Los anticuerpos monoclonales, que son proteínas del sistema inmunitario que se crean en el laboratorio, han sido innovaciones altamente disruptivas. El científico argentino César Milstein y el alemán Georges Köhler desarrollaron un método para producir los anticuerpos monoclonales y fueron reconocidos con el Nobel de Medicina en 1984. El método “ha cambiado el mundo desde entonces. Ha supuesto una auténtica revolución en el diagnóstico, la investigación y la terapia, así como para las empresas farmacéuticas y biotecnológicas relacionadas, comparable en otros entornos a la revolución de Internet o de los microchips”, dice la catedrática de Inmunología de la Universidad de Vigo en España, África González Fernández, quien trabajó con el doctor Milstein durante su estancia postdoctoral en el laboratorio de Biología Molecular (MRC) de Cambridge, Inglaterra.
La experta, quien es doctora en Medicina, y ex presidenta de la Sociedad Española de Inmunología y del Centro de Investigaciones Biomédicas, acaba de publicar el libro Inmuno Power, en el cual detalla todo lo que se sabe hoy sobre el sistema inmune, cómo cuidarlo y cuáles han sido las aplicaciones del conocimiento y el método aportado por Milstein y Köhler.
Los anticuerpos monoclonales son anticuerpos producidos en laboratorios y diseñados para reconocer y unirse a receptores específicos que se encuentran en la superficie de las células. Se derivan de los anticuerpos naturales, que son proteínas complejas derivadas de una única célula B producida por el sistema inmune del organismo para reconocer y combatir a los invasores extraños, como las bacterias, los hongos y los virus.
En el organismo humano, y hay anticuerpos que se desarrollan para reconocer un patógeno, y después eliminarlos, matarlos. “El problema estaba en que la cantidad en la que producimos estos anticuerpos es en realidad pequeña. Podemos producir anticuerpos muy diferentes pero tenemos poca cantidad de ellos”, explicó la doctora. Por eso, los investigadores Milstein y Köhler buscaron cómo producir anticuerpos en grandes cantidades como un modo de combatir enfermedades y desarrollar tratamientos.
“La idea era sencilla, pero difícil de hacer -sostuvo González Fernández-. Las células plasmáticas se mueren y los linfocitos B que producen anticuerpos tampoco duran mucho tiempo. Sabemos que las células tumorales pueden ser incluso inmortales. La idea fue fusionar una célula B que produce el anticuerpo con una tumoral inmortal, dando lugar a una célula hibrida o ‘hibridoma’, con capacidad de producir el anticuerpo que quiero en grandes cantidades, pero no solo eso, también de ser inmortal”.
A través de ese proceso, la célula híbrida puede generar un anticuerpo de un solo tipo. Por eso se llama “un anticuerpo monoclonal”, y se puede cultivar o hacer fermentar en grandes cantidades. También se puede congelar durante largos períodos de tiempo para emplearlos después sin problemas.
La investigadora que trabaja en la institución CINBIO de Vigo comentó que, por ejemplo, se puede usar este anticuerpo frente al coronavirus. Se puede hacer crecer en grandes cantidades, e inyectarlo a pacientes para neutralizar el virus: “Estos son muy específicos y se llaman ‘balas mágicas’. Pueden ir por el organismo y cuando reconocen al virus lo neutralizan e impiden que entre en nuestras células y también ayudan a destruirla”.
Ya se han autorizado fármacos que incluyen anticuerpos monoclonales que neutralizan el virus. “Se podrían dar incluso de tipo preventivo, pero solo duran 21 días, habría que dar ese tratamiento cada cierto tiempo. Pero se podría dar de forma preventiva en residencias, centros de salud, y en personas que entran en el hospital de forma temprana, para ayudarles con el anticuerpo, en lugar de terapia con plasma, que es la otra opción”, remarcó la investigadora.
Uno de los anticuerpos monoclonales contra el COVID-19 fue evaluado el año pasado en un ensayo clínico multicéntrico para evaluar eficacia y seguridad. Está basado en un anticuerpo que se encontró en un paciente de la epidemia del coronavirus que se había iniciado también en China en 2002 (que se llamaba SARS). Con el ensayo clínico acelerado se llegó a la fase 3 y se encontraron buenos resultados. El anticuerpo, que se conoce ahora como sotrovimab, está diseñado para bloquear la adhesión del coronavirus y su entrada en células humanas. Es decir, el fármaco neutraliza al coronavirus. Como se desarrolló a partir del paciente de 2003, el tratamiento podría ser útil para las infecciones de otros virus de la familia de los coronavirus.
La investigadora González Fernández recordó que la técnica que hicieron los investigadores ganadores del Nobel no fue patentada, y ha permitido que miles de laboratorios en todo el mundo hayan podido desarrollar anticuerpos monoclonales frente a distintos blancos terapéuticos. “Desde entonces sí se usan miles de anticuerpos monoclonales que, en cambio, sí se patentan”, remarcó.
En la actualidad, los anticuerpos monoclonales tienen una inmensa variedad de usos. Se emplean para el diagnóstico de pacientes, la investigación científica de las enfermedades, la purificación de compuestos y para diversas terapias. Se utilizan en los test de embarazo, y con otros fines como saber si se ha desarrollado un tumor, para saber si un niño tiene leucemia, para cuantificar hormonas, para el diagnóstico de una infección viral, o conocer la evolución de pacientes con VIH.
Para purificar compuestos es otra de sus funciones, ya que los anticuerpos permiten concentrar y purificar sustancias, y que pueden emplearse para muchos fines, como por ejemplo tratar a hemofílicos. “Estos pacientes no pueden producir un factor de la coagulación y antes tenían que ir al hospital a recibir concentrados de plasma, algo que cambió con los anticuerpos monoclonales, ya que las empresas pueden fabricar el factor de forma recombinante y se vende en un vial, que el paciente puede inyectarse desde casa cada vez que lo necesita”, afirmó.
Sin embargo, “el gran salto” y “la gran utilización” de los anticuerpos monoclonales se está dando en el campo del tratamiento, tanto para cáncer como para las enfermedades autoinmunes, la alergia, para evitar el rechazo de trasplantes, o para la degeneración macular asociada a la edad. “Para todas ellas ha sido casi un antes y un después”, destacó la investigadora.
Hoy se la conoce como ‘terapia biológica’ o inmunoterapia, “una aplicación espectacular, por su extraordinaria eficacia”, capaz de neutralizar componentes inflamatorios, bloquear o activar receptores, matar células tumorales o despertar a un sistema inmunitario adormecido para que mate a un tumor, según detalla.
“Las personas con artritis reumatoide tienen un deterioro articular de las manos, los pies y las rodillas, por ejemplo. Hay un tratamiento muy eficaz con un anticuerpo que captura esa sustancia que hace que se deterioren las articulaciones, el ‘TNF’, y hay un anticuerpo que lo captura”, indicó. Actualmente, también se están desarrollando anticuerpos monoclonales para personas viviendo con el VIH con diferentes vías de administración. Buscan que las personas reciban el tratamiento solo una o dos veces por año.
Los anticuerpos monoclonales han supuesto una “auténtica revolución” en Medicina e Inmunología, pero también en otros muchos ámbitos como la microbiología, la virología, la ecología, la botánica y las neurociencias, siendo muy empleada por tanto en el ámbito de la investigación. “Tenemos la opción de contar con una herramienta específica para identificar prácticamente cualquier elemento que queramos”, afirmó.
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