El 26,6% de la población mundial ya accedió al menos a una dosis de la vacuna contra el COVID-19. El 13,2% ya recibió las dos dosis que completan el esquema para reducir el riesgo de contagiarse el coronavirus, desarrollar complicaciones y morir. Con ese avance se van haciendo algunos cambios en las restricciones de movilidad y reunión que hay en las diferentes ciudades como una manera de bajar también la circulación del virus. Después de que una persona se infectó o tras haber recibido las vacunas, se generan anticuerpos que sirven de defensa ante una eventual exposición al coronavirus. A través de un test, se puede saber si cada persona ya tiene anticuerpos.
Los anticuerpos son proteínas que forman parte de la respuesta inmune frente a una infección. Son producidos por los linfocitos B y se generan, o se reactivan, cuando hay una infección. Es importante que tengan capacidad de neutralización para combatir los patógenos: se unen al virus y bloquean su capacidad de infectar a las células.
Los estudios científicos señalan que los anticuerpos neutralizantes aparecen una o dos semanas tras comenzar la infección por el coronavirus. En tanto, su pico máximo de actividad se produciría a las cuatro o seis semanas.
La presencia o no de los anticuerpos neutralizantes contra el coronavirus se pueden detectar a través de diferentes tests. Un tipo de test son serológico de anticuerpos. Se correlaciona la reactividad de los anticuerpos frente a las proteínas estructurales del virus.
Aún no se sabe cuánto tiempo dura la inmunidad. Se han dado todo tipo de plazos e incluso, en algunos estudios se ha llegado a mencionar una posible inmunidad permanente. Por ahora, la evidencia sugiere que los anticuerpos persistirían durante al menos seis meses, y que la disminución de su número varía entre unas personas y otras dependiendo de factores como la edad y la gravedad de la infección previa por el COVID-19.
El test serológico es una prueba de anticuerpos que da información según el anticuerpo que se mida. Unos niveles elevados de IgM hablan de una infección aguda, actual o reciente. En cambio, unos niveles elevados de IgG nos hablan de una infección pasada. Dado que las pruebas pueden medir de manera cuantitativa, el número de estos anticuerpos ayudan a tener información sobre la respuesta inmunitaria de cada persona.
Además de que permiten conocer si una persona ha superado el COVID-19, el test serólogico es útil para comprender y monitorizar cuál ha sido la respuesta inmune a la vacunación. Se perfilan como una importante estrategia para que, realizando un seguimiento a lo largo del tiempo, se tengan datos que permitan evaluar la efectividad de las vacunas a medio y largo plazo, y que sirvan para tomar decisiones como confirmar la respuesta tras la vacunación, decidir el número de dosis o establecer recuerdos.
La capacidad para detectar y cuantificar los anticuerpos que se asocian con la neutralización del virus podría tener más importancia a medida que se vaya extendiendo el uso de vacunas. Podría ser más importancia aun si las personas tienen determinadas patologías, como pacientes oncológicos, inmunodeprimidos, trasplantados, o personas con diabetes. En ellos, se trata de asegurar la protección y de evaluar, a la vista de sus resultados, sí podría ser necesaria una dosis vacunal de refuerzo.
Los tests de anticuerpos pueden hacerse en un laboratorio clínico especializado privado, que generan resultados fiables y proporcionan datos cuantitativos y cualitativos. Implican una muestra de sangre, que será analizada y se obtiene un resultado en un breve período de tiempo.
También proyectos colaborativos entre científicos y hospitales públicos, como la plataforma COVID-T, que sirve para el monitoreo de la respuesta linfocitaria T antígeno-específica en pacientes con COVID-19 recuperados y en individuos vacunados. Fue desarrollada por científicas y científicos del Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME, CONICET), liderado por el investigador superior del Conicet, Gabriel Rabinovich y encabezado por las becarias del CONICET, Florencia Veigas y Montana Manselle Cocco.
Contaron con la colaboración con el Biobanco de Enfermedades Infecciosas (BBEI) del Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA (INBIRS, CONICET) y el Hospital General de Agudos “Dr. Ignacio Pirovano”. A través de la plataforma “COVID-T” se realizará un estudio comparativo de la magnitud y naturaleza de linfocitos T de memoria generados en voluntarios inmunizados con diferentes esquemas de vacunación y en pacientes convalecientes de la enfermedad a lo largo de un año. La misma proveerá información útil para la toma de decisiones a corto, mediano y largo plazo, y para el diseño de nuevas estrategias inmunoprofilácticas e inmunoterapéuticas en el escenario de la pandemia.
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