La mayor parte de las personas que se contagian el coronavirus se recuperan por completo en unas semanas. Pero algunos, incluso aquellas que han tenido versiones leves de la enfermedad, siguen presentando síntomas después de su recuperación inicial, como la pérdida del olfato o del gusto. Ahora se descubrió que las personas que tienen menos de 40 años tienen más probabilidades de recuperar esos sentidos antes que los mayores.
El sentido del olfato o del gusto se recupera en un plazo de seis meses para 4 de cada 5 recuperados del COVID-19 que han perdido estos sentidos, según los resultados preliminares de un estudio aún sigue curso en la Universidad Virginia Commonwealth de los Estados Unidos.
El trabajo se hizo con 798 participantes mayores de 18 años a través de una encuesta sobre la pérdida del olfato y el gusto y el COVID-19. Esas personas habían dado positivo en la prueba de COVID-19 y habían informado de una pérdida del olfato o el gusto. Los resultados del estudio fueron publicados en la revista American Journal of Otolaryngology.
El doctor Evan Reiter, director médico del Centro de Trastornos del Olfato y el Gusto de VCU Health y coinvestigador del estudio, dijo que los últimos datos muestran que 4 de cada 5 participantes, independientemente de la edad, recuperaron el olfato y el gusto en seis meses. “Con nuestra cohorte, vimos una tasa de recuperación de alrededor del 80% en un período de seis meses o más”, dijo Reiter. “Sin embargo, el 20% sigue siendo mucha gente, teniendo en cuenta los millones de personas que se han visto afectadas por el COVID-19″, advirtió con respecto al número de personas con más demora en la recuperación de los sentidos.
Los síntomas que experimentaron los recuperados del COVID-19 y las enfermedades preexistentes que padecían también ofrecieron información sobre su recuperación. Los que tenían antecedentes de lesiones en la cabeza tenían menos probabilidades de recuperar el sentido del olfato. La recuperación también fue menos probable para los que tuvieron dificultad para respirar durante la COVID-19. Sin embargo, los que tenían congestión nasal tenían una mayor probabilidad de recuperar el olfato.
“La mayor probabilidad de recuperar el olfato en las personas con congestión nasal es razonable simplemente porque se puede perder el sentido del olfato porque se está muy congestionado y los olores no pueden entrar en la nariz”, dijo Reiter. “Ciertamente, un subgrupo de esas personas congestionadas podría haber perdido el sentido del olfato simplemente porque estaban muy congestionadas, y no por un daño nervioso debido al virus, como en otros casos”.
Según la Organización Mundial de la Salud, se han producido más de 230 millones de casos de COVID-19 en todo el mundo. Si las estimaciones de la encuesta reflejan la población mundial, más de 20 millones de personas podrían tener una pérdida persistente del olfato o el gusto más de seis meses después de su diagnóstico de COVID-19.
Desde abril de 2020, cuando las noticias sobre la pérdida del olfato y el gusto como síntoma de la COVID-19 se difundieron, los investigadores de la Universidad de Virginia Commonwealth (conocida por su sigla VCU en inglés) han estado trabajando para determinar cuánto tiempo podría durar. La meta era ayudar a identificar tratamientos u otras consideraciones para la salud de quienes han perdido esos sentidos. Hasta la fecha, casi 3.000 personas de todo Estados Unidos han participado en la encuesta, que realiza un seguimiento de los síntomas a lo largo del tiempo.
Los investigadores del Centro de Trastornos del Olfato y el Gusto para este estudio en curso son Daniel Coelho, autor principal y profesor del Departamento de Otorrinolaringología - Cirugía de Cabeza y Cuello; Richard Costanzo, autor principal, director de investigación del centro y profesor emérito del Departamento de Fisiología y Biofísica; Zachary Kons, estudiante de medicina de la Facultad de Medicina de la VCU; y Reiter. Entre los coautores del último trabajo se encuentran también el doctor Yongyun Shin, profesor asociado, y Serenity Budd, estudiante de doctorado, ambos del Departamento de Bioestadística de la Facultad de Medicina de la VCU.
Los resultados de la encuesta anterior, que había sido publicada en abril, mostraron que el 43% de los participantes declararon sentirse deprimidos y que el 56% manifestó una disminución del disfrute de la vida en general al experimentar la pérdida del olfato o del gusto. La preocupación más común en cuanto a la calidad de vida fue la reducción del disfrute de la comida, con un 87% de los encuestados que indicaron que era un problema. La incapacidad de oler el humo fue el riesgo de seguridad más común, señalado por el 45% de los encuestados. La pérdida de apetito (55%) y la pérdida de peso involuntaria (37%) siguen planteando problemas a los pacientes, afirmó Coelho.
“Cuanto más aprendamos de los afectados, mejor podremos aconsejar a sus proveedores de atención sanitaria e incluso a los propios individuos sobre cómo gestionar esos síntomas”, afirma Coelho. “A través de este estudio, seguimos obteniendo una imagen más clara de los riesgos que el COVID-19 supone para la calidad de vida, la seguridad y la salud y el bienestar a largo plazo, al tiempo que buscamos respuestas sobre el tratamiento”.
Para aquellos que buscan un respiro a la pérdida de olfato, el entrenamiento olfativo con aceites esenciales puede ayudar. “Sigo recomendándolo a mis pacientes. Es de bajo coste y bajo riesgo”, dijo Reiter. El Grupo de Trabajo Clínico sobre el Olfato, un grupo internacional de médicos con gran interés en la investigación del sentido del olfato, recomendó este método como opción a principios de este año. El grupo descubrió que el entrenamiento del olfato podría ayudar a fomentar la recuperación de los daños nerviosos.
“También diría que, potencialmente, puede hacer que las personas estén un poco más sintonizadas con el nivel de función que les queda, de modo que podría hacerlas más sensibles y más capaces de utilizar los sensores y neuronas restantes que están funcionando”, afirmó Reiter. Y para aquellos que puedan estar preocupados por la posibilidad de perder estos sentidos, Reiter dijo que una dosis de prevención es lo que se necesita.
“Lo que los CDC y la OMS han estado diciendo -vacunarse, usar una mascarilla o barbijo, la higiene de las manos- todas las cosas aparentemente simples que están fácilmente disponibles al menos aquí en los Estados Unidos, afortunadamente, son importantes”, dijo Reiter. “Para prevenir estas consecuencias a largo plazo, hay que minimizar las posibilidades de contraer la enfermedad en primer lugar, porque, una vez que aparece, no tenemos forma de influir en su curso o en su gravedad”, reconoció.
Los investigadores están trabajando en una solución. Costanzo y Coelho desarrollan un dispositivo de implante para restaurar el sentido del olfato, que comenzó años antes de la pandemia. Los dos son optimistas y creen que, cuando esté en funcionamiento, podría ser una fuente de esperanza para los que tienen una pérdida de olfato duradera.
“El interés internacional que hemos observado en la búsqueda de soluciones para la pérdida del olfato, dado su impacto duradero en los pacientes, ha aumentado considerablemente durante esta pandemia”, dijo Costanzo. “Aunque esperamos que los síntomas de estas personas mejoren -y la mayoría lo hacen-, este dispositivo podría marcar la diferencia para aquellos cuyo sentido del olfato no regresa”, agregó. El dispositivo se comportaría de forma muy parecida a un implante coclear, que restablece la audición de las personas con pérdida auditiva.
Con respecto a los próximos pasos de la investigación, el equipo del estudio espera centrar su atención en cómo las diferentes variantes de COVID-19, como la variante Delta, afectan a la pérdida y recuperación del olfato y el gusto. Cuentan con financiamiento de la Fundación MEDARVA y de los Institutos Nacionales de Salud.
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