La población de Islandia y el manejo de la pandemia que su gobierno ha llevado adelante han sido elogiados en reiteradas ocasiones. Esto es así por sus extraordinarias tasas de vacunación, la coordinación de sus datos, el seguimiento de casos, la atención hospitalaria y los testeos, entre otros factores, que ubicaron al pequeño país insular como líder en el control del COVID-19. Pero en las últimas semanas el número de contagiados comenzó a aumentar y presentan los niveles más elevados desde el comienzo de la pandemia. Aún así, los expertos ratifican que sus resultados siguen siendo un éxito. Por qué.
Contrariamente a lo que podría suponerse con una mirada superficial, los científicos siguen destacando los logros de Islandia y consideran que el nuevo brote que vive actualmente no hace más que dejar en evidencia cuán efectivas son las vacunas para prevenir la muerte y las hospitalizaciones por COVID-19.
Ante la alta tasa de vacunación que presenta la población islandesa, la mayoría de los contagiados son personas vacunadas. Aún así el número de hospitalizaciones y muertes son bajos y los enfermos han tenido síntomas abrumadoramente leves. De las 1.300 personas actualmente infectadas, solo el 2% está hospitalizado. Además, en el país no se ha registrado una muerte por el nuevo coronavirus desde finales de mayo pasado.
Islandia se destaca como uno de los países más vacunados del mundo, con casi el 71% de su población completamente inoculada. Entre sus ventajas comparativas se encuentra que se trata de un país de algo menos de 360.000 habitantes. Posee un sistema de salud universal nacionalizado y un territorio pequeño en el que se pudo distribuir rápidamente las vacunas cuando llegaron las primeras dosis en los últimos días del año pasado. La inoculación fue rápida y con casi nula oposición entre la población.
Expertos aseguraron que Islandia es un caso a observar para acumular experiencia sobre el manejo de la pandemia, especialmente en cuanto a las infecciones entre los vacunados.
Sin vacunas, el brote de Islandia “sería catastrófico”, aclaró Pall Matthiasson, director ejecutivo del hospital más grande del país.
Como parte de su manejo eficaz de la pandemia, se debe tener en cuenta que Islandia tuvo un sistema sofisticado para probar, rastrear y secuenciar el virus desde principios de la pandemia. Esa vigilancia, el resultado de una asociación entre el departamento de salud de Islandia y la empresa de genómica humana de CODE, con sede en Reykjavik, condujo a algunas de las primeras revelaciones importantes sobre la forma en que se propaga el virus, incluido el hecho de que muchas personas infectadas no tienen síntomas y que los niños tenían menos probabilidades que los adultos de enfermarse.
Fue así, como a finales de junio pasado, el gobierno decretó el fin de la pandemia. Incluso antes que el levantamiento de la mayoría de las restricciones que dispuso el Reino Unido, desde el 19 de julio.
Así, a comienzos del verano boreal, Islandia liberó a su población del uso de tapabocas, el distanciamiento social, los aforos en lugares públicos y privados y los horarios limitados de funcionamiento. Asimismo, no impuso pruebas de PCR para los viajeros que estuvieran vacunados. Esas medidas fueron revertidas en los últimos días.
“Estamos recuperando el tipo de sociedad en la que nos sentimos normales para vivir y que hemos anhelado”, dijo en ese momento Svandis Svavarsdottir, el ministro de Salud islandés. La primera ministra Katrin Jakobsdottir agregó: “La situación aquí es una de las mejores del mundo”.
Pero menos de un mes después, el número de casos se disparó y siguió aumentando. Los principales funcionarios de salud del país vincularon la mayoría de los casos a clubes nocturnos y a residentes que viajaron a Londres para asistir a partidos de fútbol de la Eurocopa 2020. Esto último fue advertido por especialistas como “una receta para el desastre”.
El 25 de junio, Islandia había registrado solo 1,6 nuevas infecciones por cada 100.000 habitantes durante los 14 días anteriores. Pero hasta el jueves 12 de agosto ese número había aumentado a más de 421, mucho más alto que las oleadas anteriores del país. Las cifras absolutas son todavía relativamente pequeñas, pero por tratarse de una población pequeña y ante el bajo punto de partida el reciente aumento parece particularmente pronunciado.
La tasa de infecciones en proporción de habitantes son similares a las de EEUU y se ubican entre los 20 países con mayor número de contagios del mundo, aunque especialistas norteamericanos consideran que es probable que exista un subregistro de casos porque el porcentaje de pruebas que se llevan a cabo son menores que en Islandia.
Algunos sectores antivacunas de EEUU han aprovechado la explosión de casos en un país con altas tasas de vacunación como Islandia para lanzar nuevamente su discurso, pero esto ha sido refutado por los científicos.
Tales observaciones son falsas, dijo Philip J. Landrigan, epidemiólogo y director del Programa de Boston College para la Salud Pública Global y el Bien Común. Omiten el hecho de que las vacunas están “proporcionando una protección casi absoluta contra la muerte”, dijo.
El brote de Islandia no debería sorprender, agregó Landrigan. Cuando se vacuna un alto porcentaje de la población, es más probable que se vacune a las personas que dan positivo en la prueba.
“Hemos visto en muchos lugares los llamados casos de avance, pero invariablemente la tasa de enfermedades graves y muerte es extremadamente baja, y ese es realmente el mensaje central aquí”, dijo.
Matthiasson, el director ejecutivo del hospital islandés, dijo que no esperaba este último repunte en los casos, especialmente cuando parecía que el país había vencido al virus.
Su hospital se ha esforzado demasiado, a pesar de que solo trata de dos a tres docenas de pacientes con COVID-19 a la vez, porque siempre opera cerca de su capacidad.
De los 65 pacientes con virus admitidos durante esta ola, dijo, el 40 por ciento no están vacunados, más de cuatro veces la proporción total de islandeses no vacunados.
Los datos son claros, dijo Matthiasson: “Estar vacunado reduce muchas veces la probabilidad de admisión” en un centro de salud.
Islandia también se convertirá pronto en uno de los países que comience a aplicar dosis de refuerzo. La mayoría de los pobladores recibieron la vacuna de ARN mensajero de Pfizer, pero hay 53.000 personas que fueron vacunadas con la dosis única de Johnson & Johnson. Las autoridades dijeron que al menos ocho semanas después, estas personas deberán ser inoculadas con un refuerzo.
Brandon Guthrie, epidemiólogo y profesor de salud global en la Universidad de Washington, consideró que el caso de Islandia es similar al ocurrido en la localidad de Provincetown, Massachusetts, y que ambos permiten avanzar con las medidas de mitigación. Lo ocurrido en esa pequeña ciudad norteamericana, de altos niveles de vacunación y muchos contagios, permitió a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades obtener evidencia clave que reforzó la hipótesis de que las personas vacunadas pueden propagar la variante Delta y puede ser un factor en el aumento repentino de infecciones en el verano.
A partir del aumento de casos, el gobierno de Islandia ha restablecido los requisitos de uso de tapabocas para algunos espacios interiores y un límite de capacidad de 200 personas, que estarán vigentes hasta al menos la última semana de agosto. Las medidas entraron en vigor a finales de julio y el aumento de nuevas infecciones parece haberse ralentizado en los últimos días.
Guthrie argumentó también que se ha modificado la “definición de éxito” de las vacunas. Los científicos originalmente esperaban vacunas que tuvieran un 50% de efectividad, dijo, y el objetivo era prevenir la muerte y enfermedades graves, no brindar una protección general contra cualquier posibilidad de infección. “La línea de gol se ha cambiado aquí porque son muy efectivas, especialmente con las variantes anteriores”, dijo Guthrie. “Tener pocas muertes o casos graves de enfermedad en el contexto de grandes oleadas debe considerarse absolutamente como una victoria parcial”.
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