Morten Kringelbach es danés y neurocientífico. Su especialidad se nombra con palabras algo complejas, pero claramente comprensibles: la eudaimonía (la vida bien vivida), la hedonia (el placer) y su opuesto, la anhedonía (falta de placer) y cómo lo que todo esto involucra afecta a la salud.
Es uno de los más importantes analistas de la temática en la Universidad de Oxford, donde ejerce como profesor del Departamento de Psiquiatría. Además, dirige el Centro de Música en el Cerebro de la Universidad de Aarhus, en su Dinamarca natal y fundó el Hedonia Research Group.
El placer, a pesar de ser fundamental para la experiencia y la evolución humanas, es bastante difícil de definir. Aristóteles argumentó que lo que se llama placer se compone de al menos dos aspectos distintos, hedonia y eudaimonía. Sin embargo, “es sorprendentemente difícil demostrar que alguien que es feliz es también alguien que ha tenido mucho placer”, dijo a el neurocientífico, en un diálogo que mantuvo con Infobae vía telefónica y por correo electrónico.
La investigación de Kringelbach sobre cómo funciona el placer en el cerebro busca encontrar las conexiones entre experimentar placer hedonista (comida, sexo, drogas) y vivir una vida eudaimónica.
Cuando una persona se encuentra bien, describió, “existe un sistema de toma y daca entre diferentes regiones del cerebro que produce experiencias de placer que contribuyen acumulativamente a la sensación de bienestar”.
Pero existen “las imperfecciones en los mecanismos que gobiernan el placer en el cerebro que nos dejan susceptibles a condiciones como la adicción, una fijación malsana en la búsqueda del placer o la depresión, en las que tanto el deseo de placer como el placer en sí se ven significativamente disminuidos”.
“Una característica común de estos y otros trastornos afectivos es que alejan a las personas de lo que son los dos aspectos clave, a menudo pasados por alto, del placer: variedad y comunidad. En última instancia la variación en el placer, junto con compartir ese disfrute con los demás, es lo que se necesita para una vida eudaimónica bien equilibrada”, explicó.
Kringelbach recordó que para Aristóteles “el objetivo de la vida humana era vivir bien, prosperar y, en última instancia, tener una buena vida”. Se trata de objetivos que encierran la propia palabra “eudaimonia” que es “un concepto distinto de hedonia”.
Entre otros aspectos el arte juega un papel en el bienestar y la eudaimonía. “La música en particular es un fenómeno culturalmente omnipresente que brinda alegría y vínculos sociales a los oyentes. De hecho investigaciones han revelado una idea de cómo la dulce anticipación de la música y otras formas de arte puede conducir al placer, pero aún falta una comprensión completa de su papel en la eudaimonia”, aclaró.
-¿Para qué sirve el placer?
-Está íntimamente ligado al procesamiento emocional, cognitivo y de recompensa en el cerebro. En general, la experiencia hedónica está posiblemente en el corazón de lo que nos hace humanos, pero al mismo tiempo es también uno de los factores más importantes que nos impiden mantenernos saludables. Por lo tanto, comprender los mecanismos cerebrales subyacentes puede ayudarnos a comprender y potencialmente tratar los problemas graves de los trastornos afectivos.
-¿El placer produce alegría?
La relación no resulta tan obvia. Se trata de algo parecido a bienestar completo y sentido de realización. Pero ¿cómo se mide el sentido de la vida? El placer y el goce se pueden generar experimentalmente con bastante facilidad. Por ejemplo, cuando los sujetos perciben que algo está sabroso, que les gusta. Ello está relacionado con la eudemonía. No obstante, no existe ninguna prueba sólida de que estos pequeños placeres, incluso en grandes cantidades, nos conviertan en personas felices. Ahora bien, los estudios han demostrado que existe una relación entre la anhedonia, es decir, la falta de goce y alegría, y la infelicidad. Cuando entendamos mejor el modo en que se origina el goce en el cerebro deberíamos ser capaces de aliviar la anhedonia y ayudar a las personas a salir de la infelicidad. Por otro lado es un mito que los hedonistas sean más felices que otras personas. Aquellos que se encuentran en una persecución interminable de placer por el placer mismo a menudo son infelices
-¿Qué están estudiando en este momento en la organización que presiden, en Hedonia?
-Nos estamos concentrando en utilizar una variedad de métodos conductuales, de neuroimagen, neuroquirúrgicos y computacionales para investigar las múltiples facetas del placer en la salud y la enfermedad. Siguiendo el ejemplo de Aristóteles, nos interesan los placeres fundamentales que brindan la comida, el sexo y las interacciones sociales, que son fundamentales para la supervivencia, pero también nos interesan los placeres de orden superior, como la música y el arte, que están fuertemente vinculados a la vida significativa y atractiva. En particular, estamos investigando los mecanismos neuronales de la música. También estamos dilucidando los mecanismos cerebrales fundamentales del gusto y el olfato en el Flavor Institute.
-También los bebés han despertado su interés
-Así es. Son un foco principal de nuestra investigación y especialmente cómo sus sonidos, apariencia y olores influyen fuertemente en el cerebro adulto. Intentamos comprender mejor el desarrollo de la relación entre padres e hijos, lo que también puede ayudar a moldear la forma en que podemos intervenir cuando las cosas van mal, por ejemplo, en la falta de sueño o la depresión posparto. La empatía juega un papel clave en esta relación profundamente significativa que estamos ayudando a encontrar nuevas formas de explorar en el primer Museo de la Empatía del mundo.
-El lazo padre-madre-hijo, según sus conclusiones, ¿está en un sector del cerebro?
.Sí, creemos que una posible región del cerebro, la corteza orbitofrontal medial, es clave para generar el deseo instintivo de cuidar y criar a los bebés. Esta área, ubicada justo encima de los globos oculares y conectada al área importante para reconocer rostros, es clave para controlar las emociones. Este descubrimiento ayuda a responder la pregunta evolutiva de por qué vemos a los bebés como algo especial. La respuesta de los padres a los bebés fue similar entre los hombres, las mujeres y los voluntarios del estudio que no tenían hijos, lo que proporciona evidencia de que esta reacción es innata.
-¿La ternura de los bebés es una manipulación?
-Descubrimos que está ligada a los cinco sentidos Así que no son solo las mejillas regordetas y la nariz respingada. Es el olor fresco, las risitas, y la sonrisa abierta lo que te hace sentir que un bebé es lindo; esto también hace que las personas presten más atención al niño. Esto puede ayudar a los bebés a sobrevivir, ya que necesitan atención constante para crecer. La ternura es, entonces, un mecanismo protector que se utiliza para mantener vivos a los bebés. El cuidado implica una coreografía compleja de comportamientos prosociales lentos, cuidadosos, deliberados y duraderos, que encienden los sistemas fundamentales de placer del cerebro que también están involucrados al comer o escuchar música, y siempre involucran experiencias agradables.
-Mucha gente cree que el placer y el deseo son obstáculos para un comportamiento razonable e inteligente
-Lo que deseamos, lo que nos agrada –de hecho, nuestras tendencias más viles y animales– son en realidad fuentes de información muy importantes. Nos motivan por una buena razón. Y comprender esa razón, tener en cuenta esa razón, y aprovechar y dirigir esa razón, puede hacernos personas mucho más racionales y efectivas. Al explorar las múltiples facetas del placer, el deseo y la emoción, nos conducimos a través de todo el espectro de la experiencia humana, por ejemplo, cómo la emoción alimenta nuestro interés en las cosas, lo que nos permite prestar atención y aprender. Si entendemos y aceptamos cómo el placer y el deseo surgen en la compleja interacción entre la actividad cerebral y nuestras propias experiencias, podemos descubrir qué nos ayuda a disfrutar la vida, permitiéndonos tomar mejores decisiones y, en última instancia, llevar vidas más felices.
-En momentos tan complejos como la pandemia, por ejemplo, ¿qué ocurre con el placer?
-El placer es una forma de experimentar el mundo sensorial. Al ver, oír, oler o saborear algo que se considera como placentero, la información pasa a través de las cortezas sensoriales del cerebro. Pero ahí no es donde está codificado el placer. Gracias a la participación de varias regiones cerebrales, es algo que se añade más adelante como un brillo hedónico. Así, el placer no es meramente una sensación o un pensamiento. El placer consiste en ciclos de deseo, gusto y aprendizaje.
Una buena vida depende de un sistema cerebral que pueda pasar por este ciclo de cambios de manera ordenada. Cuando ese ciclo se interrumpe, el placer no se obtiene. En la emergencia del COVID-19 otros sentimientos arreciaron la energía hedónica. Sin embargo, cuando algo sale mal y lo que se espera no se cumple, como ocurrió en este último año y medio, eso es un obstáculo para el placer. Si la red funciona sin problemas, después de un tiempo se sacia. El cerebro aprende de la experiencia actualizando las asociaciones y haciendo predicciones futuras.
Entonces el ciclo se detendrá y se pasará a otras cosas. De modo que se puede construir placer aún en la adversidad. El cerebro desajusta las expectativas para reducir las pérdidas de placer y adaptarse a lo posible.
Sin embargo, una de las alertas que más se disparó en este último tiempo, una vez extendida la pandemia, fue una masiva aparición de anhedonia, la condición cuando uno ya no puede sentir placer, es un síntoma clave de los trastornos neuropsiquiátricos. Una persona deprimida, por ejemplo, todavía puede estar motivada para tomar café, pero cuando lo hace, puede que no sienta placer por ello. Esto puede empeorar las cosas, ya que pueden sentir que debería estar experimentando alegría, pero no lo hace, lo que multiplica el efecto negativo. En pandemia, las personas vieron opacados sus placeres. Esa sombra duradera desdibujó las capacidades de percibir goce.
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