Desde el inicio de la pandemia, la comunidad médica fue observando que si las personas con diabetes se contagiaban el coronavirus, la enfermedad resultaba más grave. La infección podía empeorar más rápido tanto en pacientes con diabetes tipo 1 como la diabetes tipo 2. Por ese riesgo aumentado, las personas con diabetes han sido priorizadas para recibir la vacuna contra el COVID-19. Pero con el paso del tiempo ahora se sabe que no le va tan mal a todas las personas con diabetes por igual. Un estudio realizado en el Reino Unido sugirió quiénes son los que estarían con mayor riesgo.
La investigación, presentada durante la reunión anual de la Asociación Europea para el Estudio de la Diabetes (EASD), fue publicada en la última edición de la revista Diabetologia. Los especialistas exploraron si el COVID-19 era más mortal para algunas personas con diabetes que para otras.
El grupo liderado por Daniel Kevin Llanera y Rebekah Wilmington, que investigan en Countess of Chester NHS Foundation Trust, en el Reino Unido, descubrieron que la diabetes tipo 2 se asocia a un mayor riesgo de mortalidad en los pacientes hospitalizados por COVID-19 que la diabetes de tipo 1.
La diabetes tipo 1, aunque puede desarrollarse en adultos, se caracteriza porque tiene mayor incidencia entre los jóvenes y los niños. En este tipo de diabetes, el propio sistema inmunitario del paciente produce una destrucción de las células beta del páncreas, lo que origina una deficiencia total de insulina. La insulina es la hormona que permite que la glucosa de los alimentos pase a las células del organismo. No se puede prevenir la aparición de la diabetes tipo 1 y no se conocen las causas que la provocan.
En tanto, la diabetes tipo 2 puede afectar a personas de cualquier edad, incluso niños, pero se desarrolla con mayor frecuencia en personas adultas y mayores. La obesidad y una vida sedentaria son, entre otros, algunos de los factores que pueden provocar este tipo de diabetes. La mayoría de las personas con diabetes tipo 2 pueden producir insulina, pero no en las cantidades suficientes que el organismo necesita para su correcto funcionamiento. En muchos casos, y en clara diferencia con la diabetes tipo 1, la diabetes tipo 2 puede prevenirse si se mantienen unos hábitos de alimentación saludables y se combinan con una actividad física moderada.
En el caso de contraer COVID-19, las personas con diabetes tienen mayor riesgo de gravedad si tienen una edad avanzada y un nivel de la proteína C reactiva (PCR) elevado. Con esos factores presentes, hay un mayor riesgo de muerte en las personas con diabetes que se contagian el coronavirus.
Las personas más jóvenes (menores de 70 años) con enfermedad renal crónica, una complicación habitual de la diabetes a largo plazo, también tenían una mayor probabilidad de morir. En cambio, el índice de masa corporal no estaba relacionado con la supervivencia.
La información se ha utilizado para crear un modelo sencillo que puede servir para predecir qué pacientes tienen más riesgo de morir. Aunque las personas con diabetes no tienen más probabilidades de contraer COVID-19 que otras, sí tienen más probabilidades de enfermar gravemente si la contraen, aclararon los investigadores.
El estudio se llama ACCREDIT, y buscó la relación entre una serie de características clínicas y bioquímicas y el riesgo de mortalidad en los siete días siguientes al ingreso en el hospital de los pacientes diabéticos COVID-19. Participaron en el estudio 1.004 pacientes de siete hospitales del noroeste de Inglaterra que tenían una edad media de 74,1 años. La mayoría (60,7%) eran hombres y el 45% vivía en zonas clasificadas como las más desfavorecidas del Reino Unido.
El índice de masa corporal (BMI) es una medición del peso de una persona en cuanto a su altura. Es más de un indicador que una medición directa de la grasa de cuerpo entero de una persona. A través del estudio, se encontró que el promedio del índice de masa corporal de los pacientes participantes fue de 27.6. El 56,2% tenía complicaciones macrovasculares de la diabetes (por ejemplo, infarto de miocardio o ataque cerebrovascular) y el 49,6% tenía complicaciones microvasculares (por ejemplo, neuropatía o retinopatía).
El 7,5% fueron ingresados en cuidados intensivos y el 24% murieron a los siete días siguientes al ingreso en el hospital. La mayor privación socioeconómica y la mayor edad de los pacientes estudiados pueden ayudar a explicar por qué la mortalidad a los siete días fue mayor que en otros estudios, dijo el doctor Llanera. Sin embargo, se necesitan más investigaciones para confirmarlo.
Aproximadamente uno de cada diez pacientes (9,8%) necesitó infusiones de insulina, lo que significa que se les pasó de recibir otros tratamientos a la insulina intravenosa para controlar mejor su nivel de azúcar en sangre.
Los análisis mostraron que los pacientes con diabetes de tipo 2 tenían 2,5 veces más probabilidades de morir en los siete días siguientes al ingreso que los que tenían otros tipos de diabetes. Los autores del estudio afirman que esto puede deberse a que la diabetes de tipo 2 suele darse en personas mayores y puede ir acompañada de otros problemas de salud de larga duración, lo que les hace correr un mayor riesgo de sufrir peores resultados.
Sin embargo, los que se sometieron a infusiones de insulina tuvieron la mitad de probabilidades de morir que los que no necesitaron insulina intravenosa. Los autores del estudio afirman que la diferencia puede ser un indicio de que un mejor control de la glucemia puede mejorar los resultados en pacientes con COVID grave y diabetes.
El riesgo de muerte también fue mayor entre los menores de 70 años con enfermedad renal crónica. Tenían 2,74 veces más probabilidades de morir que los menores de 70 años sin enfermedad renal crónica. El doctor Llanera comentó: “Según varios estudios, los pacientes con enfermedad renal diabética presentan un estado proinflamatorio crónico y una desregulación inmunitaria, lo que dificulta la lucha contra el virus en comparación con alguien que tiene un sistema inmunitario que funciona correctamente”.
Además, señaló el experto, “los receptores ACE2 están regulados hacia el aumento en los riñones de los pacientes con enfermedad renal y diabetes. Se trata de moléculas que facilitan la entrada del coronavirus en las células. Esto puede conducir a un ataque directo de los riñones por parte del virus, lo que posiblemente conduzca a peores resultados generales”
La combinación de edad avanzada y un marcador de inflamación -PCR- se relacionó con un riesgo de muerte más de tres veces superior al séptimo día. Los autores del estudio afirman que si el marcador da elevado se correlaciona con un alto grado de inflamación, que puede acabar provocando una falla orgánica. Los datos han servido para crear un modelo que, si se aplica a un paciente con características demográficas similares, puede predecir un mayor riesgo de muerte en 7 días utilizando sólo la edad y el nivel del marcador de PCR, que es una proteína.
El doctor Llanera agregó: “Ambas variables están fácilmente disponibles durante el ingreso en el hospital. Esto significa que podemos identificar fácilmente a los pacientes en las primeras fases de su estancia en el hospital que probablemente requerirán intervenciones más agresivas para intentar mejorar la supervivencia”.
A diferencia de algunos estudios anteriores, el índice de masa corporal y HbA1c, que es el nivel medio de azúcar en sangre, no se asociaron a la muerte. Tampoco se observó ninguna asociación significativa con las complicaciones de la diabetes, aparte de la enfermedad renal crónica, ni con el uso de los fármacos inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (ECA) y bloqueadores de los receptores de la angiotensina (ARA), que son medicamentos para la presión arterial.
La proporción de pacientes (9,8%) que pasaron a recibir infusiones de insulina es superior a la cifra típica del 8%, lo que sugiere que los pacientes de COVID-19 requieren mayores niveles de aportación de los equipos de diabetes de los pacientes hospitalizados.
Según Llanera, “para ayudar a nuestros pacientes con diabetes a sobrevivir a esta pandemia, necesitábamos explorar más a fondo qué es lo que les hace correr el riesgo de sufrir peores resultados. Estos resultados permitirán a otros investigadores y clínicos averiguar cómo podemos intervenir mejor, lo que nos permitirá ofrecer a nuestros pacientes el tratamiento más adecuado”.
Recientemente, se había dado a conocer en los Estados Unidos, otra investigación sobre los pacientes con diabetes. Fue publicado en la revista PNAS de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. Señaló como responsable a una enzima llamada SETDB2. Esta misma enzima ha sido implicada en las heridas inflamatorias que no cicatrizan en las personas con diabetes.
La doctora Katherine Gallagher, de los Departamentos de Cirugía y Microbiología e Inmunología de Michigan Medicine, el investigador James Melvin, y un equipo de colaboradores partieron de un modelo de infección por el coronavirus en ratones. Descubrieron que la enzima SETDB2 estaba disminuida en las células inmunitarias implicadas en la respuesta inflamatoria -que se conocen como macrófagos- en los ratones infectados con diabetes. Posteriormente, los científicos observaron lo mismo en los monocitos-macrófagos de la sangre de personas con diabetes y COVID-19 grave.
“Creemos que tenemos una explicación para que estos pacientes desarrollen una tormenta de citoquinas”, dijo el doctor Melvin. En los modelos de ratón y humano, señalaron Melvin y Gallagher, a medida que la enzima SETDB2 disminuía, la inflamación aumentaba. Además, revelaron que una vía conocida como JAK1/STAT3 regula a la enzima en los macrófagos durante la infección por coronavirus. En conjunto, los resultados apuntan a una posible vía terapéutica.
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