Hace más de 2.000 años, el escritor médico romano Aulus Cornelius Celsus anotó algo que le llamó mucho la atención. “Después de la escisión, aunque se haya formado una cicatriz, la enfermedad ha regresado y ha causado la muerte “, escribió. Así, en la Antigüedad, se refería a la posibilidad de que una persona vuelva a desarrollar un cáncer después de haber recibido un tratamiento. ¿Qué pasaba? La pregunta quedó en el aire por miles de años y recién en estas últimas décadas se empezó a responder: las células cancerosas pueden estar dormidas o “latentes” en el cuerpo humano por años después de haber migrado desde un tumor inicial. En algún momento pueden activarse y hacer que millones de personas por año en el mundo sufran recaídas en diferentes cánceres que se habían controlado.
En la carrera global por desentrañar el misterio del cáncer dormido, el científico argentino Julio Aguirre-Ghiso ha sido un pionero. Publicó en 1999 el descubrimiento del primer mecanismo que hace que las células tumorales pasen al estado de latencia, y sus diferentes trabajos posteriores han conducido al desarrollo de terapias que ya se están evaluando en ensayos clínicos. A partir de octubre próximo, el doctor Aguirre-Ghiso será el director fundador del primer instituto en el mundo que se dedicará a estudiar el misterio del cáncer dormido.
El instituto se concentrará tanto en la latencia de las células tumorales como en su interacción con el microambiente que las rodea. Abrirá sus puertas en Nueva York, Estados Unidos, y será parte de una colaboración entre el prestigioso Colegio de Medicina Albert Einstein y el Sistema de Salud Montefiore.
Aguirre-Ghiso -quien conversó con Infobae a través de Zoom- también tendrá a su cargo el Centro de Biofotónica Gruss-Lipper, y dará clases en su cátedra de biología celular en el Einstein. Todo su trabajo y su equipo podría marcar una gran diferencia para el futuro. El científico contará con un presupuesto mínimo de 1 millón de dólares para equipamiento y para apoyar con subsidios a investigadores que trabajarán en el instituto.
“Con el nuevo instituto, podemos hacer un punto de inflexión en las muertes por cáncer en el mundo. Aproximadamente, el 90% de los pacientes de cáncer muere por las metástasis y no por el cáncer inicial, que es diagnosticado y removido a través de la cirugía o por otros tratamientos”, señaló Aguirre-Ghiso. El año pasado, fallecieron 10 millones de personas por cánceres en el mundo.
“Esos desenlaces se deben generalmente a que las células tumorales pueden permanecer dormidas en el organismo humano por mucho tiempo, a veces décadas, y en algún momento se activan. La idea que tenemos es detectarlas y tratar de atacarlas antes de que se reactiven para reducir el riesgo de mortalidad de los pacientes y preservar su calidad de vida”, explicó.
En muchos pacientes con cánceres que acceden a las inmunoterapias, terapias dirigidas y a la quimioterapia no se consiguen aún buenos resultados, recordó. En general, “muchos de esos pacientes ya tienen metástasis agresivas al momento de tratarlos. Pueden coexistir las células quiescentes o dormidas y las que crecen, pero solo se atacan a las que se dividen a través de los tratamientos”. En esos pacientes, las células tumorales quiescentes escapan a las terapias, y pueden reactivarse más tarde.
“Las células que duermen en los pacientes han migrado a otros órganos o sistemas del organismo y no fueron eliminadas por las terapias. Metafóricamente, son como cenizas que quedaron humeando de un incendio en otros órganos”, comentó. Pueden apagarse completamente o activarse. Con el nuevo instituto y las diferentes líneas de investigación que llevará adelante, Aguirre-Ghiso busca encontrar formas para erradicar esas células que duermen o prevenir que se reactiven y que no sean de riesgo para las personas.
A los 11 años, Aguirre-Ghiso vivía en Buenos Aires y le intrigaba cómo funcionaba todo en la naturaleza. La madre le habló sobre las carreras que podía estudiar a partir de todo lo que le gustaba. Se decidió por biología y estudió esa carrera en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires entre 1989 y 1994. Hasta 1997, hizo su doctorado en la misma institución.
“Mi interés por resolver problemas biológicos me llevó a dedicarme a la biología del cáncer y a buscar áreas que se habían explorado poco”, comentó. “Entender por qué el cáncer puede dormir por muchos años capturó mi atención como una caja negra con muchas respuestas por descubrir”, dijo. “El proceso era un fenómeno oscuro desde el punto de vista del mecanismo, pero clínicamente era algo que se veía a diario”, recordó en relación a la situación del problema en los años noventa. La latencia del cáncer no se podía explicar. Comprenderlo siempre fue (y es aún) “una gran motivación”.
Su tesis de doctorado fue dirigida por la investigadora del Conicet, Elisa Bal de Kier Joffé. Su trabajo de investigación fue desarrollado en el Instituto de Oncología “Ángel H. Roffo” de la Universidad de Buenos Aires. Después, partió a perfeccionarse en el exterior. Completó su formación postdoctoral en la Escuela de Medicina Icahn de Mount Sinai en Nueva York en 2003. Fue profesor adjunto de la Universidad del Estado de Nueva York-Albany, y desde 2008 volvió a Mount Sinai en Nueva York como profesor.
En 1999 Aguirre-Ghiso realizó el hallazgo sobre el mecanismo de control de latencia que el año pasado fue considerado como uno de los hitos en la investigación mundial en una revisión publicada por la revista Nature Reviews Cancer.
El cáncer consiste en la multiplicación incontrolada de células anormales que destruyen los tejidos del organismo. Cuando las células cancerosas están latentes, dejan de dividirse o se dividen esporádicamente. Sobreviven aletargadas a la espera de mejores condiciones microambientales para reanudar su replicación. El científico también le presta atención al llamado “microambiente tumoral”, que es la zona adyacente a las células cancerosas. Este entorno consta de células comunes del organismo, como las que forman los vasos sanguíneos, las células inmunitarias, las células óseas, las células nerviosas y las moléculas extracelulares de señalización.
“La interacción continua entre las células tumorales solitarias o en pequeños grupos, y sus microambientes ayuda a determinar si las células cancerosas diseminadas permanecerán inactivas o si, por el contrario, se activarán y multiplicarán”, aclaró Aguirre-Ghiso.
Pese a los avances que se han hecho, todavía queda mucho por descubrir y aclarar. “El fenómeno de la latencia de células tumorales es un problema multifactorial. No sabemos por qué se reactiva el cáncer después de muchos años. Hay muchas preguntas pendientes”, admitió. Compartió algunas: “¿El envejecimiento de los tejidos es una señal que reactiva a las células que duermen? ¿Cuáles son las señales que permiten que estas células sobrevivan tanto tiempo? ¿La diabetes, la obesidad, u otras enfermedades pueden influenciar en que las células se reactiven?”. Mencionó: “Queremos saber también si las quimioterapias que reciben los pacientes pueden influir en que las células tumorales latentes se reactiven a largo plazo”.
Además de investigación básica, el científico viene desarrollando estrategias para contar con terapias eficaces a partir del conocimiento sobre el cáncer latente. Fundó HiberCell, una empresa dedicada a los ensayos clínicos y al desarrollo de fármacos. Uno de los ensayos clínicos se desarrolló en base a los descubrimientos del doctor Aguirre-Ghiso: demostraría que dos drogas ya aprobadas por la autoridad regulatoria de los Estados Unidos (más conocida como la FDA) se podrían combinar en una forma que las hace más potentes y no tóxicas, y aumentarían las chances de que las células cancerosas latentes no se reactiven para perjuicio de los pacientes. Ese ensayo aún no está publicado con sus resultados finales.
Además, otro fármaco que fue testeado inicialmente en su primera versión por el laboratorio del doctor Aguirre-Ghiso y después fue desarrollado por HiberCell está ahora en un ensayo clínico en fase 1 en pacientes con metástasis con distintos cánceres en EE.UU. “A partir del conocimiento que hemos adquirido, estamos desarrollando terapias que puedan eliminar a las células cancerosas latentes o que hagan que no se reactiven en los pacientes. Para eso, también estamos desarrollando biomarcadores para detectar a las células cancerosas dormidas en los pacientes”, dijo.
Aguirre-Ghiso es actualmente el presidente de la Sociedad de Investigación sobre la Metástasis. Ocupó diversos cargos de liderazgo en la Asociación Estadounidense para la Investigación del Cáncer. Ya aportó como científico para empezar a resolver el misterio del cáncer dormido, dictó clases y formó a jóvenes investigadores, y ahora con el nuevo cargo de director en octubre deberá trabajar como un director técnico con jugadores en diferentes posiciones con la meta de ayudar a los pacientes con cáncer.
En el instituto, habrá por supuesto profesionales que saben sobre oncología. Reclutará no solo a biólogos y médicos sino también a expertos en computación, ingeniería y física. Incluirá expertos en los diferentes microambientes con los cuales interactúan las células latentes. “Necesitaremos expertos en cerebro y neurología, hepatología, huesos y médula ósea, pulmón y sistema linfático. Es claro que solo un enfoque multidisciplinario puede abordar la complejidad del problema a resolver”, afirmó.
En el diálogo con Infobae, Aguirre-Ghiso, quien está en pareja con una científica argentina y tiene 3 hijos, confesó sus claves para ejercer el liderazgo: “Hay que tener claros cuáles son los objetivos en la búsqueda de una solución para el problema de las células latentes en el mundo. También hay que saber escuchar a cada uno de los colaboradores: cada profesional tiene un potencial para desarrollar y para que le vaya bien”.
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