En el mundo ya se han administrado más de 5,9 mil millones de dosis de vacunas contra el COVID-19 en todo el mundo. Pero la variante Delta sigue avanzando y ha pasado a ser la predominante en muchos países. En ese contexto, las niñas y los niños que no han recibido las vacunas están siendo más afectados. En países como Estados Unidos, con el 55% de la población con esquema completo, las muertes de niños y bebés están conmoviendo más. Mientras tanto, los científicos están corriendo una carrera para desentrañar qué pasa en el sistema inmune de los niños que desarrollan casos graves de la enfermedad COVID-19.
“Es muy duro ver sufrir a los niños”, dijo el doctor Paul Offit, experto en enfermedades infecciosas del Hospital Infantil de Filadelfia, en los Estados Unidos, que -al igual que otros hospitales pediátricos del país- se ha visto inundado de pacientes con la infección por el coronavirus. Desde el aumento de las hospitalizaciones hasta el desarrollo del COVID-19 prolongado, que es el síndrome con diferentes síntomas que puede aparecer después de la fase aguda de la infección, los niños pueden verse muy afectados por el Covid-19.
Según la Academia Estadounidense de Pediatría (AAP), casi el 26% de las infecciones por Covid-19 registradas en la semana que terminó el 16 de septiembre fueron en niños. Los médicos diagnosticaron más de 225.000 casos en niños en la misma semana, lo que eleva el número total de infecciones por Covid-10 en niños menores de 18 años desde el inicio de la pandemia a 5,5 millones, con al menos 534 muertes. “Después de disminuir a principios del verano, los casos infantiles han aumentado exponencialmente, con más de 925.000 casos en las últimas cuatro semanas”, dijo la AAP en un comunicado.
En España, donde el 76% de la población tiene el esquema completo de vacunas, hay un índice de infectados de 91,21 personas con cada 100.000. La situación oscila en aproximadamente 60 puntos entre los que cuentan actualmente con más casos y los que menos. Los menores de 12 años están en lo más alto con 127,86 positivos según la notificación del viernes pasado.
Los aumentos de casos de COVID-19 en niños hace más urgente una cuestión que ha desconcertado a los científicos durante toda la pandemia: ¿Qué protege a la mayoría de los niños de enfermar gravemente? ¿Y por qué a veces falla esa protección en algunos niños?
Uno de los estudios publicados en la revista JCI Insight fue liderado por la científica del Colegio de Medicina Albert Einstein, en Nueva York, Betsy Herold. Descubrió que los niños tienen una inmunidad de las mucosas especialmente fuertes. Señalaron que los chicos tienen membranas en las mucosas que actúan como los “muros de piedra” en capas que protegían las ciudades medievales de los invasores. Están formadas por células epiteliales -que también recubren muchos órganos internos- que conviven con las células dendríticas y los macrófagos del sistema inmune, según explicó la doctora Herold.
Las células epiteliales estén cubiertas de proteínas actúan como centinelas. Cuando detectan algo extraño, como un nuevo virus, alertan a las células para que empiecen a liberar unas proteínas llamadas “interferones”, que ayudan a coordinar la respuesta inmune del organismo.
En tanto, otro hallazgo sobre el COVID-19 en los niños fue publicado recientemente en la revista Nature Biotechnology por el científico Roland Eils y sus colegas del Centro de Salud Digital, que depende del Instituto de Salud de Berlín, en Alemania. Descubrieron que las vías respiratorias superiores de los niños están “preactivadas” para combatir el coronavirus. Sus vías respiratorias están repletas de las células centinelas, entre los que se encuentran algunos que son excelentes para reconocer el coronavirus.
Esa presencia permite que los niños activen inmediatamente su sistema inmunitario innato, liberando interferones que ayudan a frenar al virus antes de que pueda establecerse, dijo Eils. En cambios, los adultos tienen muchos menos centinelas en la vigilancia y tardan unos dos días en responder al virus. Para cuando esas células se activan en adultos, el virus puede haberse multiplicado exponencialmente, y el control se hace mucho más difícil.
Cuando la inmunidad innata no logra controlar un virus, el cuerpo puede recurrir al sistema inmunitario adaptativo, una segunda línea de defensa que se adapta a cada amenaza única. El sistema adaptativo crea anticuerpos, por ejemplo, adaptados a cada virus o bacteria que el cuerpo encuentra.
Aunque los anticuerpos son uno de los elementos de la respuesta inmunitaria más fáciles de medir y, por lo tanto, suelen citarse como indicadores de protección, los niños no parecen necesitar tantos para luchar contra el Covid-19, afirmó la doctora Herold. De hecho, la investigación demuestra que los niños con Covid-19 tienen menos anticuerpos neutralizantes que los adultos. Como los niños suelen eliminar el coronavirus tan rápidamente, se evita que el organismo gatille una respuesta inflamatoria en exceso que puede conducir a un cuadro grave.
Las investigaciones también demuestran que los niños sanos tienen grandes reservas de un tipo de células pacificadoras, llamadas células linfoides innatas, que ayudan a calmar un sistema inmunitario hiperactivo y a reparar los daños en los pulmones, según aclaró el doctor Jeremy Luban, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Massachusetts. A medida que se crece, el número de esas células pacificadoras disminuye.
La pregunta es qué pasa cuando el sistema inmune falla ante la infección del coronavirus. Entre las respuestas tentativas, las investigaciones sugieren que algunos niños tienen sistemas inmunitarios innatos más robustos que los adultos porque han experimentado muchas infecciones respiratorias recientes, dentro de sus primeros años. Eso puede preparar sus sistemas inmunitarios para ataques posteriores. Pero según el doctor Eils, los recién nacidos no han vivido lo suficiente como para preparar a su sistema inmunitario frente a las infecciones. Incluso los niños pequeños pueden no generar una respuesta inmune fuerte.
Otras razones que podría influir en el desarrollo de los cuadros graves en la infancia están relacionadas con las enfermedades o síndromes que los niños ya tienen antes de la infección por el coronavirus. Se encontró entre el 30% y el 70% de los niños hospitalizados con Covid-19 en los Estados Unidos tenían afecciones subyacentes que aumentan su riesgo, como el síndrome de Down, la obesidad, las enfermedades pulmonares, la diabetes o las inmunodeficiencias. Los bebés prematuros también corren un mayor riesgo, al igual que los niños que se han sometido a un tratamiento contra el cáncer.
Dos meses después de la ola con la variante Delta, los hospitales de todo el sur de los Estados Unidos están diagnosticando más niños con el síndrome inflamatorio multisistémico, que se genera a partir de la infección aguda por el coronavirus. Los efectos más graves del síndrome inflamatorio multisistémico (MIS-C) en los niños suelen resolverse en seis meses.
Los chicos que padecen MIS-C suelen tener más infecciones leves o asintomáticas, pero se enferman aproximadamente un mes después: desarrollan síntomas como náuseas, vómitos, sarpullido, fiebre y diarrea. Algunos desarrollan coágulos de sangre y una presión arterial peligrosamente baja. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, más de 4.661 niños han sido diagnosticados con MIS-C y 41 han muerto.
Una explicación aportada por Lael Yonker, del Hospital General de Massachusetts y equipo sugieren que las partículas virales pueden filtrarse desde el intestino al torrente sanguíneo, provocando una reacción sistémica en todo el organismo de los niños.
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