La científica Nadia Chaudhri empezó a sentirse muy cansada, con dolores abdominales difusos, y dolor lumbar, entre otros cambios. Fue a la consulta médica en enero del año pasado, y le indicaron un antibiótico porque sospecharon que se trataba de una infección urinaria. En marzo, los dolores siguieron. Recién en mayo le pudieron diagnosticar que se trataba de un cáncer de ovario. Ya estaba avanzado. Chaudhri, quien es también madre de un niño de 6 años, se sintió desolada. Estaba justo en la cima de su carrera como investigadora en la adicción al alcohol y otras drogas, y de repente todo parecía terminarse abruptamente. Pero Chaudhri inició un recorrido diferente. A diario, cuenta sus vivencias en Twitter.
La científica nació en la ciudad de Karachi, Pakistán, hace 43 años. Su madre había sido criada en el Reino Unido, y eso hizo que Chaudhri tuviera un mayor interés por el mundo Occidental. A los 17 años, tomó dos valijas con ropas y casetes con las canciones que le gustaban, y viajó a los Estados Unidos. Se graduó en el Colegio Franklin & Marshall, que la había becado para estudiar, y se orientó hacia las neurociencias.
Recibió una beca del prestigioso Instituto Médico Howard Hughes para completar su doctorado en la Universidad de Pittsburgh y allí desentrañó algunas pistas sobre qué hace que una personas vuelva a consumir tabaco a pesar de que sabe que es perjudicial para su salud.
Siguió luego investigando sobre la adicción al alcohol y en 2010 pasó a trabajar en la Universidad de Concordia, en Montreal, Canadá. Empezó a enseñar, a liderar su propio laboratorio y a publicar trabajos cada vez más valorados en la exigente comunidad científica internacional. Pasó a ser miembro del comité de Diversidad, Equidad e Inclusión del departamento de la universidad.
Pero el diagnóstico del cáncer de ovario, mayo de 2020, lo cambió todo. “Cuando me di cuenta de que el diagnóstico de cáncer de ovario avanzado significaba que tendría que cerrar mi laboratorio, me sentí desolada”, contó. “No poder contribuir a la investigación en mi campo fue un golpe enorme”, reconoció.
En lugar de pensar en el impacto negativo de la enfermedad, Chaudhri optó por ser proactiva. Y se concentró en la creación del Premio Nadia Chaudhri Wingspan, que usa la plataforma de recaudación de fondos FundOne de Concordia. El dinero recaudado será destinado a “estudiantes que se enfrenten a barreras sistémicas por diversas formas de prejuicio” y quieran realizar estudios de posgrado en neurociencia del comportamiento.
Hasta ahora, el campo de las neurociencias sigue siendo dominado por varones, y las mujeres, los negros, los indígenas, entre otros, enfrentan aún obstáculos para conseguir subsidios y publicar investigaciones. Cuando iban profesores visitantes varones a la universidad solían preguntarle de quién era el laboratorio. Como si una mujer no pudiera liderar su propio laboratorio para hacer investigaciones.
“Los efectos acumulados de tener que defender tu derecho a estar donde estás pueden ser desmoralizantes. La tensión de tener que hacer esto todo el tiempo es una de las razones por las que las mujeres abandonan la ciencia y el mundo académico”, afirmó Chaudhri en mayo pasado. Por eso, quiere que las minorías no enfrenten dificultades en el futuro.
“La doctora Chaudhri es una supervisora y mentora de investigación excepcional que ha hecho todo lo posible para promover y apoyar a los estudiantes de diversos orígenes para superar algunas de las barreras que ella misma encontró”, dijo Aaron Johnson, profesor y jefe del Departamento de Psicología de la Universidad de Concordia.
El fondo que Chaudhri creó ya recaudó casi 213.000 dólares. Se destinará inicialmente a becas para que los estudiantes participen en la conferencia de la Sociedad de Investigación en Alcoholismo, pero ella ya dispuso que será a perpetuidad. Con otra colega, había creado antes de la pandemia, un espacio para que los estudiantes debatan temas como el equilibrio entre la vida laboral y personal, la salud mental y el desarrollo de la carrera.
A partir del diagnóstico del cáncer con metástasis, Chaudhri fue sometida a una cirugía y luego recibió quimioterapia. Aceptó también participar en un ensayo clínico para pacientes con cáncer de ovario. Pero en marzo pasado desarrolló una obstrucción intestinal y tuvo que salir como voluntaria del ensayo. Ha ido contando sus experiencias como paciente en su cuenta en la red social Twitter. Hasta que en mayo pasado conmovió a sus seguidores.
“Hoy es el día en que le digo a mi hijo que me estoy muriendo de cáncer. Ha llegado a un punto en el que tiene que escucharlo de mí. Déjenme que todas mis lágrimas fluyan ahora para que pueda ser valiente esta tarde. Déjenme que grite de pena ahora para que pueda consolarle”, escribió el 11 de mayo pasado. El niño le contestó tras recibir la noticia: “Ojalá no lo supiera. Ojalá no me lo hubieras dicho”, contó Chaudhri en la red social. Ella y su marido le explicaron que era necesario decírselo, porque era parte de la familia, y le querían dar la oportunidad de hacer sus propias preguntas.
El 22 de agosto pasado, la científica pasó a estar en una sala de cuidados paliativos de un hospital en Canadá. Contó que estaba en “una habitación con una vista espectacular. Mi obstrucción intestinal no ha desaparecido. Estoy rodeada de amor y lista para que termine el dolor”. Desde entonces, inició una caminata para alentar a que más personas donen dinero para la recaudación para estudiantes.
Camina por los pasillos del hospital y nunca ha perdido la sonrisa. A veces, no puede moverse sola, pero su marido o personal del hospital la están ayudando en la movida que llama “the shuffle”, porque es el nombre de la caminata que hace su universidad tradicionalmente. A través de Twitter, su más de 110.000 seguidores han visto sus recorridos en el hospital y le comentan que su historia inspira. Estudiantes de diferentes universidades de Canadá también estado haciendo caminatas urbanas para promover su iniciativa y en el cartel que llevan son contundentes: “Nadia nos da alas”.
Milan Valyear, quien fue el primero en graduarse como doctor como parte del laboratorio de Chaudhri, contó a CBC Canadá que un diálogo con ella siempre le resuena. Le dijo que la fe ciega en uno mismo podía cambiarse por la confianza en uno mismo. “Tanto si tengo que tomar decisiones significativas muy importantes como decisiones muy triviales o técnicas, oigo su voz como un eco”, dijo Valyear.
Desde la sala de cuidados paliativos, Chaudhri recibe fotos o pinturas que le comparten en la web. Ella pinta con viejas acuarelas, que conserva desde su escuela secundaria en Pakistán. Pinta los paisajes que los seguidores le muestran. También ha pintado un árbol donde se imagina que estarán sus cenizas. “Mi Sol y Luna plantando mis cenizas en la base de un árbol Amelanchier. Dibujé esto para ayudar a mi Sol a visualizar mis deseos. Espero que te ayude”, escribió. Le llama Sol y Luna a su hijo y a su marido.
Días atrás, Chaudhri salió a hacer un llamado de atención. “Hoy la investigación del cáncer de ovario no cuenta con fondos suficientes”, escribió. En el mundo, 239.000 mujeres reciben el diagnóstico de cáncer de ovario cada año y 152.000 mueren.
A la población en general, les recomendó que desarrollen más conciencia sobre los síntomas porque la detección temprana mejora drásticamente el pronóstico. Les aconsejó a las mujeres: “Conozcan sus cuerpos. Presten atención a la fatiga y los cambios en las evacuaciones intestinales / del tracto urinario. Asegúrense de comprender todas las palabras de un informe médico. No minimicen su dolor o malestar. Encuentren a médicos expertos”.
También reconoció cómo ha vivido este final: “Aunque ha sido el momento más aterrador de mi vida, he estado llena de luminosidad y amor. Nunca había sentido tanto amor. He construido legados gracias a la inmensa generosidad de familiares, amigos y una tribu de seguidores que me han impulsado hasta las nubes. Daré un festín en mi nueva vida y daré la bienvenida a todos a mi mesa del bosque. No tengo miedo”.
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