Astronomía, turismo sostenible, sustentable y ciencia. Eso es el astroturismo, una actividad al alza entre viajeros de todo el mundo y que puede ser una forma de proteger el cielo nocturno de la creciente contaminación lumínica.
Casi un tercio de la humanidad no puede ver la Vía Láctea cuando mira al cielo por la noche. En Europa esa cifra sube hasta el 60 % de la población, en EE.UU. hasta el 80 %.
Objetivo: salvar los cielos nocturnos
La oscuridad del cielo nocturno es un recurso cada vez más escaso en el mundo -y que resulta esencial para la astronomía- debido a la luz artificial procedente del desarrollo urbano.
Este ha sido uno de los problemas debatidos esta semana en una conferencia virtual, concluida este viernes, sobre “Cielos oscuros para la ciencia y la sociedad”, organizada por la agencia espacial de la ONU (Unoosa), con sede en Viena, y el Instituto Astrofísico de Canarias (IAC).
Para Antonia Varela, del IAC, la creciente popularidad del astroturismo, que cada año lleva a más y más personas a buscar lugares apartados y libres de contaminación lumínica para observar el cosmos, es una forma de proteger los cielos nocturnos.
En este sentido, Pedro Duque, ministro de Ciencia de España, ha asegurado durante una intervención virtual en la última jornada de la conferencia que “un cielo claro y estrellado ofrece numerosas oportunidades culturales y educativas para comunidades locales y los emprendedores”.
En Argentina, algunos de los destinos son San Juan, San Luis, Mendoza y Chaco. En la región, se puede disfrutar en Torres del Paine (Chile), Parque nacional Lençois Maranhenses (Brasil) o Salar de Uyuni (Bolivia).
Incluso este último fin de semana largo en Argentina, precisamente en el Municipio de Lobos, se llevó adelante una jornada de astroturismo, conducida por el periodista y astro guía Ezequiel Brahim, en la costanera municipal de la famosa laguna de Lobos.
Contra el cambio climático
“El astroturismo puede ser un instrumento para mitigar el cambio climático”, ha defendido Varela en el foro internacional.
Varela explicó a Efe que el turismo, cuando es sostenible, puede ser una herramienta para luchar contra la crisis climática.
“La movilidad no la vamos a evitar nunca. Para viajar hay que tocar, hay que sentir, hay que oler. Lo que tenemos que buscar es una movilidad más sostenible”, explica la científica.
Varela es directora de la Fundación Starlight, una iniciativa del IAC para reconocer con un certificado oficial los lugares más indicados para ver las estrellas, avalado tanto por la Unesco como por la Organización Mundial de Turismo y la Unión Astronómica Internacional.
El “certificado Starlight” es el único en el mundo que reconoce entornos específicamente orientados al astroturismo, para lo cual se basa, principalmente, en el nivel de contaminación lumínica, aunque también influyen aspectos como la movilidad o la venta de productos de alimentación locales.
Un entorno esencial
Preservar lugares donde haya poca contaminación lumínica es esencial para la labor de astrofísicos e investigadores, que muchas veces dependen de telescopios terrestres para detectar la debilísima luz que nos llega desde el pasado del universo.
De esta forma, destaca Varela, se ha conseguido estudiar el centro galáctico y la evolución primigenia del universo, o buscar exoplanetas, todos ellos campos “altamente dependientes de la contaminación lumínica”.
La situación podría cambiar, sin embargo, de continuar la tendencia actual de aumento en la potencia de la luz artificial: según la ONU, en términos de área iluminada y resplandor, la luz artificial ha crecido un 2 % anual en la última década, prácticamente el doble de la tasa de crecimiento de la población mundial.
Esto tiene un efecto claro en el cielo nocturno, ya que aumenta el conocido como “skyglow”, o brillo celeste, que se produce cuando las partículas de luz artificial quedan desperdigadas en la atmósfera y bajan de vuelta a la tierra por el efecto de moléculas, aerosoles o nubes.
Este efecto es inevitable en algunos casos, pero en muchos otros se podría prevenir blindando la luz para que no se emita hacia arriba, o modificando la longitud de onda para reducir la cantidad de luz azul, que es la que suelen emitir las bombillas LED y que se desperdiga por la atmósfera con más facilidad.
Daños a la salud y el medio ambiente
El exceso de luz artificial tiene además numerosos efectos sobre la salud y el medio ambiente, hasta el punto de que existen estudios que lo ligan a un aumento en la probabilidad de sufrir cáncer de mama o próstata, según el cardiólogo estadounidense Mario Motta.
Motta participó, junto a investigadores de todo el mundo, en el segundo día del foro, donde se discutió sobre los efectos nocivos de la luz artificial y se abogó por presionar a las autoridades para limitar y mejorar la calidad de la iluminación en el mundo.
De hecho, el objetivo principal de esta serie de conferencias, que han tratado desde la protección de los observatorios hasta la importancia de mantener el silencio de radio, es el de consensuar una serie de propuestas de cara al foro legal de Unoosa, que se celebrará en Viena 2021.
La esperanza es que el documento final se convierta en una referencia internacional para la protección de los cielos oscuros.
Con información de EFE
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