Durante la última década, los psicólogos evolucionistas han propuesto que muchas posturas morales funcionan para promover intereses personales. Al mismo tiempo, los genetistas del comportamiento han demostrado que muchas de esas posturas éticas tienen bases genéticas.
Los debates en torno a cómo educar en valores y las prácticas de construcción de parámetros de moralidad parecerían entrar en un carril nuevo cuando la genética empieza a considerarse determinante.
El sexo casual y el consumo de drogas recreativas pueden ser un tema especialmente incómodo de discutir para algunas familias más que para otras. Muchos pueden tener la moral personal en temas tan delicados como una cuestión de preferencia sexual y reflejos de la personalidad, pero un nuevo estudio que expertos holandeses acaban de publicar en la revista especializada Psychological Science da cuenta de que los genes, en realidad, pueden jugar un papel determinante en la configuración de la moralidad de las personas, más allá de la ética que adquieran en su desarrollo.
Investigadores de la Association for Psychological Science informaron en el documento que surge de su análisis que puede haber una “base genética común” que influya en las opiniones individuales sobre el sexo sin compromiso y el uso de drogas de forma recreativa.
Estas nuevas conclusiones a las que arribaron los especialistas tienen importantes implicancias en la comprensión que la ciencia moderna pueda hacer sobre cómo los genes y la herencia contribuyen a las opiniones y los valores morales que subyacen en el comportamiento de cada individuo.
“Las personas adoptan comportamientos y actitudes, incluidas ciertas opiniones morales, que son ventajosas para sus propios intereses -argumentó la autora principal del estudio, Annika Karinen, investigadora de la Vrije Universiteit de Amsterdam-. La gente tiende a asociar el consumo de drogas recreativas con el sexo no comprometido. En concordancia con estos pensamientos, las personas que están fuertemente orientadas hacia un alto compromiso en las relaciones sexuales condenan moralmente las drogas recreativas, ya que se benefician de entornos en los que un alto compromiso sexual es la norma”.
Investigaciones anteriores han descubierto que la apertura al sexo casual puede atribuirse, al menos en parte, a los genes de una persona, pero solo hasta cierto punto. Esta vez, el equipo de investigación se propuso determinar si lo mismo se aplica a las opiniones sobre el uso de drogas, que algunos conectan estrechamente con estar más abiertos al sexo sin compromiso.
Los autores del estudio encuestaron a 8.118 gemelos idénticos y fraternos finlandeses sobre su apertura, familiaridad o discordancia respecto al uso de drogas recreativas y al sexo fuera de una relación. Luego, los investigadores compararon a estos gemelos fraternos e idénticos para detectar cuántas opiniones sobre el sexo casual, el uso de drogas y la relación entre los dos dependen de tres factores distintos.
El primero de esos factores analizado fue la genética. El segundo ha sido el entorno compartido (crecer en la misma casa, barrio o comunidad) y el tercero se reservó para el relevamiento de las experiencias personales únicas. Ese proceso llevó a la conclusión de que las opiniones sobre el sexo y las drogas son heredables en un 50 por ciento y el 50 por ciento se explica por el entorno único de uno.
De manera similar, la relación entre la apertura al sexo casual y las opiniones sobre las drogas es atribuible en un 75 por ciento a efectos genéticos. El equipo también notó una superposición genética significativa. Por ejemplo, aproximadamente el 40 por ciento de los genes relacionados con la apertura al sexo casual también parecen tener una conexión con puntos de vista morales sobre las drogas recreativas.
“Estos hallazgos sugieren que los efectos genéticos que influyen en la apertura al sexo no comprometido se superponen con los que condicionan las opiniones morales sobre las drogas recreativas -concluyó Karinen-. Partes importantes de los temas candentes de la guerra cultural surgen de las diferencias en las preferencias de estilo de vida entre las personas, y esas diferencias parecen tener en parte una base genética radical. Lo que nos ayudaría a comprender mejor comportamientos, ideas y las dicotomías sociales”.
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