La infección por el coronavirus no solo afecta a los pulmones de los afectados. Algunos también padecen problemas en sus riñones. Se conocieron los resultados del mayor estudio sobre los riños de pacientes que sobrevivieron a la infección aguda con el coronavirus en los Estados Unidos. Se encontró que, después de que los pacientes se recuperan de la infección inicial, los problemas renales pueden durar meses. Además, en algunos pacientes las secuelas pueden originar una reducción significativa de la función renal.
El estudio fue publicado en la revista Journal of the American Society of Nephrology. Se observó que cuanto más enfermos estuvieron los pacientes al principio de la infección, más probable era que sufrieran un daño renal prolongado. Incluso se encontró que las personas que contraen el virus pero presentan una infección menos grave podrían ser vulnerables al problema de daño en los riñones.
Consultado por Infobae, el presidente de la Sociedad Argentina de Nefrología, el doctor Guillermo Rosa Diez, consideró que el estudio realizado en los Estados Unido “es importante” porque aporta algo que muchos médicos sospechaban al atender pacientes con COVID-19. “Se sospechaba que los pacientes con COVID-19 que desarrollan una insuficiencia renal aguda podían después pasar a tener una insuficiencia renal crónica. El trabajo publicado contribuye con evidencia científica”, afirmó Rosa Diez.
Dentro del cuerpo humano, los riñones cumplen la función de eliminar las toxinas y el exceso de líquido de la sangre, ayudan a mantener una presión arterial saludable y regulan el equilibrio de electrolitos y de otras sustancias importantes. Cuando los riñones no funcionan bien, los líquidos se acumulan y provocan inflamación, presión sanguínea alta, debilidad en los huesos y otros problemas. Tiene impacto en otros órganos: el corazón, los pulmones, el sistema nervioso central y el sistema inmunitario pueden sufrir un deterioro. En la etapa terminal de la insuficiencia renal, quizás se necesite la diálisis o un trasplante de riñón. Es una enfermedad que puede provocar la muerte.
El nuevo estudio se basó en los registros de los pacientes del sistema de salud del Departamento de Asuntos de los Veteranos de los Estados Unidos. Analizó la información de 89.216 personas que tuvieron COVID-19 entre el 1 de marzo de 2020 y el 15 de marzo de 2021, así como la información de 1.637.467 personas que no tuvieron la infección.
Entre uno y seis meses después de haberse infectado, los sobrevivientes del COVID-19 tuvieron aproximadamente un 35 por ciento más de probabilidades de tener un daño renal o un deterioro considerable en la función renal que quienes no tuvieron COVID-19, según informó Ziyad Al-Aly, director del servicio de investigación y desarrollo en el Sistema de Atención a la Salud de Saint Louis del Departamento de Asuntos de los Veteranos y coautor del trabajo.
“Las personas que han sobrevivido a los primeros 30 días del COVID-19 están en riesgo de desarrollar insuficiencia renal”, advirtió Al-Aly, quien es nefrólogo y profesor adjunto de Medicina en la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington. Como muchas personas que tienen una función renal disminuida no experimentan dolor ni otros síntomas, “lo que importa en realidad es que la gente sepa que existe un riesgo y que los médicos de los pacientes que tuvieron COVID-19 estén muy atentos a la función y a la insuficiencia renal”, señaló Al-Aly.
Los dos grupos de pacientes del estudio diferían en que todos los miembros de un grupo se habían infectado con el coronavirus y los miembros del otro grupo podían haber tenido una variedad de otros padecimientos. Los investigadores intentaron reducir al mínimo las diferencias a través de análisis detallados que ajustaron a partir de una larga lista de características demográficas, enfermedades preexistentes, uso de medicamentos y si las personas estaban en geriátricos. El estudio incluyó personas que en su mayoría eran varones blancos de una edad promedio de 68 años. Por lo cual tiene una limitación para generalizarse en otras poblaciones.
Pero un aspecto importante es que contempló a más de 1,7 millones de pacientes con historias clínicas electrónicas detalladas, y eso lo convierte en el estudio más grande hasta ahora sobre problemas renales vinculados a COVID-19. Aunque los resultados no sean aplicables para todos los pacientes, el estudio sugiere que “existe una afectación muy notable a largo plazo para la salud renal de los sobrevivientes de COVID-19, sobre todo para quienes estuvieron muy enfermos durante la enfermedad aguda”, según el doctor C. John Sperati, nefrólogo y profesor adjunto de Medicina en la Universidad Johns Hopkins, quien no participó en el trabajo.
Para evaluar la función renal, el equipo de investigación analizó los niveles de creatinina, que es un producto de desecho que los riñones deben eliminar del cuerpo y también un indicador de la adecuada filtración de la sangre. Se sabía que las enfermedades y las infecciones importantes pueden provocar una pérdida más significativa o permanente de esta función, la cual puede producir una insuficiencia renal crónica o una insuficiencia renal en etapa terminal.
De acuerdo con el doctor Al-Aly, a través del estudio que lideró se descubrió que 4757 sobrevivientes de COVID-19 habían perdido al menos un 30 por ciento de la función renal en el año posterior a haber tenido la infección. Eso equivale a 30 años de deterioro en la función renal aproximadamente.
En el estudio se descubrió que existía un 25 por ciento más de probabilidades de que los pacientes que tuvieron COVID-19 alcanzaran ese nivel de deterioro que las personas que no contrajeron la enfermedad. Un grupo más pequeño de sobrevivientes del COVID-19 presentó deterioro más acentuado. Pero había un 44 por ciento más de probabilidades de que los pacientes con COVID-19 perdieran al menos el 40 por ciento de la función renal y era un 62 por ciento más probable que perdieran al menos el 50 por ciento que los pacientes sin covid.
Al-Aly informó que en 220 pacientes con COVID-19 se detectó insuficiencia renal en etapa terminal, la cual se presenta cuando se pierde al menos el 85 por ciento de la función renal. En el estudio se encontró que los sobrevivientes de COVID-19 tenían tres veces más probabilidades de recibir este diagnóstico que los pacientes sin el coronavirus. Además en el estudio se descubrió que meses después de haber tenido la infección, 2812 sobrevivientes sufrieron insuficiencia renal aguda, casi el doble que los pacientes que no tuvieron la infección.
En un estudio anterior realizado también por el equipo del doctor Al-Aly, en el que se analizaron muchos problemas de salud posteriores al COVID-19, incluidos los problemas renales, las personas que estuvieron hospitalizadas tenían un riesgo significativamente mayor de desarrollar problemas de salud a largo plazo en prácticamente todas las categorías médicas, incluidas las afecciones cardiovasculares, metabólicas y gastrointestinales, que las personas hospitalizadas.
“Las personas que corren mayor riesgo son las que realmente lo pasaron mal ya desde el inicio”, dijo Al-Aly al diario The New York Times. “Pero realmente, nadie se libra del riesgo”. Lo dijo porque el estudio también descubrió que incluso los pacientes con el coronavirus que nunca necesitaron hospitalización tenían un riesgo ligeramente mayor de sufrir problemas renales que la población general de pacientes. Pero el riesgo parecía tan pequeño.
El doctor Rosa Diez comentó a Infobae: “El estudio vuelve a remarcar que las infecciones y no sólo el COVID-19 puede afectar la función renal. También hay trabajos sobre las secuelas del virus de la gripe”. Recomendó a la población que tuvo COVID-19 que haga consultas con su médico de cabecera. “Como hoy se sabe que algunos pacientes desarrollan el síndrome del Post Covid o COVID-Prolongado, se debería estar más atento a los síntomas. Una secuela puede ser la alteración en los riñones. Por esto, incluso más si la persona pasó por cuadro grave de COVID-19, hoy es mejor consultar al médico para que pueda hacer un seguimiento y una evaluación adecuada de la situación de los riñones”.
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