Más de 200 científicos especializados en el clima hicieron un reporte que significó un “código rojo” para el futuro de la humanidad. Comunicaron un crudo informe sobre la rapidez con la que se está calentando la atmósfera del planeta como consecuencia de las emisiones de gases de invernadero generadas por diferentes actividades humanas. Ahora, hay más evidencias de que se está produciendo un aumento de las olas de calor, las lluvias extremas y las sequías intensas en las diferentes regiones del planeta.
Las pruebas de la crisis climática son “inequívocas”, advirtieron los expertos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC). El impacto de los futuros desastres ambientales que se sufrirán dependerá de la rapidez con que los gobiernos puedan reducir las emisiones que atrapan el calor.
En la elaboración del reporte, participaron 234 expertos de 66 países que revisaron y analizaron más de 14.000 artículos y referencias publicadas hasta ahora. La idea era hacer una síntesis sobre los efectos físicos que ya ha tenido el calentamiento global para advertir a los líderes políticos y a la población en general sobre lo que se sabe y cuáles son las tendencias para el futuro. Los científicos dieron tres mensajes principales tras hacer la revisión de los estudios:
1- Hay actividades de los seres humanos que están provocando un calentamiento rápido y generalizado
La concentración de dióxido de carbono en la atmósfera ha alcanzado el nivel más alto en al menos los últimos 2 millones de años. Como resultado de esas emisiones, las temperaturas se están calentando rápidamente. Desde 1970, las temperaturas globales han aumentado más rápido que en cualquier otro período de 50 años en los últimos 2.000 años. Algunas partes del globo, como los polos, se están calentando aún más rápido.
Los gases de efecto invernadero se liberan fundamentalmente mediante actividades humanas, como cuando se queman combustibles fósiles para generar energía, y son los responsables del sobrecalentamiento del planeta. Desde la Revolución Industrial las emisiones no han parado de crecer hasta niveles insólitos.
La concentración de dióxido de carbono en la atmósfera es la más elevada en los dos últimos millones de años, mientras que las concentraciones de metano y óxido nitroso —los otros dos grandes precursores del calentamiento— no habían alcanzado unos niveles tan altos en los últimos 800.000 años.
Hoy, el aumento de la temperatura media global está ya en 1,1°C respecto a los niveles preindustriales; y el ritmo de calentamiento planetario es tal que no hay precedentes de un proceso similar en al menos los últimos 2.000 años, apunta el informe del Panel Intergubernamental.
2- El clima extremo está aumentando y seguirá empeorando
Las olas de calor son más frecuentes e intensas. Las tormentas descargan más lluvia, provocando inundaciones. Las sequías son cada vez más calurosas y secas. Los científicos están descubriendo que estas tendencias están directamente relacionadas con la influencia humana en el clima y que están empeorando.
Algunas regiones se se están calentando a niveles más acelerados que otras y existe una particular preocupación por la Corriente del Golfo ya que podría tener repercusiones en múltiples lugares del planeta. Es una corriente oceánica cálida y rápida del Océano Atlántico que se origina en el golfo de México; se extiende hasta las proximidades del extremo sur de la península de la Florida y sigue las costas orientales de Estados Unidos y Terranova antes de cruzar el océano Atlántico como la corriente del Atlántico Norte.
El planeta, según los científicos, cada vez más cerca de sobrepasar los puntos de no retorno, es decir, de alcanzar cambios irreversibles en el sistema climático. Significaría un derretimiento sin precedentes de las capas de hielo de la Antártida, lo que podría elevar el nivel del mar más de un metro para el año 2100.
3- Si los seres humanos reducen las emisiones, los peores impactos de la crisis son evitables
Aunque el planeta seguirá calentándose a corto plazo, los científicos afirman que aún hay tiempo para evitar un cambio climático catastrófico. Si se toman medidas ahora, supondría un rápido descenso de las emisiones de las centrales eléctricas y los autos en las próximas décadas, deteniendo esencialmente el uso de los combustibles fósiles.
Para desacelerar la crisis climática y limitar el calentamiento global a 1,5°C, se necesitan reducciones inmediatas, rápidas y a gran escala de las emisiones de gases de efecto invernadero. Para la temperatura de 1,5 °C de calentamiento global, habrá un aumento de las olas de calor, estaciones cálidas más largas y estaciones frías más cortas, así como cambios en los patrones de precipitación que provocarán inundaciones y sequías. Con 2 °C de calentamiento global, los extremos de calor alcanzarían con mayor frecuencia umbrales de tolerancia críticos para la agricultura y la salud.
Si no se actúa y las emisiones siguen creciendo al mismo ritmo que hasta ahora, se estima que a finales de este siglo se llegaría a un incremento de 4,4°C, algo que multiplicaría también la intensidad y frecuencia de los fenómenos extremos.
“El informe del IPCC de hoy es un código rojo para la humanidad”, dijo António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, que aseguró que “la viabilidad de nuestras sociedades” depende de la actuación de gobiernos, empresas y ciudadanos para limitar el aumento de la temperatura a 1,5°C.
“Las alarmas son ensordecedoras y la evidencia es irrefutable: las emisiones de gases de efecto invernadero por la quema de combustibles fósiles y la deforestación están asfixiando nuestro planeta y poniendo a miles de millones de personas en riesgo inmediato. El calentamiento global está afectando a todas las regiones de la Tierra, y muchos de los cambios se vuelven irreversibles”, afirmó Guterres.
El viernes pasado además se conocieron los nuevos datos globales publicados por la Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) de los Estados Unidos según los cuales julio se convirtió en el mes más caluroso jamás registrado en la historia del mundo. “En este caso, el primer lugar es el peor lugar para estar”, dijo el administrador de la NOAA, el doctor Rick Spinrad, que si bien reconoció que “julio es típicamente el mes más cálido del año en el mundo”, alertó que “julio de 2021 se superó a sí mismo como el julio y el mes más calurosos jamás registrados”.
Desde la Argentina, seis investigadores intervinieron en la elaboración del informe del Grupo de Trabajo I dedicado al “Cambio Climático 2021: Bases físicas”. Fue la primera entrega del Sexto Informe de Evaluación del IPCC, que se completará en 2022. Tras la difusión del informe, Carolina Vera, titular de la Unidad de Gabinete de Asesores del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MINCyT) y vicepresidenta del Grupo de trabajo I del IPCC, explicó que su realización fue un gran desafío. Llevó tres años -de los cuales un año y medio fue en pandemia. “Estamos muy conformes y satisfechos ya que hemos logrado llevar adelante el proceso hacia su fin”.
La doctora Vera señaló que el informe “es un proceso de diálogo entre la ciencia y las políticas públicas. Estos reportes están elaborados por investigadores de todo el mundo pero que luego se ponen a validación de las delegaciones gubernamentales representadas en el panel de cambio climático y lo que resulta es un trabajo coproducido para poner a disposición un resumen para los tomadores de decisión”.
Para la Argentina, investigadores de diferentes organismos científicos, como el INTA y el Conicet, han publicado estudios que advierten que las olas de calor, el derretimiento de los glaciares, las inundaciones, y las sequías podrían ser más frecuentes. Por su diversidad de ecosistemas y climas, el territorio nacional (y la población) está más expuesto a padecer efectos del calentamiento global.
Así lo muestran los datos: entre 1961 y 2018, la temperatura aumentó en promedio 1 grado centígrado. También aumentaron de manera significativa las precipitaciones. Y la tendencia, en el mediano plazo, empeorará. Una de las preocupaciones son los glaciares y sus ecosistemas.
Los glaciares ocupan más de 31 mil kilómetros cuadrados de hielo a lo largo de toda la Cordillera de los Andes –que se extiende desde Venezuela hasta Tierra del Fuego- y en algunas regiones áridas –como en La Paz, Bolivia- son fuente de agua a las ciudades. En otras –como al sur del continente- repercuten en el aumento del nivel del mar; y además, cumplen la función de ser uno de los mejores indicadores del cambio climático.
Son muy sensibles a los cambios del clima y si la temperatura general aumenta, los glaciares se derriten más; pero si las precipitaciones aumentan, los glaciares crecen. Esos elocuentes cambios en el volumen de los glaciares, que denotan cómo cambia el clima, fueron estudiados por un grupo internacional de científicos, entre los que participaron tres investigadores del CONICET, que pudieron acceder y comparar por primera vez imágenes satelitales de toda la Cordillera de los Andes tomadas entre el 2000 y el 2018. El trabajo acaba de publicarse en la revista Nature Geoscience.
“En este trabajo pudimos analizar por primera vez la evolución de todos los glaciares de las diferentes zonas climáticas de los Andes durante los últimos veinte años. Comparamos más de treinta mil modelos digitales de terreno, realizados a partir de pares de imágenes estereoscópicas del satélite Aster, que nos permitieron alcanzar un nivel de precisión inédito”, explicó el investigador del CONICET Lucas Ruiz, que junto con Pierre Pitte y Mariano Masiokas, del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA). El equipo de científicos, liderado por Inés Dussaillant de la Universidad de Toulouse, se completó con colegas de diferentes instituciones de Francia.
Al superponer los distintos modelos digitales de terreno en el tiempo, los científicos pudieron observar las diferencias de elevación de los glaciares y medir los cambios en el volumen de los mismos. “Registramos si un glaciar se adelgazó o se engrosó”, aclara Ruiz. “Además, pudimos verificar que el cambio de volumen de los glaciares varia espacial y temporalmente: vimos, por ejemplo, que la pérdida de masa en los glaciares ubicados en los trópicos y en el sur de la Patagonia se mantuvo a una tasa elevada y constante en los últimos veinte años. Pero en los Andes Áridos y del Norte de la Patagonia, desde Salta hasta el sur de Chubut, entre 2009 y 2018 los glaciares perdieron masa a una tasa más elevada que entre 2000 y 2009, lo que marca que hubo un cambio de régimen climático”.
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