Los brotes de SARS-CoV-2 en hogares de ancianos han sido devastadores y han llevado a la investigación profusa, las alertas continuas de entidades internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) o los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de EEUU (CDC, por sus siglas en inglés), además de la creación de unidades de tratamiento de la enfermedad por coronavirus dentro de los propios centros, de modo de atender a los pacientes afectados con especial foco en sus patologías primarias y en las que podrían comprometer la evolución posterior, en caso de un contagio por COVID-19.
Aunque se han desarrollado centenares de documentos y testeos en torno a la problemática de los centros de acogida de las personas de la tercera edad, una de las falencias en la consecución investigativa ha sido el de la frecuencia y la persistencia de la contaminación ambiental por SARS-CoV-2 en estas unidades.
Este particular virus persiste, permanece, lo hace en superficies como mesas, botones de llamada y controles remotos de televisores dentro de las habitaciones de los pacientes, de la sala de enfermería, de los espacios comunes según revelaron investigadores de la Universidad de Michigan en un estudio nuevo de reciente publicación en la revista especializada Journal of the American Geriatrics Society.
El presente estudio encuentra que un asombroso 90% de las habitaciones de los pacientes de COVID-19 analizados mostraban signos de coronavirus detectable en al menos una superficie. En algunos casos, los científicos encontraron partículas de SARS-CoV-2 días después de que el paciente hubiese salido del hospital.
Si bien aún es cierto que la gran mayoría de las infecciones por COVID-19 ocurren debido a la transferencia aérea, estos hallazgos sugieren que las superficies ciertamente también pueden ser contagiosas, especialmente en lugares como un hogar de ancianos.
En total, el equipo recolectó 2.000 muestras tanto del interior como de las 104 habitaciones cercanas que albergaban a un paciente COVID-19 positivo. Ese trabajo reveló que el 28% contenía rastros de ARN de coronavirus. Los investigadores analizaron un total de cuatro hogares de ancianos de Michigan entre octubre de 2020 y enero de 2021.
Sin embargo, los autores del estudio no probaron los hisopos de ARN recolectados para ver si eran realmente infecciosos. Aún así, concluyen que esta investigación puede ayudar significativamente a identificar las superficies que los trabajadores de la salud deben limpiar y desinfectar de forma rutinaria.
“Estos datos muestran que el coronavirus es omnipresente y persistente en las habitaciones de los residentes de hogares de ancianos con COVID-19, y destacan la importancia constante de una limpieza y protección rigurosa del personal y los visitantes”, dice la primera autora del estudio, Lona Mody, líder de la investigación de prevención de infecciones en hogares de ancianos en el Departamento de Medicina Interna de Michigan Medicine.
Según explican los especialistas, el enfoque de este documento no intenta generar alarma sino “contribuir a detener la propagación de COVID-19 dentro de los hogares de ancianos”
En una nota más tranquilizadora, este estudio también concluye que el virus SARS-CoV-2 no viajó fuera de las habitaciones específicas de los pacientes dentro de los hogares, en su mayor parte. Los científicos teorizan que este hallazgo se debe a las prácticas de limpieza diligentes entre el personal de mantenimiento y salud.
Todas las habitaciones examinadas pertenecían a pacientes que dieron positivo por COVID-19 dentro de las dos semanas posteriores a la inspección. Cada uno incluyó pacientes colocados en una unidad COVID especializada para tratamiento y aislamiento. También vale la pena señalar que más de la mitad de los individuos infectados con COVID-19 tenían demencia y necesitaban ayuda con tareas como bañarse y vestirse.
Mientras tanto, los autores del estudio consideraron que la mitad de los pacientes eran residentes de hogares de ancianos de estancia corta “Este es un dato importante de mencionar porque cuanto más independiente y capaz de cuidarse a sí mismo es un paciente, más probable fue que en los relevamientos no pudiera detectarse COVID-19 en las superficies de su habitación”, citan en el documento los especialistas.
Por contexto, los hogares de ancianos han sido los principales sitios de brotes de COVID-19 desde que comenzó la pandemia. Las estimaciones muestran que hasta un tercio de todas las muertes por COVID-19 en EEUU, país donde se realizó esta investigación, fueron pacientes en hogares de ancianos. Si bien muchos pacientes que habitan estos espacios ahora están vacunados, los autores del estudio enfatizan que aún existe “un gran riesgo entre los residentes, visitantes y personal no vacunados”.
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