En el mundo ya se registraron más de 187 millones de casos de personas con la enfermedad COVID-19. Algunas de esas personas que atraviesan desde una infección sin síntomas hasta cuadros severos y se recuperan también padecen el síndrome PostCovid o Covid prolongado, un conjunto de síntomas que aún los científicos de diferentes países están investigando para conocer bien y tratarlo a tiempo. Hasta ahora se consideraba que los mayores de 18 años estaban más en riesgo de desarrollar los síntomas posteriores a la infección aguda, pero ya se han reportado casos de niños y adolescentes en Europa y Australia en revistas científicas, pero en países como Argentina también hubo algunos casos.
“A fines del año pasado, atendimos el caso de una niña que tuvo un cuadro de COVID-19 moderado. Tres semanas después de haber recibido el alta por la infección aguda, la paciente tuvo síntomas como tos, dificultad para respirar, diarrea, y tuvo que ser internada. Se le hizo un endoscopia que detectó un problema en el estómago y problemas en la laringe. Recibió tratamiento y mejoró”, contó a Infobae Enrique Casanueva, jefe del servicio de infectología infantil del Hospital Universitario Austral en Pilar, Argentina.
“La infección por el coronavirus es una enfermedad que aún no conocemos en todas sus manifestaciones posteriores. La comunidad científica y médica aprende día a día ya que se trata de una nueva enfermedad que puede dejar secuelas. Lo que hay que tener en cuenta es que no todas las personas van a hacer la misma respuesta durante y después de la infección”, señaló el doctor Casanueva.
“Es importante que las familias estén atentas a la salud de niños y adolescentes con COVID-19. Que se les haga un seguimiento posterior al COVID-19, especialmente si practican deportes de competición. Hay que estar atentos a los diagnósticos diferenciales para descartar si se trata del PostCovid o de otro problema de salud”, agregó Casanueva, que es miembro de la Sociedad Argentina de Pediatría.
El síndrome del PostCovid se describió por primera vez en adultos. Pero ahora varios estudios en Suecia, Italia, Reino Unido, y Australia han informado de un fenómeno similar en niños, que incluye síntomas como dolor de cabeza, fatiga y palpitaciones, aunque rara vez sufren los graves síntomas iniciales de la COVID-19.
Las estimaciones sobre la frecuencia de la COVID prolongado en niños varían enormemente. Hay investigadores que están señalando la necesidad de que se hagan más estudios para que se puede tener un mejor panorama sobre el impacto del coronavirus en los niños, especialmente para cuando se toman medidas de restricciones o liberaciones en las ciudades o para considerarlos en los planes de vacunación.
El pediatra Danilo Buonsenso, del Hospital Universitario Gemelli de Roma, dirigió el primer intento de registrar el COVID largo en los niños. Con su equipo, entrevistaron a 129 niños de entre 6 y 16 años a los que se les había diagnosticado COVID-19 entre marzo y noviembre de 2020. En enero, informaron en un trabajo que más de un tercio tenía uno o dos síntomas persistentes cuatro meses o más después de la infección, y otra cuarta parte tenía tres o más síntomas.
Como síntomas frecuentes, los chicos de Italia tenían el insomnio, la fatiga, el dolor muscular y las molestias persistentes de tipo catarral, un patrón similar al observado en los adultos con COVID prolongado. Incluso los niños que habían tenido síntomas iniciales leves, o eran asintomáticos, no se libraron de estos efectos persistentes.
Los datos publicados por la Oficina de Estadísticas Nacionales del Reino Unido (ONS) en febrero y actualizados en abril también generaron preocupación. Mostraron que el 9,8% de los niños de 2 a 11 años y el 13% de los de 12 a 16 años declararon al menos un síntoma persistente cinco semanas después de un diagnóstico positivo. Otro informe publicado en abril reveló que una cuarta parte de los niños que fueron encuestados tras el alta hospitalaria en Rusia después del COVID-19, tenían síntomas más de cinco meses después.
Las cifras que se han comunicado no son tan elevadas como las de los adultos. Los datos de la ONS del Reino Unido, por ejemplo, muestran que alrededor del 25% de las personas de 35 a 69 años tenían síntomas a las cinco semanas. Pero las cifras siguen haciendo saltar las alarmas, porque el COVID-19 grave en los niños es mucho más raro que en los adultos y, por tanto, se suponía que la mayoría de los niños se habían librado de los efectos de la COVID prolongada, afirma Jakob Armann, pediatra de la Universidad Tecnológica de Dresde, en Alemania.
Si el 10% o el 15% de los niños, independientemente de la gravedad inicial de la enfermedad, tienen síntomas a largo plazo, “eso es un verdadero problema”, dice, “así que hay que estudiarlo”. Pero Armann en diálogo con la revista Nature expresó que las cifras pueden no ser tan altas en la niñez.
Los síntomas de la gripe aviar prolongada incluyen fatiga, dolor de cabeza, dificultad para concentrarse e insomnio. Armann señaló que otros fenómenos relacionados con la pandemia, como el cierre de las escuelas y el trauma de ver a los miembros de la familia enfermos o muriendo a causa de la COVID-19, podrían provocar también esos síntomas e inflar artificialmente las estimaciones de la COVID prolongada. “Se necesita un grupo de control para determinar qué está realmente relacionado con la infección”, afirmó.
El doctor Armann y sus colegas tomaron muestras de sangre de niños de la escuela secundaria en Dresde, Alemania, desde mayo de 2020 para seguir las tasas de infección. En marzo y abril de este año, se tomaron encuestas a más de 1.500 niños -casi 200 de los cuales tenían anticuerpos que indicaban una infección previa por el coronavirus para ver cuántos informaban de que habían tenido COVID durante mucho tiempo.
En mayo, difundieron los resultados de ese trabajo: no habían encontrado diferencias en las tasas de síntomas comunicadas por los dos grupos. Según Armann, el COVID prolongado en los niños es probablemente menor de lo que indican otros estudios. Esto no significa que el COVID prolongado o PostCovid no exista en los niños, reconoció, pero sí que la cifra es probablemente inferior al 10%, un nivel que se habría detectado en el estudio. La cifra real es quizá tan baja como el 1%.
Pia Hardelid, epidemióloga del Colegio Universitario de Londres aprovechó los datos recogidos por el estudio Virus Watch, que hace un seguimiento de las infecciones y los síntomas en más de 23.000 hogares de Inglaterra y Gales. Como informaron en un trabajo en revisión en junio, ella y sus colegas descubrieron que el 4,6% de los niños con evidencia de infección por el coronavirus tenían síntomas persistentes que duraban más de cuatro semanas.
Otro estudio del Reino Unido, publicado como preimpresión en mayo, encontró una tasa similar. De los más de 1.700 escolares que dieron positivo en la prueba del SARS-CoV-2, el 4,4% tenía síntomas persistentes, como dolor de cabeza, fatiga y pérdida de olfato; el 1,6% tenía síntomas que se mantuvieron durante al menos ocho semanas.
Más allá de la diferencias en cuanto a la incidencia del problema, aún los expertos señalan que uno de los retos es hoy determinar cuántos niños desarrollan COVID prolongadp ya que no hay criterios de diagnóstico establecidos en adultos, y mucho menos en niños. Las encuestas para detectar los síntomas suelen ser muy amplias y aún no son lo suficientemente específicas como para distinguir la COVID larga de otras enfermedades. Una sugerencia, tras una revisión de la literatura en adultos realizada por el Instituto Nacional de Investigación Sanitaria del Reino Unido, es que el COVID prolongado podría ser un conjunto de cuatro síndromes diferentes, entre ellos el síndrome postcuidados intensivos, el síndrome de fatiga postviral y el síndrome de COVID prolongado. Este podría ser el caso también en los niños, según la doctora Hardelid.
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