La búsqueda de la verdad sobre el origen del coronavirus, conocido como SARS-CoV-2, que dio lugar a la pandemia actual continúa. Alguno científicos sostienen que el brote que se produjo tras el salto del virus desde un animal al ser humano. Pero también hay otros que señalan que el patógeno podría haberse originado a partir de la fuga desde un laboratorio del Instituto de Virología de Wuhan, aunque China lo niega. Ahora se conocieron más detalles sobre el hallazgo de tres virus en murciélagos de Laos que son más similares al SARS-CoV-2 que cualquier otro virus conocido.
Laos es un estado situado en el interior de la península de Indochina, en el Sudeste Asiático. Limita con Birmania y China al noroeste, Vietnam al este, Camboya al sureste, y Tailandia al oeste y suroeste. Un grupo de científicos del Instituto Pasteur de Francia y de la Universidad de Laos fueron a investigar murciélagos que habitan en el Norte de ese país. Atraparon algunos animales que viven en cuevas, lograron recolectar muestras de saliva, orina y heces y luego los volvieron a soltar en la oscuridad.
Según informó la revista Nature, los investigadores de Francia y Laos afirman que los tres virus que encontraron en esos murciélagos tienen partes de su código genético que refuerzan la hipótesis de que el coronavirus tiene un origen natural. Pero también advirtieron que el descubrimiento también hace temer que existan numerosos coronavirus con potencial para infectar a las personas en el futuro.
Hasta el momento, los resultados de la investigación en Laos no han sido revisados por pares, pero se han publicado en el servidor de preimpresión Research Square. Lo más preocupante, según los investigadores, es que los nuevos virus contienen dominios de unión a receptores casi idénticos a los del SARS-CoV-2, por lo que pueden infectar células humanas. El dominio de unión al receptor permite al SARS-CoV-2 unirse a un receptor llamado ACE2 en la superficie de las células humanas para entrar en ellas.
Para hacer el descubrimiento, Marc Eloit, virólogo del Instituto Pasteur de París, y sus colegas de Francia y Laos, tomaron muestras de saliva, heces y orina de 645 murciélagos en cuevas del norte de Laos. En tres especies de murciélagos de herradura (Rhinolophus), encontraron virus que son más del 95% idénticos al SARS-CoV-2. Los llamaron BANAL-52, BANAL-103 y BANAL-236.
“Cuando se secuenció por primera vez el SARS-CoV-2, el dominio de unión al receptor no se parecía a nada que hubiéramos visto antes”, comentó Edward Holmes, virólogo de la Universidad de Sydney, en Australia. Eso hizo que algunas personas especularan con que el virus había sido creado en un laboratorio, pero de acuerdo con Holmes los coronavirus de Laos confirman que estas partes del SARS-CoV-2 existen en la naturaleza.
Antes hubo otros estudios que encontraron parientes del SARS-CoV-2 en Tailandia, Camboya y Yunnan, en el sur de China. Con el nuevo en Laos, se sugiere que el sudeste asiático es un “punto caliente de diversidad para los virus relacionados con el SARS-CoV-2″, consideró Alice Latinne, bióloga evolutiva de la Wildlife Conservation Society Vietnam en Hanoi.
El año pasado, los investigadores describieron otro pariente cercano del SARS-CoV-2, llamado RaTG13, que se encontró en murciélagos de Yunnan. Los tres virus recién descubiertos en Laos tienen secciones individuales que son más similares a las secciones del SARS-CoV-2 que las observadas en cualquier otro virus.
Los virus intercambian trozos de ARN entre sí mediante un proceso llamado recombinación, y una sección de BANAL-103 y BANAL-52 podría haber compartido un ancestro con secciones de SARS-CoV-2 hace menos de una década, dice Spyros Lytras, virólogo evolutivo de la Universidad de Glasgow.
Sin embargo, el estudio en Laos no aclara cómo un progenitor del virus podría haber viajado a Wuhan, en el centro de China, donde se identificaron los primeros casos conocidos de COVID-19, o si el virus viajó en un animal intermedio. Las respuestas podrían provenir del muestreo de más murciélagos y otros animales salvajes en el sudeste asiático.
Los descubrimientos en Laos y en los otros países asiáticos podrían ayudar a los investigadores para que anticipen pandemias futuras. Los árboles genealógicos de los virus ofrecen pistas sobre dónde se esconden las variantes potencialmente peligrosas y cuáles son animales que deben analizar los científicos para encontrarlas.
Con respecto al virus SARS-CoV-2 y al RaTG13, los investigadores saben que comparten el 96 por ciento de su genoma. Con base en las mutaciones que porta cada virus, los científicos han estimado que comparten un ancestro común que infectó a los murciélagos hace unos 40 años. Ambos virus infectan las células mediante el uso de una espícula molecular, llamada “dominio de unión al receptor”, para adherirse a su superficie.
La espícula de RaTG13, adaptada para adherirse a las células de los murciélagos, solo puede adherirse débilmente a las células humanas. La espícula del SARS-CoV-2, por el contrario, puede sujetar células en las vías respiratorias humanas, el primer paso hacia un caso potencialmente letal de COVID-19.
En los coronavirus que se hallaron en Laos, la mezcla de genes les ha dado un dominio de unión al receptor que es muy similar al del SARS-CoV-2. El intercambio genético original sucedió hace aproximadamente una década, según un análisis preliminar de Spyros Lytras, un estudiante graduado de la Universidad de Glasgow en Escocia. Lytras y sus colegas ahora no solo comparan el SARS-CoV-2 con los nuevos virus de Laos, sino con otros parientes cercanos que se han encontrado en los últimos meses y están encontrando más evidencias de la transferencia de genes.
Días atrás, la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció que 700 personas se han postulado para integrar un nuevo comité que buscara salvar sus investigaciones, en medio de sospechas de favoritismos a los intereses de China. En setiembre pasado, científicos internacionales enviados a China por la Organización Mundial de la Salud para averiguar el origen del coronavirus habían denunciado que la investigación se estancó y advirtieron que la ventana de oportunidad para resolver el misterio se está “cerrando rápidamente”.
Las muestras que preserva China son consideradas “pistas vitales”. Por lo cual se insta a que esas pruebas, como las investigaciones que ordena Beijing, estén accesibles a la supervisión de expertos extranjeros para poder validar las gestiones y resultados.
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