poderosas”, es el lema del Jet Propulsion Laboratory (JPL por su siglas en inglés, Laboratorio de Propulsión a Chorro), el centro de la NASA dedicado a la construcción y operación de naves espaciales no tripuladas.
Esa frase es la que está destacada en las paredes de la oficina a la que todos los días va a trabajar la ingeniera argentina de 36 años, Clara O’Farrell. Y tranquilamente esas palabras la definen. Podrían ser una buena síntesis de lo que ella pensó durante mucho tiempo de estudio, dedicación y trabajo, para finalmente ser una pieza clave en las misiones robóticas a otros mundos de la principal agencia espacial en la Tierra.
Impulsada por perseguir sus sueños, se fue a estudiar Estados Unidos pocos años después de la profunda crisis que vivió Argentina a finales de 2001. Allí estudió Ingeniera Mecánica en la Universidad de Princeton en Nueva Jersey y luego hizo un doctorado en Matemática Aplicada en el Instituto Tecnológico de California (Caltech), lo que le abrió las puertas a trabajar en el JPL e involucrarse en los proyectos espaciales con Marte como objetivo final.
Clara, que estuvo de visita en Buenos Aires para dar una charla TEDxRíodelaPlata que se podrá ver este domingo 5 de diciembre, visitó la redacción de Infobae donde hizo un recorrido por su vida y contó los detalles más cautivantes de su trabajo en la NASA y cómo vive los éxitos de las misiones espaciales en las que tiene un rol clave.
“Me gustaría decirte que desde chiquita soñaba con armar cohetes y naves espaciales que llegan a otros planetas, pero te mentiría. Yo de chiquita quería ser bióloga marina, profesión que me cautivó cuando mi abuela me llevó a Ushuaia en primer grado. Allí vi cómo limpiaban a los pingüinos por un derrame de petróleo que hubo. Luego en la secundaria me comenzó a gustar la física y la matemática. Tenía curiosidad por saber cómo funcionan las cosas. En 2004 me fui a Estados Unidos a los 19 años para empezar la carrera de Ingeniería, sin tener en cuenta que iba a terminar trabajando en la NASA”, comenzó su relato a Infobae.
“Fue justo el año en que los rovers Spirit y Opportunity arribaron a Marte por lo había mucha información circulando, aunque no era como ahora con YouTube y las redes sociales. Eran otras épocas. Pero cada noticia científica espacial me iba cautivando y sin querer me atrapó. Había charlas y documentales en la universidad sobre la actividad de la NASA. Y haciendo la carrera de ingeniería me fui contagiando de la pasión por la actividad espacial. La NASA trabaja muy bien en relación a la comunicación y en cómo despertar las ganas de aprender del espacio y hasta trabajar con ellos. Empecé a seguirlos con más frecuencia hasta que me dije: ´Yo quiero trabajar con ellos. Me encantan las cosas que hacen´”, rememoró Clara.
Cuando se recibió, no dudó en inscribirse para hacer un doctorado en el Caltech, que administra el JPL, en donde un nombre argentino es reconocido en cada rincón de ese prestigioso laboratorio: el ingeniero argentino Miguel San Martín.
“Miguel es un capo total. Cuando estaba estudiando ingeniería, seguía toda su actividad relacionada a las misiones Spirit y Opportunity en las que trabajaba. Y luego tuvo una participación importante en 2012 con la misión del rover Curiosity, el primer laboratorio móvil en Marte. Sabía que Miguel era argentino, que era ingeniero como yo, que era una persona con mucha experiencia y prestigio. Entonces lo conocí en una de las charlas que dio. Al final, la ayuda de Miguel fue tremenda. Es una excelente persona. Siempre los argentinos deseamos que haya otro que sea un crack. ¡No sabés la cantidad de gente que me cruzo en la NASA y me dice: ´Miguel es la persona más inteligente que tenemos acá´. Es un orgullo escuchar eso y nos hace dar cuenta que no solo los argentinos pensamos que es un capo. ¡Los estadounidenses también!”, afirma emocionada Clara.
Y agrega: “Cuando me preguntan de dónde soy por mi acento, les digo Argentina. Y me contestan: ´Ah, sos del país de Miguel´. La gente asume que soy inteligente y logré trabajar allí porque soy del mismo país que Miguel. Es como tener el camino hecho (risas)”.
¿Cómo es trabajar con Miguel en la NASA?
-Siempre me sorprendió la habilidad que tiene para entender cuestiones que van más allá de su competencia o rubro. El siempre comienza diciendo: ´Esto puede ser una pregunta estúpida, pero...´ Y uno sabe que se viene una pregunta que no es para nada estúpida. Y la cantidad de veces que aparece con esa solución al problema... se sienta ahí, lo ves solo. Aparece, desaparece, mira el problema, lo estudia… y al rato te dice algo sorprendente. Le toca las puertas a los ingenieros colegas o directivos y les dice: ¿Y si hacemos tal cosa? Él entiende las cosas muy específicas que generan un problema grande y que si las resolvés, te soluciona muchas cosas y te permiten avanzar.
Y prácticamente seguiste sus pasos…
-Yo seguí los pasos de él en la NASA. A los dos nos gusta el área de guiado y control de las misiones robóticas, que es un área que toca todo. Es pensar la matemática con elegancia. Se toman problemas muy complejos en misiones espaciales que sucederán a millones de kilómetros de la Tierra sin un humano cerca para solucionarlos.
¿Y van a trabajar juntos en alguna misión?
-Por primera vez, estamos trabajando en un mismo proyecto, que es resolver cómo hacer para traer a nuestro planeta las muestras de suelo que está recogiendo el rover Perseverance en Marte. Pensar que vamos a traer muestras de otro planeta es una locura. Es muy emocionante pensar cómo el robot va a depositar la muestra en otra nave que alberga un misil que despegará del planeta rojo y traerá la roca marciana aquí. Y mi trabajo específico es cómo hacer el paracaídas de ese misil que debe funcionar correctamente cuando llegue a la Tierra.
Y no dejo de pensar en el peso que va a contener. El peso es todo en el espacio. El cálculo que se hace es que por cada kilo que querés poner en Marte lo pagás 7 veces más en combustible. Y ahora la cuenta que hay que hacer es cuánto te va a costar cada kilo que querés sacar de la superficie de Marte, calculando el combustible que vas a necesitar allá para traer esa muestra a nuestro planeta.
¿Cómo es haber trabajado en la misión más importante de la NASA en Marte hoy?
-Perseverance fue mi primera misión grande. La presión fue enorme y nadie quería meter la pata. Yo comencé a trabajar en esa misión en 2016 con la elaboración del paracaídas que iba a utilizar el robot para descender en la superficie marciana. El equipo de trabajo se hizo muy unido. Hasta que no ves al rover trabajando y luego lo que significó en el mundo esta misión, no te das cuenta de la dimensión ya que estamos trabajando muy metidos en cada detalle.
Miguel siempre dice que hay miles de cosas que pueden salir mal. Y una sola que puede salir bien…
-Si, el escenario está planteado para que salga mal. La pregunta es cómo lo vamos a hacer para que salga bien. Dos semanas antes del aterrizaje no dormí. Tenía pesadillas de que salía mal la misión. Que llegaba el robot a Marte, se abría el escudo térmico y en lugar de estar el rover, había un autito de juguete. La mayor felicidad la viví cuando se abrió el paracaídas y cuando finalmente aterrizó Perseverance en Marte. Fue un gran alivio. Estaba en la sala de control con todo el equipo. Lloramos todos.
¿Cómo es descender a un rover desde los 20.000 km por hora que entra como un bólido a la atmósfera marciana, hasta su aterrizaje a 2,7 km/hora?
-Todo eso pasa en los llamados 7 minutos de terror. Yo trabajé específicamente en el paracaídas supersónico de 21 metros de diámetro, que es una parte clave en el descenso del robot. El paracaídas se abre a una altura de 12 kilómetros en solo 0.6 segundos y nos lleva a 90 metros por segundo, hasta que se encienden los retrocohetes. Los disparamos con mortero y se infla en 0.6 segundos. La atmósfera de Marte es muy distinta a la de la Tierra. Tiene un tercio de nuestra gravedad y la densidad es de menos del 1% de nuestro planeta. Entonces, por eso hay que desplegarlo rápido. La atmósfera no nos da tiempo ni resistencia como para desacelerar bien.
Por eso son difíciles de hacer las pruebas en la Tierra, antes de ser empacado con destino a Marte. Para probarlo en condiciones parecidas hay que llevarlo a una altura de 60 km. Por eso, montamos el paracaídas en un cohete sonda que nos llevó a esa altura para probarlo. Pero hay un rango atmosférico para hacerlo, ya que después, la densidad cambia. Hay cámaras que graban todo y pudimos cotejar bien su funcionamiento en las únicas 3 pruebas que hicimos. Después llegaría el momento de la verdad a millones de kilómetros de distancia.
¿Cómo fue vivir el descenso en la NASA?
-Veía la telemetría por la computadora. Hay que contar que la demora de comunicación con Marte es de 7 minutos. A veces nos mirábamos en la NASA y decíamos ya fue, ya está. O ya aterrizó o ya se estrelló. El destino ya está dado. Concretamente, la caída con el paracaídas dura 2 minutos, que fueron de extrema tensión. A los días, nos llegó el video a las oficinas. Nuestro jefe nos llama y nos dice que éramos los primeros en verlo. Lloré. Antes uno veía los datos fríos por la computadora. Pero ahora estabas viendo cómo se desplegaba el paracaídas en otro mundo. Yo estaba frente a la tele y no podía parar de llorar.
Por primera vez la NASA puso varias cámaras para registrar desde el mismo rover el descenso y aterrizaje en Marte. Eso no ocurrió con Curiosity o cualquier otra misión anterior. Fue muy emocionante. En la grabación de la NASA durante el descenso de Perseverance, hay un par de veces que se puede escuchar mi voz, confirmando el funcionamiento correcto del paracaídas. Después de que corroboramos que funcionó todo, nos fuimos a festejar. Aunque por la pandemia, los festejos fueron muy moderados.
¿Cómo fue trabajar en medio de la pandemia por COVID-19?
-Con la llegada del coronavirus a Estados Unidos, en marzo de 2020 la NASA cerró todo. Y nos fuimos a trabajar cada uno a su casa. El problema era que había que terminar el robot y todos los detalles para su lanzamiento. Y eso no lo podés hacer desde tu casa. El lanzamiento del rover fue en julio. Y hay que tener en cuenta que solo se puede lanzar una sonda a Marte cada 26 meses por la posición de ambos planetas. El protocolo de trabajo fue muy estricto. Muchos no fuimos presenciales. Y los que iban, tenían distintas entradas de personal para no llegar a contagiar al siguiente equipo de trabajo. Cuando llegó el momento del aterrizaje en febrero de 2021, nos dividieron en 3 turnos. Nunca nos cruzamos con los demás para evitar posibles contagios.
¿A quién se le ocurrió poner un mensaje oculto e inspirador en el paracaídas de Perseverance?
-Dare Mighty Things o Atrévete a cosas poderosas se le ocurrió a mi jefe Ian Clark y es el lema en el JPL. Un día se le ocurrió hacerlo y lo mantuvo completamente en secreto. Había un montón de gente importante en la NASA que no sabía que se iba a hacer. Era muy pocos lo que tenían esa información. Es como el ingrediente secreto de la misión espacial. En la NASA se alienta y se deja tiempo para fomentar la creatividad. Antes de entregarlo, mi jefe tuvo que en el algún momento obtener la autorización para pintar el paracaídas de rojo y blanco. Le preguntó a un par de personas con autoridad y pasó. Tuvo un efecto muy positivo en la comunidad, en los jóvenes. Fue muy elogiado porque contenía un mensaje inspirador para las nuevas generaciones.
¿Es difícil trabajar en la NASA, donde 1 de cada cuatro empleados es mujer?
Siempre me he sentido cómoda y alentada a crecer. Todavía falta un gran paso para llegar a la paridad de género. Pero cada vez se está avanzando un poco más. El tema de la familia y los hijos, dificulta un poco y debemos adaptarnos. Aunque yo no tengo hijos, veo como los empleados trabajan con el calendario de los planetas. Por eso para planificar una familia hay que mirar al cielo. Es muy gracioso. En la gente que trabaja con misiones a Marte, uno sabe que tuvo familia y ese hijo es un bebé pos misión. Todos tienen hijos al mismo tiempo, casi.
¿Cómo describís esta era espacial que estamos viviendo?
Yo sentía envidia por mis padres que vivieron la carrera espacial a la Luna. Mi primer recuerdo espacial fue la explosión del Columbia. Es decir, una visión muy trágica. Pero hoy están pasando cosas muy importantes en cuanto a la exploración espacial. Hoy tenemos cuatro sondas en Marte, misiones a otros planetas, naves fuera del Sistema Solar. Y se vienen cosas más fascinantes. Para los chicos de ahora es una oportunidad única para poder participar. Estamos viviendo una nueva era espacial, con nuevos cohetes, la veta del turismo espacial. Más países que colaboran como la Argentina en misiones con la NASA, como también lo hizo España y Noruega que pusieron instrumentos en Perseverance.
Esto sirve para ampliar el acceso al espacio e inspirar a los más chicos a estudiar carreras más duras que nos ayudan a responder por ejemplo si estamos solos en el universo. Es más evidente también hoy, que hay más jóvenes que estudian otras carreras aparte de ingeniería que se conectan con temas espaciales, como programación, finanzas, leyes espaciales, medicina, psicología para preparar a las personas que deben realizar viajes largos, arquitectura espacial para construir bases en otros mundos, etc. Es una gran época.
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