La pandemia por COVID-19 se propaga principalmente porque las personas con la infección exhalan aerosoles que contienen el coronavirus y son inhalados por otros que se contagian. Esos contagios pueden ocurrir tanto a corta como a larga distancia especialmente en lugares cerrados, como oficinas, escuelas, hospitales, entre otros, si no tienen adecuada ventilación permanente. Ahora, un grupo de científicos revisó estudios científicos y advirtió que la transmisión por aerosoles no se da solo con el COVID-19 sino también con otras enfermedades respiratorias, aunque no se le ha prestado atención.
Los otros coronavirus que causaron pandemias como el de 2002 que apareció en China, y el MERS en 2012 en la península arábiga, la gripe, el sarampión y los rinovirus que causan los resfríos comunes pueden propagarse a través de aerosoles que pueden acumularse en el aire interior y permanecer durante horas. Así lo informa un equipo internacional e interdisciplinario de investigadores en una revisión publicada en Science.
Durante el siglo pasado y al principio de esta pandemia, se creía que los virus respiratorios se propagaban principalmente a través de las gotitas producidas en la tos y los estornudos de las personas infectadas o al tocar superficies contaminadas. Sin embargo, la transmisión por gotitas y fómites del coronavirus SARS-CoV-2 no explica los numerosos eventos de supercontagios observados durante la pandemia de COVID-19, ni la transmisión mucho mayor que se produce en los espacios interiores frente a la que se produce en el exterior.
Para comprender mejor la propagación, el equipo de investigadores de Taiwán, Estados Unidos e Israel trataron de identificar con la mayor claridad posible cómo se propagan el coronavirus y otros virus respiratorios. Por ejemplo, el equipo revisó numerosos estudios sobre eventos de supercontagio observados durante la pandemia de COVID-19, y descubrió que los estudios mostraban sistemáticamente que la transmisión aérea es la vía de transmisión más probable, y no los contactos superficiales o el contacto con grandes gotas.
Un factor común en estos eventos de supercontagio fue el aire compartido que las personas inhalaron en la misma habitación. Muchos de ellos estaban relacionados con lugares muy concurridos, duraciones de exposición de una hora o más, mala ventilación, vocalización y falta de mascarillas o barbijos correctamente utilizados. Los investigadores también revisaron las pruebas recogidas en muchos otros tipos de estudios -muestras de aire, estudios basados en la reacción en cadena de la polimerasa (PCR) y/o en cultivos celulares, análisis epidemiológicos, estudios clínicos y de laboratorio, y trabajos de modelización- y concluyeron que la transmisión por vía aérea es una vía de transmisión importante, o incluso dominante, para la mayoría de las enfermedades respiratorias, no sólo para el COVID-19.
“La transmisión por inhalación de aerosoles cargados de virus ha sido subestimada durante mucho tiempo. Ha llegado el momento de revisar los paradigmas convencionales aplicando precauciones con los aerosoles para proteger a la población contra esta vía de transmisión”, afirmó Chia C. Wang, director del Centro de Investigación Científica de Aerosoles y químico físico de aerosoles de la Universidad Nacional Sun Yat-sen de Taiwán, que dirigió la revisión.
Los paradigmas predominantes sobre la transmisión de enfermedades respiratorias se remontan a un siglo atrás. A principios del siglo XX, Charles Chapin, una destacada figura de la salud pública en los Estados Unidos, descartó de forma paternalista la transmisión por el aire debido a la preocupación de que la mención de la transmisión por el aire asustara a la gente para que no actuara y desplazara las prácticas de higiene. Según los autores de la revisión en Science, Chapin hizo una suposición sin fundamento. Equiparó erróneamente las infecciones a corta distancia con la transmisión por gotitas y eso ha conformado el paradigma actual para controlar la transmisión de los virus respiratorios.
Sin embargo, “esta suposición deja de lado el hecho de que la transmisión por aerosol también se produce a corta distancia, porque la concentración de los aerosoles exhalados es mayor cuando se está más cerca de la persona infectada que los emite”, dijo Kim Prather, directora del Centro de la Fundación Nacional de Ciencias para el Impacto de los Aerosoles en la Química del Ambiente del Instituto Scripps de Oceanografía de la UC San Diego y química de aerosoles que codirigió la revisión.
Los aerosoles respiratorios se forman por actividades como respirar, hablar, cantar, gritar, toser y estornudar. Antes del COVID-19, el límite de tamaño tradicional entre los aerosoles que flotan como el humo y las gotas que caen se había fijado en 5 micrones. Sin embargo, 100 micrones es una distinción de tamaño más adecuada. Este tamaño actualizado representa mejor las partículas más grandes que pueden permanecer suspendidas en el aire quieto durante más de 5 segundos (desde una altura de 1,5 metros), viajar más allá de un metro de la persona infectada y ser inhaladas.
El tamaño físico determina predominantemente el tiempo que pueden permanecer suspendidas en el aire, la distancia que pueden alcanzar, si son inhalables y la profundidad a la que pueden entrar en el tracto respiratorio si se inhalan. “La mayoría de los aerosoles producidos por las actividades respiratorias tienen un tamaño inferior a 5 micrones, lo que les permite viajar hasta las regiones bronquiolares y alveolares y depositarse allí. Los estudios han revelado que los virus se enriquecen más en los aerosoles de menos de 5 µm”, afirmó Josué Sznitman, fisiólogo pulmonar del Technion en Israel.
Otro comportamiento que caracteriza a los aerosoles y que debe tenerse muy en cuenta es su capacidad para ser influenciados por el flujo de aire y la ventilación. Por eso, es necesario garantizar tasas de ventilación suficientes, la filtración y evitar la recirculación del aire para ayudar a reducir la transmisión aérea de aerosoles cargados de virus infecciosos. Para lograrlo, los científicos sugieren que el uso de monitores de dióxido de carbono en los espacios cerrados ayuda a verificar si la ventilación es suficiente en cada momento.
También se puede implementar el uso de purificadores portátiles HEPA (aire con partículas de alta eficiencia) y sistemas de desinfección UV de la sala superior que “ayudan a reducir las concentraciones de aerosoles cargados de virus”, señaló José-Luis Jiménez, químico de aerosoles atmosféricos de la Universidad de Colorado Boulder. En tanto, la doctora Linsey Marr, de la Universidad Tecnológica de Virginia, que lleva años estudiando la transmisión de patógenos por el aire, recomendó también el uso de los barbijos porque “ayudan a eliminar los aerosoles”.
“Es muy importante que se haya realizado una revisión sobre el rol de los aerosoles. Tienen más peso en la transmisión de las enfermedades respiratorias que lo que se pensaba”, dijo a Infobae el físico Jorge Aliaga, de la Universidad Nacional de Hurlingham, quien fue uno de los impulsores de la campaña Ventilar, del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación en Argentina. Hoy -enfatizó el doctor Aliaga- es clave que en los espacios cerrados como escuelas, empresas, entre otros, instalen medidores de dióxido de carbono para monitorear si las personas cuentan con la ventilación suficiente para evitar la propagación del coronavirus”.
“En todo espacio cerrado se requiere una cierta cantidad de renovaciones de aire por hora. En la pandemia esa cantidad de renovaciones debe ser mayor -subrayó Aliaga-. Cuanto más personas o mayor actividad haya en una habitación, se necesita mayor ventilación. Las renovaciones de aire se pueden obtener por ventilación natural, con puertas ventanas abiertas, y debe ser continua, cruzada, medida, y distribuida. Se puede ayudar con un ventilador-extractor. Si la cantidad de renovaciones de aire no fuera suficiente (porque no hay suficientes aberturas, o porque el tiempo no genera corrientes de aire, o porque no alcanza la ventilación forzada) se puede compensar con renovaciones por filtrado. Se pueden usar los filtros HEPA y otros”.
Con el aumento de las infecciones causadas por la variante Delta en el mundo y la detección de algunos casos de personas que han sido totalmente vacunadas, muchos gobiernos y organismos nacionales de control de enfermedades han retomado el uso del barbijo como mandatorio en público. El barbijo es una forma eficaz y económica de bloquear los aerosoles cargados de virus, según el informe. Pero alertaron que no es la única medida que debe considerarse.
“Hay que tener en cuenta múltiples barreras a la transmisión, como la vacunación, el barbijo y la ventilación. Es poco probable que una sola estrategia sea lo suficientemente fuerte como para eliminar la transmisión de las variantes emergentes del coronavirus“, añadió Seema S. Lakdawala, viróloga de la Universidad de Pittsburgh.
Aunque tardaron en reconocerlo, tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE.UU. coinciden en que la inhalación de aerosoles cargados de virus es la principal vía de propagación del COVID-19, tanto a corta como a larga distancia. Esto significa que, para mitigar la transmisión y poner fin a esta pandemia, los responsables de la toma de decisiones deben considerar la aplicación de medidas de precaución contra los aerosoles, como el uso del barbijo universal con buen ajuste a la cara y desde la nariz al mentón y la mejora de las tasas de ventilación en los espacios interiores.
Entre otras medidas para prevenir la propagación por aerosoles, los científicos señalaron que hay que evitar la recirculación del aire interior contaminado, instalar filtradores de aire, como los purificadores HEPA, que pueden eliminar eficazmente las partículas transportadas por el aire, y usar lámparas de desinfección UV. “Lo que tradicionalmente se denomina precauciones contra las gotas no se sustituye al por mayor, sino que se modifica, se amplía y se despliega de manera más eficaz de acuerdo con los mecanismos reales de transmisión”, remarcó Zeynep Tufekci, socióloga de la Universidad de Columbia que estudia los retos sociales en la pandemia de COVID-19.
“Esta pandemia pone de manifiesto la importancia de la vía de transmisión aérea, subestimada durante mucho tiempo, y la necesidad de preservar el derecho de las personas a respirar un aire limpio y libre de patógenos. Lo que hemos aprendido de esta pandemia también ilumina los caminos para que hagamos los cambios apropiados para entrar en la era post-epidémica”, dijo Wang.
Las medidas de precaución contra los aerosoles que propusieron los científicos no sólo protegerán contra la transmisión de enfermedades respiratorias por el aire, sino que también mejorarán la calidad del aire interior y producirán beneficios para la salud que se extenderán mucho más allá de la pandemia del COVID-19.
Consultada por Infobae, Sandra Cordo, investigadora en virología del Instituto de Química Biológica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, de la Universidad de Buenos Aires y del CONICET, valoró la publicación de la revisión en Science. “Si bien la transmisión por el aire ya se conocía, el artículo en Science es una muy buena actualización de todo lo que aprendimos con el coronavirus que produjo la pandemia actual. Básicamente cambió el conocimiento sobre los aerosoles. Se tuvieron que encontrar las disciplinas de naturaleza de aerosoles y la dispersión con la de agentes infecciosos para considerar el cambio de tamaños de los aerosoles que antes se creía.
“Por otro lado -agregó la doctora Cordo, que es miembro de la comisión directiva de la Sociedad Argentina de Virología- aun sabiendo que un virus se transmite por aerosoles, las características de transmisión no necesariamente son iguales. Es importante lo que señalan los autores del estudio: advierten también que la inhalación de los aerosoles más pequeños que se depositan a mayor profundidad en los pulmones podría requerir menos virus para iniciar la infección”.
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