Las mascarillas faciales protegen contra COVID-19. Esa es la conclusión de un ensayo clínico en Bangladesh, que respalda los hallazgos de cientos de estudios de laboratorio y de observación anteriores.
Los críticos de los mandatos de las mascarillas han citado la falta de ensayos clínicos aleatorizados relevantes, que asignen a los participantes al azar a un grupo de control o un grupo de intervención. Pero el último hallazgo se basa en un ensayo aleatorio en el que participaron casi 350.000 personas en las zonas rurales de Bangladesh. Los autores del estudio encontraron que las mascarillas quirúrgicas, pero no las de tela, redujeron la transmisión del SARS-CoV-2 en las aldeas donde el equipo de investigación distribuyó mascarillas faciales y promovió su uso.
“Esto realmente debería ser el final del debate”, explica Ashley Styczynski, investigadora de enfermedades infecciosas de la Universidad de Stanford en California y coautora de la preimpresión que describe el ensayo. La investigación “va un paso más allá en términos de rigor científico”, dice Deepak Bhatt, investigador médico de la Facultad de Medicina de Harvard en Boston, Massachusetts, que ha publicado una investigación sobre enmascaramiento.
Styczynski y sus colegas comenzaron por desarrollar una estrategia para promover el uso de máscaras, con medidas como recordatorios de los trabajadores de la salud en lugares públicos. Esto finalmente triplicó el uso de mascarillas, de sólo el 13% en las aldeas de control al 42% en las aldeas donde se fomentó. Luego, los investigadores compararon el número de casos de COVID-19 en unas y otras.
El equipo descubrió que el número de casos sintomáticos era menor en las aldeas de tratamiento que en las de control. La disminución fue de un modesto 9%, pero los investigadores sugieren que la verdadera reducción del riesgo es probablemente mucho mayor, en parte porque no realizaron pruebas de SARS-CoV-2 en personas sin síntomas o cuyos síntomas no cumplían con la definición de la Organización Mundial de la Salud de la enfermedad.
Diferencia material
El estudio relacionó las máscaras quirúrgicas con una caída del riesgo del 11%, en comparación con una caída del 5% para la tela. Ese hallazgo fue reforzado por experimentos de laboratorio cuyos resultados se resumen en la misma preimpresión. “Los datos muestran que incluso después de 10 lavados, las mascarillas quirúrgicas filtran el 76% de las partículas pequeñas capaces de transmitir el SARS-CoV-2 por el aire”, expone Mushfiq Mobarak, economista de la Universidad de Yale en New Haven, Connecticut, y coautor de el estudio. Por el contrario, el equipo descubrió que las máscaras de tela de 3 capas tenían una eficiencia de filtración de solo el 37% antes de lavarlas o usarlas.
Ni los hallazgos de laboratorio ni los de la prueba de la mascarilla han sido aún revisados por pares.
El único ensayo clínico alternativo aleatorizado de enmascaramiento durante la pandemia que se ha publicado hasta la fecha evaluó la relación entre el estado de infección de un individuo y el enmascaramiento autoinformado. “Al aleatorizar pueblos enteros -indica Monica Gandhi, médica de enfermedades infecciosas de la Universidad de California en San Francisco-, el último estudio mejora la evaluación tanto de la adherencia a la máscara como de la transmisión a nivel comunitario”.
Las mascarillas seguirán siendo una línea de defensa especialmente crucial en Bangladesh y otros países de ingresos bajos y medianos, donde el acceso a las vacunas es limitado o inexistente . “Si esto cambia el discurso donde las máscaras se politizan innecesariamente, eso es una ventaja”, concluye Mobarak.
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