A 20 meses de iniciada la pandemia, y aunque en muchos lugres del mundo las restricciones han cedido al menos por ahora, científicos han detectado que las personas mayores de 50 años continúan con un impacto negativo persistente en su salud mental. Esto afecta tanto a quienes viven con sus familiares o en hogares de asistencia y, aún más, en quienes están solos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la salud mental como “un estado de bienestar en el que la persona realiza sus capacidades y es capaz de hacer frente al estrés normal de la vida, de trabajar de forma productiva y de contribuir a su comunidad”. En algún punto, la pandemia alteró todos y cada uno de los aspectos que conforman esta definición; por eso, no sorprende que los especialistas estén identificando incrementos en los casos de trastornos de salud mental, con distintos niveles de gravedad.
Una nueva investigación de la Universidad McMaster, de Canadá, publicada en la revista Nature Aging utilizó datos del Estudio Longitudinal Canadiense sobre el Envejecimiento (CLSA), y detectó que el 43% de los adultos de 50 años o más experimentaban niveles moderados o altos de síntomas depresivos al comienzo de la pandemia de COVID-19, y que estos aumentaban con el tiempo.
Los síntomas depresivos se profundizaron en las personas que viven solas. Además, el equipo de investigadores detectó que factores como los conflictos familiares, propios de las situaciones vividas durante la pandemia, también aumentaron las probabilidades de tener síntomas depresivos.
La investigación fue dirigida por Parminder Raina, profesor del Departamento de Métodos de Investigación Sanitaria, Evidencia e Impacto y director científico del Instituto McMaster de Investigación sobre el Envejecimiento.
“La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto desproporcionado en los adultos mayores, y los grupos de personas que ya estaban marginados han sentido un impacto negativo mucho mayor”, aseguró Raina, que además es investigador principal de CLSA.
“Aquellos que estaban socialmente aislados, que experimentaban una peor salud y que tenían un estatus socioeconómico más bajo eran más propensos a tener un empeoramiento de la depresión en comparación con su estado de depresión prepandémico recogido como parte del Estudio Longitudinal Canadiense sobre el Envejecimiento desde 2011″, precisó.
El equipo de investigación uso datos de encuestas telefónicas y web para examinar cómo los factores relacionados con la salud y los determinantes sociales, como los ingresos y la participación social, influyeron en la prevalencia de los síntomas depresivos durante el cierre inicial que comenzó en marzo de 2020 y después de la reapertura tras la primera oleada de COVID-19 en Canadá.
Los factores más asociados a los síntomas depresivos fueron las responsabilidades de cuidado, la separación de la familia, los conflictos familiares y la soledad. Los niveles de depresión fueron calificados de moderados a altos y los científicos detectaron que empeoraron con el tiempo.
Las mujeres también tenían más probabilidades de presentar síntomas depresivos durante la pandemia en comparación con los hombres, y un mayor número de mujeres informaron de la separación de la familia, del aumento del tiempo dedicado a los cuidados, así como de las barreras para el cuidado.
Respecto de los adultos mayores dentro de grupo de edades superiores a los 50 años tenían el doble de probabilidades de padecer síntomas depresivos durante la pandemia en comparación con la época prepandémica. Sin embargo, aquellos con menores ingresos y peor salud, ya sea por condiciones de salud preexistentes o por preocupaciones de salud surgidas durante la pandemia, experimentaron un mayor impacto.
“Estos hallazgos sugieren que los impactos negativos de la pandemia en la salud mental persisten y pueden empeorar con el tiempo, y subrayan la necesidad de intervenciones adaptadas para abordar los factores de estrés de la pandemia y aliviar su impacto en la salud mental de los adultos mayores”, añade Raina.
Se trata de la primera investigación publicada sobre el COVID-19 que surge de la CLSA, una plataforma nacional de investigación sobre el envejecimiento en la que participan más de 50.000 adultos de mediana edad y mayores residentes en la comunidad en el momento de de su incorporación al plan. La plataforma está financiada por el Gobierno de Canadá a través de los Institutos Canadienses de Investigación Sanitaria y la Fundación Canadiense para la Innovación.
Por otra parte, el pasado 17 de noviembre se conoció un amplio estudio efectuado mediante la realización de 8 millones de llamadas a líneas de ayuda en 19 países que encontró que los volúmenes de contactos a esos números aumentaron durante la primera ola de infecciones por coronavirus. La soledad y las preocupaciones sobre la pandemia impulsaron a la mayoría de las personas a llamar por ayuda.
El análisis, publicado por Nature, es uno de los más grandes para abordar los desafíos de salud mental durante la pandemia. Los autores informan que las llamadas a las líneas de ayuda aumentaron durante las primeras seis semanas de la ola inicial de infecciones por coronavirus. En el pico de las seis semanas, el número total de llamadas fue un 35% más alto que antes de la pandemia.
“El aumento de llamadas se debió principalmente a que más personas llamaron porque querían a alguien con quien hablar sobre esta pandemia”, indicó Marius Brülhart, economista de la Universidad de Lausana en Suiza y coautor del artículo. “En cambio, no hubo casi llamadas por violencia doméstica o suicidio”, agregó. Además, el equipo descubrió que en Francia y Alemania, las llamadas a las líneas telefónicas de ayuda relacionadas con el suicidio aumentaron cuando los bloqueos se volvieron más estrictos, pero disminuyeron con la llegada de apoyo financiero del gobierno, como pagos para trabajadores sin licencia y negocios en dificultades.
El proyecto se forjó en los primeros días de la pandemia en 2020, cuando Brülhart y un colega buscaban una forma de monitorear el impacto de la pandemia y los bloqueos resultantes en la salud mental. La mayoría de los análisis de salud mental a gran escala se basan en registros de salud electrónicos y datos sobre resultados de salud mental como los suicidios. Pero estos informes tienden a ser lentos. “Por lo general, el tiempo no es un gran problema. Pero en una pandemia, a uno le gustaría saber qué está pasando hoy”, remarcó Brülhart.
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