Que las bacterias se volvieron resistentes a los antibióticos no hay dudas. Y de sus consecuencias para la salud humana, tampoco: se calcula que cada año mueren 700.000 personas víctimas de microorganismos resistentes a los antibióticos.
Según predijo la Organización Mundial de la Salud (OMS), si nada cambia, de aquí a 2050 la cifra alcanzará los 10 millones de muertes anuales.
Y para peor, no se están desarrollando nuevos antibióticos con la suficiente rapidez. Según una reciente revisión de la OMS, de los 43 antibióticos en desarrollo, ninguno es un fármaco novedoso que ataque adecuadamente a un grupo prioritario de bacterias resistentes. De hecho, desde la década de 1980 no se comercializó ningún nuevo tipo de antibiótico que haga frente a las bacterias más problemáticas, comprendidas en su mayoría en un grupo que los microbiólogos denominan gramnegativo.
Y así lo había advertido en 1945, durante su discurso de aceptación del Premio Nobel por el descubrimiento de la penicilina, el doctor Alexander Fleming, quien en esa oportunidad dejó ver que las bacterias podían volverse resistentes al medicamento si se las exponía a cantidades no letales. “No es difícil hacer a los microbios resistentes a la penicilina en el laboratorio exponiéndolos a concentraciones insuficientes para matarlos, y lo mismo ha ocurrido en alguna ocasión en el cuerpo”, explicó.
Su advertencia resultó premonitoria, y hoy en día muchas bacterias son resistentes a múltiples antibióticos, y en consecuencia difíciles de tratar en los enfermos.
Guy-Charles Fanneau de la Horie es consejero delegado de Pherecydes Pharma, una empresa francesa de biotecnología y sobre el panorama actual opinó: “Los frutos más al alcance de la mano ya se han recogido. Ahora es más complicado y difícil descubrir nuevos antibióticos”.
Una alternativa a la búsqueda de nuevos fármacos es utilizar unos virus con forma de nave espacial llamados bacteriófagos (o fagos) que se alimentan de bacterias. Cuando los fagos entran en contacto con las bacterias, les inyectan ADN y se replican dentro de ellas. Pronto, las acumulaciones de virus estallan para infectar a más bacterias.
La empresa de De la Horie se centra en la producción de estos fagos y en su administración a enfermos infectados con bacterias resistentes a los fármacos. Sus fagos acaban con tres especies de bacterias conocidas por su resistencia a los antibióticos de primera línea: el Staphylococcus aureus, la Escherichia coli y la Pseudomonas aeruginosa. Las tres son responsables de muchas infecciones resistentes a los medicamentos contraídas en los hospitales, donde residen los microbios más peligrosos, observó De la Horie, según publicó el diario El País.
Inyectar los fagos a los pacientes debería ser perfectamente seguro, porque no atacan a las células humanas. Y, a diferencia de muchos antibióticos, que afectan a múltiples especies de bacterias, los fagos son más precisos y no matan a los microbios “buenos” del intestino. “Son muy específicos -señaló De la Horie-. Por ejemplo, un fago que acaba con el S. aureus no tendrá efecto sobre la Pseudomonas”.
Al ser un arma de mayor precisión, hay que elegir con cuidado el fago correcto para matar a la bacteria correspondiente. Por ello, Pherecydes creó laboratorios para evaluar muestras de enfermos, analizar las bacterias que causan problemas y elegir un fago específico para matarlas.
“Hemos descubierto un pequeño número de fagos que llamamos ‘superfagos’ porque son activos contra toda una serie de cepas dentro de la misma especie”, explicó el especialista,quien precisó que si un enfermo tiene Pseudomonas aeruginosa, un peligroso microbio que a menudo ataca a pacientes conectados a un respirador, se le administran fagos que matan a más del 80% de las cepas.
Si bien la terapia con fagos todavía no fue autorizada por la Agencia Europea de Medicamentos, Pherecydes ya trató enfermos infectados con bacterias resistentes a los medicamentos después de una operación de rodilla o de cadera, mediante el llamado “uso compasivo”, cuando otras opciones de tratamiento fallaron.
Hasta ahora, la empresa utilizó fagos para tratar a más de 26 enfermos, la mayoría en el hospital principal de Lyon, en Francia. Y según los informes, trataron a tres pacientes de edad avanzada con infección por S. aureus en la prótesis de rodilla, así como a un paciente con una infección persistente por Pseudomonas.
Los investigadores tienen previsto poner en marcha a finales de este año un ensayo sobre infecciones articulares tras una operación de cadera o de rodilla.
La empresa también desarrolló sofisticados procesos de producción de fagos con el apoyo de un proyecto llamado PhagoProd. Se están fabricando a litros, pero el plan es aumentar a decenas de litros. Un solo mililitro en un vial puede contener 10.000 millones de fagos.
Y lo que es mejor: cuando los fagos se inyectan a un paciente o se aplican a un tejido infectado, se multiplican en el interior de las bacterias a las que van dirigidos, de manera que aumenta la cantidad de virus a punto para acabar con ellas.
El consejero delegado de Pherecydes espera que en 2023 pueda empezarse un ensayo a gran escala con pacientes. “Pensamos que nuestros productos podrían estar en el mercado como muy pronto en 2024, o quizá en 2025”, declaró.
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