Durante los primeros meses de la pandemia de COVID-19, Jay Van Bavel, psicólogo de la Universidad de Nueva York, quiso identificar los factores sociales que mejor predicen el apoyo de una persona a las medidas de salud pública, como el distanciamiento físico o el cierre de restaurantes. Intentó algo que nunca había hecho antes. Publicó una descripción del estudio en Twitter en abril, con una invitación para que otros investigadores se unieran.
“Tal vez consiga diez personas más y algunos puntos extra datos“, recordó haber pensado en ese momento. En cambio, la respuesta lo dejó anonadado. Más de 200 científicos de 67 países se unieron al esfuerzo. Al final, los investigadores pudieron recopilar información sobre más de 46.000 personas. “Fue una colaboración masiva”, indicó. El equipo mostró cómo, en general, las personas que informaron que la identidad nacional era importante para ellos tenían más probabilidades de apoyar las políticas de salud pública. Actualmente, su trabajo ha sido publicado y se encuentra en revisión por pares.
Para los científicos sociales, la pandemia de COVID-19 ha presentado una oportunidad única: un experimento natural que “atraviesa todas las culturas y grupos socioeconómicos”, dice Andreas Olsson, psicólogo del Instituto Karolinska en Estocolmo. Todos enfrentan amenazas similares para su salud y sus medios de vida, “por lo que podemos ver cómo las personas responden de manera diferente a esto según la cultura, los grupos sociales y las diferencias individuales”, dijo. Los investigadores han podido comparar el comportamiento de las personas antes y después de grandes cambios en las políticas, por ejemplo, o estudiar el flujo de información y desinformación con mayor facilidad.
El alcance global de la pandemia ha unido a grupos de todo el mundo como nunca antes. Y con tanto interés simultáneo, los investigadores pueden probar ideas e intervenciones más rápidamente que antes. También ha obligado a muchos científicos sociales a adaptar sus métodos durante una época en la que las entrevistas y los experimentos en persona eran casi imposibles. Algunos esperan que las innovaciones impulsadas por la pandemia puedan sobrevivir a la crisis actual e incluso cambiar permanentemente el campo. “Por ejemplo, con la tecnología que ahora está probada y aprobada -dice Van Bavel-, es mucho más fácil construir un equipo internacional. Ahora que tenemos la infraestructura y la experiencia, podremos hacer esto para todo tipo de cosas”.
Antes de la colaboración masiva Van Bavel y un grupo de más de 40 investigadores se reunieron para delinear las formas en que la investigación del comportamiento podría informar y mejorar la respuesta al SARS-CoV-2 en un momento en que la gente estaba asustada, escéptica e inundada por información. Resumieron investigaciones previas en el campo que podrían influir en las políticas e identificaron proyectos potenciales sobre percepción de amenazas, toma de decisiones y comunicación científica, entre otras cosas.
La experiencia demuestra que muchos especialistas se sienten ansiosos por aplicar su trabajo para comprender la respuesta pública a prácticas como los encierros y los mandatos de enmascaramiento.
En la encuesta de más de 46.000 personas, Van Bavel y sus colegas demostraron que los países en los que la gente estaba más a favor de las medidas cautelares tendían a ser los que fomentaban un sentido de unidad y cohesión públicas. “Una sensación -dice-, de que estamos todos juntos en esto”. Eso fue algo contrario a la intuición. La ideología política de derecha se correlacionó con la resistencia a las medidas de salud pública entre los participantes de la encuesta, pero, en general, una fuerte identidad nacional predijo más apoyo para tales medidas. Van Bavel dice que “esto sugiere que podría ser posible aprovechar la identidad nacional al promover políticas de salud pública”.
Otros trabajos han demostrado que realmente importa quién transmite el mensaje. Un estudio publicado en febrero encuestó a más de 12.000 personas en 6 países (Brasil, Italia, Corea del Sur, España, Suiza y Estados Unidos) sobre su disposición a compartir un mensaje que fomenta el distanciamiento social. El mensaje podía ser respaldado por el actor Tom Hanks, la celebridad Kim Kardashian, un destacado funcionario del gobierno del país de los encuestados o Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EEUU en Bethesda, Maryland.
Los encuestados de todos los países estaban más dispuestos a compartir el mensaje cuando provenía de Fauci (aunque en los Estados Unidos, donde COVID-19 ha sido altamente politizado, se ha convertido en una figura divisoria de criterios para algunos). Los respaldos de celebridades fueron relativamente ineficaces en comparación.
La investigación preliminar sugiere que alinear el mensaje con los valores de los destinatarios o resaltar la aprobación social también puede ser influyente. Michele Gelfand, psicóloga de la Universidad de Maryland en College Park, es parte de un equipo que organiza un “torneo de intervención” para identificar formas de promover el uso de máscaras entre conservadores y liberales en los Estados Unidos. Los investigadores están probando ocho intervenciones que reflejan diferentes valores morales y factores específicos de COVID-19. El objetivo es determinar cuáles son más eficaces para alentar a estos grupos políticos a adherirse a las directrices de salud pública.
Uno de los mensajes que están probando destaca la evitación de daños, un valor que la gente liberal dice que es importante para ellos. El mensaje enfatiza que una máscara “lo mantendrá a salvo”. “Los estamos enfrentando entre sí para ver qué intervención funciona mejor”, dice Gelfand. Es un diseño de estudio que puede probar múltiples alternativas simultáneamente y podría implementarse a gran escala en muchas regiones geográficas, un beneficio que la pandemia ha hecho más urgente.
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