Una de las preocupaciones en materia de cultivos que se encuentran a la cabeza cotidianamente de jardineros y agricultores es la que proviene de los efectos que los insectos herbívoros ocasionan en sus siembras.
Los depredadores que se alimentan de insectos herbívoros emiten olores que las plagas pueden percibir, según reveló un nuevo estudio a cargo de un equipo de investigadores de la Universidad Estatal de Pensilvania.
Esta conclusión interpreta que el efecto generado por el olor es el cambio del comportamiento de las plagas e incluso su fisiología para evitar ser devorados. Con los insectos cada vez más resistentes a los pesticidas tradicionales, los investigadores ahora informan que han desarrollado una forma de embotellar el “olor del miedo” producido por los depredadores para repeler y perturbar a los insectos destructivos de forma natural sin la necesidad de sustancias agresivas.
De ese modo, un difusor que huele a “miedo” podría ayudar a mantener las plagas alejadas de las plantas de jardín, El aroma especial tiene compuestos producidos por las vaquitas de San Antonio, también conocidas como mariquitas, un depredador natural de insectos herbívoros que devastan jardines y cultivos.
Los insectos herbívoros, además de configurar una amenaza para los jardineros y los cultivos de los agricultores de todo el mundo, pueden transmitir enfermedades y son cada vez más resistentes a los pesticidas tradicionales.
“No es raro usar nuestros sentidos para evitar situaciones de riesgo. Si un edificio se incendiara, nosotros, como seres humanos, podríamos usar nuestros sentidos de la vista u olfato para detectar la amenaza. Existe evidencia de tales respuestas conductuales al riesgo en todos los taxones que sugieren que los organismos presa pueden detectar amenazas de depredación, pero los mecanismos de detección no se comprenden muy bien, especialmente con los insectos”, reveló la coautora del estudio e investigadora principal, Sara Hermann.
Los pulgones son plagas altamente destructivas cuya resistencia a los pesticidas y la capacidad de transmitir enfermedades de las plantas los convierte en un problema persistente para los productores. También resultan ser una de las comidas favoritas de las vaquitas de San Antonio, que los jardineros y agricultores agradecen como una especie de control natural de plagas. Eso se debe a que los pulgones y otros insectos herbívoros se mantendrán alejados de los campos donde pueden oler a los depredadores cercanos, encontraron los investigadores.
Los olores que desprenden estos insectos indican a los pulgones que dejen de reproducirse y que le crezcan alas más grandes, ambos comportamientos para evitar amenazas.
El equipo de investigación identificó y extrajo el “olor volátil” de las vaquitas mediante cromatografía de gases, una técnica que separa los diferentes componentes de un olor. Luego, los pulgones se conectaron a una máquina de electroantenograma (EAG) por sus antenas y se expusieron a cada componente individualmente para ver cuál tenía la mayor reacción.
La fuerza de su respuesta se basó en la señal captada por la máquina EAG, que está diseñada específicamente para probar las reacciones de los insectos a los olores. De los muchas sustancias emitidos por las vaquitas de San Antonio, la respuesta más fuerte fue a una clase de compuestos químicos conocidos como metoxipirazinas. Específicamente, estos incluían isopropil metoxipirazina, isobutil metoxipirazina y sec-butil metoxipirazina. Estos se aprovecharon en una mezcla de olor especial, que se puede colocar en un difusor de aceite esencial y esparcirse en un jardín o en el campo.
Los investigadores ahora esperan probar sus difusores al aire libre para ver si producen los mismos resultados. También buscan medir el área de dispersión de los aromas que emitirán y ver si podrían aplicarse a otras plagas, depredadores y cultivos.
“Los insectos dependen de las señales olfativas para encontrar comida, parejas y lugares para vivir, por lo que esta es una gran oportunidad para investigar cómo usar estos olores para manipular su comportamiento”, concluyó la coautora del estudio, Jessica Kansman.
El nombre científico de las vaquitas de San Antonio es Coccinellidae. Es una familia de insectos del orden de los Coleópteros de la superfamilia Cucujoidea. Popularmente son llamadas de diferentes maneras, según el país. Mientras en Argentina y Uruguay son vaquitas de San Antonio, por ejemplo en España, Venezuela y Perú, entre otros, se la conoce como mariquita.
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