Un equipo de médicos, científicos e ingenieros del Hospital de Addenbrooke y de la Universidad de Cambridge en el Reino Unido colocó una máquina de filtración de aire en las salas de COVID-19 y comprobó que eliminaba casi todos los rastros de virus en el aire.
Si bien el descubrimiento podría tener implicaciones para mejorar la seguridad de las “salas de emergencia” reutilizadas de los hospitales, los investigadores afirman que el resultado también abre la posibilidad de que se puedan establecer normas para un aire más limpio que reduzca el riesgo de transmisión de infecciones por vía aérea.
Hoy se sabe que el coronavirus tiene varias formas de ser transmitido a otras personas y con el avance de la pandemia se fueron conociendo más detalles. En el inicio de la pandemia se creía que el contagio por superficies o fómites y por gotas eran las más importantes, pero hoy se sabe que la principal forma de contagio es por aerosoles. Las personas se pueden contagiar al respirar una alta concentración de aerosoles infectivos en poco tiempo (que se conoce como contagio en proximidad) o una baja concentración durante mucho tiempo de exposición (contagio a distancia).
A las diferentes formas de contagio del coronavirus, se suma que las personas pueden estar infectadas sin saberlo o sin tener síntomas. Pero pueden contagiar el virus al exhalar, al hablar o al cantar: se emiten aerosoles que contienen el coronavirus. El virus puede quedar suspendido en el aire por varias horas y otras personas pueden contagiarse.
“El contagio por aerosoles en proximidad es el que ocurre a menos de dos metros de la persona infectada, donde la concentración de aerosoles exhalados es mayor y por lo tanto, el riesgo de exposición es alto”, explicó a Infobae la científica del Conicet y la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, Andrea Pineda Rojas.
El otro tipo de contagio se produce a distancia. Implica una baja concentración durante mucho tiempo de exposición. En ambientes cerrados y mal ventilados, esos aerosoles emitido por una persona infectada se van acumulando en el aire. “Aunque se encuentre a más de dos metros de distancia de la persona infectada, otra persona puede inhalar una suficiente cantidad de aerosoles como para contagiarse”, subrayó. En cambio, al aire libre, la situación es diferente.
A lo largo de la pandemia, los hospitales se han visto desbordados en su capacidad. Se han visto obligados a tratar a muchos de sus pacientes con COVID-19 en pabellones reubicados, que a menudo carecen de la capacidad de cambiar el aire con una alta frecuencia. Aunque el uso de equipos de protección personal (EPP) reduce significativamente el riesgo de transmisión, hubo informes de transmisión del virus de paciente a los trabajadores sanitarios, potencialmente a través de la inhalación de partículas virales.
Ante ese problema, un equipo de la Universidad de Cambridge y colaboradores investigó si los dispositivos portátiles de filtración de aire/esterilización por rayos ultravioleta podían reducir la transmisión del coronavirus por el aire en las salas generales que se habían reconvertido en una sala para atender pacientes con COVID-19 y en una unidad de cuidados Intensivos COVID. Los resultados de la investigación se publicaron en la revista Clinical Infectious Diseases.
El doctor Vilas Navapurkar, consultor en medicina de cuidados intensivos y uno de los líderes del estudio, dijo: “Reducir la transmisión aérea del coronavirus es extremadamente importante para la seguridad tanto de los pacientes como del personal. Un equipo de protección personal eficaz ha supuesto una gran diferencia, pero cualquier cosa que podamos hacer para reducir aún más el riesgo es importante”, afirmó.
“Por el número de pacientes ingresados con COVID-19, los hospitales han tenido que utilizar salas no diseñadas para gestionar infecciones respiratorias. Durante una época de gran actividad, pudimos reunir a un equipo de todo el hospital y la Universidad para probar si los dispositivos portátiles de filtración de aire, que son relativamente baratos, podrían eliminar el coronavirus del aire y hacer que estas salas fueran más seguras”, afirmó el experto.
El equipo llevó a cabo su estudio en dos unidades COVID-19 reutilizadas en el Hospital de Addenbrooke. Una de las áreas era una sala de emergencia que gestionaba pacientes que requerían un simple tratamiento con oxígeno o ningún tipo de apoyo respiratorio. La segunda unidad era una unidad de cuidados intensivos de emergencia que gestionaba pacientes que requerían ventilación, ya sea a través de una ventilación con máscara no invasiva o un apoyo respiratorio invasivo, que implicaba el uso de un tubo invasivo y una traqueotomía.
El equipo instaló un filtro de aire HEPA (que implica un estándar en el filtrado del aire) y un esterilizador UV. Los filtros HEPA se componen de miles de fibras tejidas para formar un material que filtra las partículas que superan un determinado tamaño. Las máquinas se colocaron en posiciones fijas y funcionaron continuamente durante siete días, filtrando todo el volumen de aire de cada sala entre cinco y diez veces por hora.
En la sala de operaciones, durante la primera semana previa a la activación del filtro de aire, los investigadores pudieron detectar el virus en todos los días de muestreo. Una vez que el filtro de aire se encendió y funcionó de forma continua, el equipo no pudo detectar el SARS-CoV-2 en ninguno de los cinco días de prueba. A continuación, apagaron la máquina y repitieron el muestreo; una vez más, pudieron detectar el coronavirus en tres de los cinco días de muestreo.
En la unidad de cuidados intensivos, el equipo encontró pruebas limitadas del virus SARS-CoV-2 en el aire en las semanas en las que la máquina estaba apagada y rastros del virus en un día de muestreo cuando la máquina estaba activa. Además, los filtros de aire redujeron de forma significativa los niveles de bioaerosoles bacterianos, fúngicos y otros virus tanto en la sala de cirugía como en la unidad de cuidados intensivos, lo que pone de manifiesto un beneficio añadido del sistema.
El primer autor del estudio, el doctor Andrew Conway Morris, del Departamento de Medicina de la Universidad de Cambridge, dijo: “Nos sorprendió mucho el efecto de los filtros de aire para eliminar el coronavirus en el aire de las salas. Aunque se trata de un estudio pequeño, pone de manifiesto su potencial para mejorar la seguridad de los pabellones, sobre todo en áreas no diseñadas para gestionar enfermedades altamente infecciosas como el COVID-19″.
El equipo de investigación desarrolló una técnica robusta para evaluar la calidad del aire, que consiste en colocar muestreadores de aire en varios puntos de la sala y luego analizar las muestras mediante ensayos de PCR similares a los utilizados en las pruebas de COVID-19 “estándar de oro”.
El profesor Stephen Baker, del Instituto de Inmunología Terapéutica y Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Cambridge, comentó: “Un aire más limpio reducirá el riesgo de transmisión de enfermedades por el aire, pero es poco probable que la mera instalación de un filtro de aire sea suficiente para garantizar que el aire esté suficientemente limpio. Cada habitación y cada situación serán diferentes. Una parte fundamental de nuestro trabajo ha sido el desarrollo de una forma sólida de medir la calidad del aire”.
El doctor Navapurkar resaltó: “Todos estamos familiarizados con la idea de tener normas para el agua limpia y para la higiene de los alimentos. Ahora tenemos que acordar normas sobre lo que es una calidad del aire aceptable y cómo cumplirlas y controlarlas”. La investigación contó con el apoyo de Wellcome, el Consejo de Investigación Médica y el Centro de Investigación Biomédica de Cambridge del Instituto Nacional de Investigación Sanitaria.
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