La tradicional teoría de la evolución de las especies parece retomar un remoto cariz de cierta verdad a partir de nuevos descubrimientos que especialistas suecos acaban de dar a conocer en materia de relación entre personas y primates.
El ADN de las personas es muy similar al del chimpancé, que en términos evolutivos es el pariente vivo más cercano. Los investigadores de células madre de la Universidad de Lund en Suecia han encontrado una parte del ADN que antes se pasaba por alto, llamado ADN no codificado, que parece contribuir a una diferencia que, a pesar de todas las similitudes, puede explicar por qué los cerebros humanos funcionan de manera diferente. El estudio acaba de publicarse en la revista científica Cell.
La investigación sugiere que el parentesco con el chimpancé se deriva de un ancestro común. Hace unos cinco o seis millones de años, los caminos evolutivos se separaron, lo que condujo al chimpancé de hoy y al Homo Sapiens a la humanidad del siglo XXI.
En este nuevo estudio, los investigadores de células madre de Lund examinaron qué hay en el ADN que hace que los cerebros humanos y de chimpancés sean diferentes, y han encontrado respuestas.
“En lugar de estudiar humanos y chimpancés vivos, utilizamos células madre cultivadas en un laboratorio. Nuestros socios en Alemania, EEUU y Japón reprogramaron las células madre a partir de las obtenidas de la piel. Luego, examinamos las células madre que habíamos convertido en cerebrales”, explica Johan Jakobsson, profesor de neurociencia en la Universidad de Lund, quien dirigió el estudio.
Usando las células madre, los investigadores cultivaron específicamente células cerebrales de humanos y chimpancés y compararon los dos tipos. Detectaron que los humanos y los chimpancés usan una parte de su ADN de diferentes maneras, lo que parece jugar un papel considerable en el desarrollo del cerebro.
“La parte de nuestro ADN identificada como diferente fue inesperada. Se trata de una variante estructural de ADN que antes se llamaba ADN basura, una cadena larga y repetitiva de ADN que durante mucho tiempo se consideró que no tenía ninguna función. Se buscó respuestas en la parte del ADN donde se encuentran los genes productores de proteínas, que solo constituye alrededor del dos por ciento de nuestro ADN completo, y se examinaron las proteínas mismas para encontrar ejemplos de diferencias”, señala Jakobsson.
Por lo tanto, los nuevos hallazgos indican que las diferencias parecen estar fuera de los genes que codifican proteínas en lo que se ha etiquetado como “ADN basura”, que se pensaba que no tenía función y que constituye la mayor parte del ADN.
“Esto sugiere que la base de la evolución del cerebro humano está en los mecanismos genéticos que probablemente son mucho más complejos de lo que se pensaba anteriormente, ya que se suponía que la respuesta estaba en ese dos por ciento del ADN genético -prosigue Jakobsson-. Nuestros resultados indican que lo que ha sido más importante para el desarrollo del cerebro se esconde en cambio en el 98 por ciento pasado por alto, lo que parece ser importante. Este es un hallazgo sorprendente”, sentencia.
La técnica de células madre utilizada por los investigadores de Lund es revolucionaria y ha permitido este tipo de investigación. La técnica fue reconocida por el Premio Nobel de Fisiología o Medicina de 2012. Fue el investigador japonés Shinya Yamanaka quien descubrió que las células especializadas se pueden reprogramar y desarrollar en todo tipo de tejido corporal. Y en el caso de los investigadores de Lund, en las células cerebrales. Sin esta técnica, no habría sido posible estudiar las diferencias entre humanos y chimpancés utilizando métodos éticamente defendibles.
“Creo que el cerebro es la clave para comprender qué es lo que hace humanos a las personas. ¿Cómo es que pueden usar su cerebro de tal manera que pueden construir sociedades, educar a sus hijos y desarrollar tecnología avanzada? ¡Es fascinante!”, añade el especialista
Jakobsson cree que en el futuro los nuevos hallazgos también pueden contribuir a respuestas genéticas a preguntas sobre trastornos psiquiátricos, como la esquizofrenia, una dolencia que parece ser exclusiva de los seres humanos.
“Pero hay un largo camino por recorrer antes de llegar a ese punto, ya que en lugar de llevar a cabo más investigaciones sobre el dos por ciento del ADN codificado, ahora podemos vernos obligados a profundizar en el 100 por ciento, una situación considerablemente más complicada como tarea de investigación”, concluye.
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