A medida que la pandemia pasa factura, las vacunas vuelven a ser noticia de primera plana, sobre todo por la velocidad de su desarrollo y el éxito de su aplicación. Sin embargo, dado el tropismo respiratorio del virus, “sorprende que solo siete de las casi 100 vacunas contra el SARS-CoV-2 que se encuentran actualmente en ensayos clínicos se administren por vía intranasal”, indicó Frances E. Lund, especialista en microbiología de la Universidad de Alabama.
La idea de que la vacunación intranasal protege preferentemente el tracto respiratorio no es nueva: el desarrollo de la vacuna antigripal viva atenuada (LAIV, por sus siglas en inglés) aprobada por la Administración de Drogas y Alimentos de los Estados Unidos (FED, por sus siglas en inglés) comenzó en la década de 1960. Los inmunólogos saben desde hace mucho tiempo que la infección nasal o la vacunación provocan una respuesta de inmunoglobulina A (IgA), mientras que las vacunas intramusculares provocan principalmente IgG sérica. La primera es particularmente importante en las vías respiratorias superiores y los conductos nasales, donde se transporta activamente a través del epitelio y se libera en la luz de las vías respiratorias, una configuración estabilizadora que le permite neutralizar de manera más efectiva virus como el SARS-CoV- 2.
Por el contrario, la segunda ingresa y protege la parte inferior del pulmón. También se encuentra en el tracto respiratorio superior y los conductos nasales, probablemente transportada desde la parte inferior del pulmón. Sin embargo, la protección de los conductos nasales por IgG solo se logra a concentraciones elevadas. “En consecuencia -dice Troy D. Randall, especialista en inmunología clínica de la Universidad de Alabama-, las vacunas intramusculares pueden reducir los títulos virales en los pulmones y las fosas nasales”.
Las células T CD8 + son otro componente importante de la inmunidad antiviral y matan directamente las células infectadas por virus, reduciendo así la replicación viral y acelerando la eliminación y recuperación. Algunas células activadas de este tipo se convierten en memoria celular, que por sí mismas no previenen la infección, pero están preparadas para una reactivación rápida eventual. Las células de memoria residentes en tejidos en el tracto respiratorio requieren antígenos, “lo que significa que las vacunas diseñadas para reclutar células de memoria residentes en el tracto respiratorio deben administrarse por vía intranasal”, completa Randall.
Soluciones sencillas
Hay muchas razones por las que una vacuna intranasal contra el virus SARS-CoV-2 sería útil en la lucha contra las infecciones por COVID-19, los inmunólogos de la Universidad de Alabama en su documento publicado en la revista Science confirman que esa vía de vacunación brinda dos capas adicionales de protección sobre las inyecciones intramusculares porque producen “inmunoglobulina A y células B y T de memoria residentes en la mucosa respiratoria que son una barrera eficaz contra la infección en esos sitios. Y, a la vez, producen células de memoria residente con reactividad cruzada que pueden responder antes que otras células inmunitarias si una variante viral inicia una infección”, según indican en el informe.
Las ventajas de las vacunas intranasales incluyen la administración sin aguja, el suministro de antígeno al sitio de la infección y la activación de la inmunidad de la mucosa en el tracto respiratorio.
En el documento, además, analizan cada uno de los siete candidatos a vacunas de este tipo. “Notablemente ausentes de la lista están las formuladas como ARNm encapsulado en lípidos”, indica Randall.
Al comparar los beneficios y las desventajas de la vacunación intranasal con las vacunas intramusculares, se sugiere que quizás la vacunación eficaz no necesite limitarse a una única vía. “La estrategia de vacunación ideal -concluyeron los inmunólogos en el informe-, puede usar una vacuna intramuscular para provocar una respuesta de larga duración y un amplio repertorio de células B y T de memoria central, seguida de un refuerzo intranasal que recluta las células de memoria B y T a los conductos nasales y guía aún más hacia la protección de la mucosa”.
Las seis candidatas a vacunas contra la COVID-19 aplicables como aerosol nasal, se encuentran en ensayos clínicos de Fase 1. En la reunión de la Sociedad Estadounidense de Virología realizada la semana pasada, la empresa Meissa Vaccines anunció que una sola dosis de su candidata a vacuna intranasal contra la COVID-19 mostró resultados prometedores en primates no humanos. Una propuesta que, de concretarse, proveerían de vacunas viables de ofrecer una mejor protección porque repiten la forma en que el virus infecta, es decir, atravesando las membranas mucosas de la nariz y las vías respiratorias superiores. Los expertos coinciden en que esto marca una diferencia en la respuesta inmunológica.
“Para generar una respuesta inmune sostenible y duradera, debes vacunarte a nivel local -explica José Ordovas-Montañes, inmunólogo de la Universidad de Harvard que estudia la inmunidad en el intestino y los tejidos de la mucosa nasal-. Cuando recibimos la inyección en el brazo, la inmunidad se proporciona a lo largo del cuerpo, en una escala sistémica, y nuestros anticuerpos y células T se distribuyen por los vasos sanguíneos. Si bien ese proceso parece funcionar muy bien, es subóptimo porque las células inmunitarias están “distraídas” y no se concentran en el lugar por donde el virus ingresa al cuerpo. Una aplicación por vía nasal, en cambio, proporciona una mayor inmunidad en el tracto respiratorio superior y potencialmente en los pulmones, y genera una respuesta de anticuerpos y de células T a nivel local. Y esto permite que las células inmunitarias ataquen y destruyan el patógeno ni bien llega a nuestro organismo”.
SEGUIR LEYENDO: