Los beneficios de hablar con alguien cuando se siente la necesidad son ampliamente conocidos, al menos desde el punto de vista psicológico. Pero un reciente estudio realizado por la Escuela de Medicina Grossman de la Universidad de Nueva York, publicado en la revista Jama Network Open indica que si las personas pueden hablar y ser escuchadas su cerebro se fortalecerá ante los cambios futuros e inevitables vinculados con la edad o la enfermedad.
Se trata de un estudio transversal que asoció la “disponibilidad alta (frente a baja) de la escucha de apoyo” con la “resiliencia cognitiva, lo que indicó una mejor función cognitiva global de lo esperado para un volumen cerebral más bajo. Esta asociación estuvo ausente para otras formas de apoyo social”, dijeron los especialistas.
Los expertos advirtieron que este estudio permitirá “intervenciones psicosociales” y orientar las “estrategias de salud pública relacionadas para promover la salud neurocognitiva, ya que puede justificar la focalización precisa de formas específicas de apoyo social, como la escucha de apoyo”.
Estudios anteriores realizados sobre adultos mayores vincularon la red social de las personas con niveles más altos de su función cognitiva. Por función cognitiva los especialistas entienden la capacidad mental de una persona para aprender, pensar, razonar, resolver problemas, tomar decisiones, recordar y prestar atención. Este es el concepto de “resiliencia cognitiva” que los especialistas refieren como la capacidad de permanecer cognitivamente ileso a pesar de los normales cambios cerebrales que se producen con los años.
“Hay muchas formas diferentes de apoyo, y no se registra de manera uniforme en las diferentes formas de evaluar el apoyo social. Y, a menudo, se debe a que todo se incluye en una puntuación agregada”, dijeron el autor principal del estudio, Joel Salinas, y David J. Levidow, profesor asistente de neurología en la Escuela de Medicina Grossman de la Universidad de Nueva York.
“Cuando vemos cómo el apoyo social parece promover una mejor salud en general, ya sea la salud física o mental, siempre me he preguntado qué se trata específicamente del apoyo social”, añadió. “Es importante saber si existe una forma específica de apoyo social que pueda mejorar nuestra salud, porque entonces eso ayuda a informar intervenciones más específicas”.
Los investigadores analizaron datos de 2.171 adultos que tenían 45 años o más y que no habían tenido demencia o un derrame cerebral. Los participantes informaron sobre la disponibilidad de cinco tipos de apoyo social en sus vidas basándose en cinco preguntas: ¿Puede contar con alguien que escuche cuando necesita hablar? ¿Hay alguien disponible para darle un buen consejo sobre un problema? ¿Hay alguien disponible para que le muestre amor y afecto? ¿Puede contar con alguien que le brinde apoyo emocional? ¿Tiene tanto contacto como le gustaría con alguien de quien te sientes cercano, alguien en quien puede confiar?
También fueron medidos el nivel educativo de los participantes y si tuvieron síntomas de depresión. Unos 9 meses después, los participantes se sometieron a resonancias magnéticas cerebrales y pruebas neuropsicológicas que midieron sus capacidades cognitivas. Por cada nivel de baja en el volumen cerebral y baja disponibilidad de escucha los voluntarios de entre 40 y 50 años tenían una edad cognitiva cuatro años mayor que los adultos con alta disponibilidad de escucha, establecieron los autores.
En cambio, en aquellos que tenían una amplia disponibilidad de escucha, la disminución de volumen cerebral fue de solo 0,25 años de envejecimiento cognitivo. Los investigadores no hallaron la misma relación entre escucha y volumen cerebral en las personas mayores de 65 años.
“La literatura ha sugerido durante décadas que la socialización es un factor protector y de mejora importante para la memoria y la cognición”, recordó Glen R. Finney, miembro de la Academia Estadounidense de Neurología, quien no participó en el estudio.
El nuevo estudio “hace que sea aún más importante garantizar que las personas tengan una sólida red de apoyo con personas con las que puedan interactuar y que las escuchen”, agregó Finney, profesor de neurología en la Escuela de Medicina Geisinger Commonwealth en Pensilvania. “Si no lo hacen, o hay una reducción en las opciones para que alguien ‘preste un oído’, eso puede ser un riesgo para la salud de tu cerebro”.
El resultado del estudio “puede sugerir que cuanto antes en nuestra vida busquemos mejorar la disponibilidad de los oyentes, mayor será la probabilidad de que tenga un impacto en el futuro”, agregó Salinas, ya que permitirá mantener la función cognitiva y minimiar cualquier daño relacionado con la salud o con la edad.
Aún cuando el estudio dio cuenta del factor fundamental de la escucha en personas menores de 65 años, no significa que los mayores ya hayan llegado a un punto de no retorno en la búsqueda de fortalecer su cerebro a través de los vínculos sociales.
“En todo caso, solo significa que probablemente deberías actuar ahora y no más tarde, para tratar de obtener el mayor beneficio posible de ello. Los beneficios de tener un buen oyente en tu vida van mucho más allá de la salud del cerebro”, agregó el especialista.
Ser escuchado puede tener un impacto profundo en las habilidades de los adultos mayores para mantener la independencia, funcionar bien, interactuar con sus seres queridos y hacer las cosas que les gusta hacer en su vida diaria mucho más que de otra manera.
La pregunta que aún resta resolver es por qué tener un oyente satisfactorio puede ser más importante que otras formas de apoyo social para mantener las capacidades cognitivas, señaló Salinas. También queda por estudiar qué diferencia hay entre una escucha a través de un teléfono o en persona y cuánto tiempo de escucha es bueno o si la clave sería que la persona sepa que alguien está ahí escuchándolo.
Ver “este tipo de trabajo repetido en una población más amplia y diversa para asegurarse de que los resultados se mantengan y sean generalizables para todas las personas” también es importante, agregó Finney.
Los autores precisaron en el paper publicado en Jama Network que se trató de un “análisis transversal retrospectivo” que “utilizó datos recopilados prospectivamente de los participantes del estudio Framingham sin demencia, accidente cerebrovascular u otras afecciones neurológicas que se sometieron a imágenes de resonancia magnética cerebral y pruebas neuropsicológicas en la misma visita”.
“Los datos de esta gran cohorte longitudinal basada en la población se recopilaron desde el 6 de junio de 1997 hasta el 13 de diciembre de 1999 (cohorte original) y desde el 11 de septiembre de 1998 hasta el 26 de octubre de 2001 (cohorte de descendientes). Los datos se analizaron desde el 22 de mayo de 2017 hasta el 1 de junio de 2021″ y fueron publicados el 16 de agosto último.
Los especialistas midieron el “volumen cerebral total y, como variable de exposición modificadora, disponibilidad autoinformada de 5 tipos de apoyo social medidos por el índice de redes sociales Berkman-Syme”.
Como resumen de las conclusiones más destacadas mencionaron los siguiente: “el resultado principal fue una medida global de la función cognitiva. La resiliencia cognitiva se definió como la modificación de la asociación del volumen cerebral total con la cognición, de modo que las estimaciones de β más pequeñas (presentadas en unidades SD) indican una mayor resiliencia cognitiva (es decir, un mejor rendimiento cognitivo que el estimado por un volumen cerebral total más bajo)”.
“Los resultados de este estudio de cohorte transversal sugieren que el apoyo social en forma de escucha de apoyo se asocia con una mayor resiliencia cognitiva, modificando de manera independiente la asociación entre un volumen cerebral total más bajo y una función cognitiva más pobre que de otra manera indicaría una mayor vulnerabilidad a la ADRD ( Alzheimer y trastornos relacionados) en la etapa preclínica. Una comprensión refinada de los mecanismos de apoyo social tiene el potencial de informar estrategias para reducir el riesgo de ADRD y mejorar la resiliencia cognitiva.
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