Pablo Goloboff era un adolescente que buscaba bichos en la inmensa ciudad de Buenos Aires y empezó a preguntarse qué parentesco tenían entre sí. Fue un día en los años setenta al ahora ANLIS/Instituto Malbrán y más adelante se presentó en el Museo Argentina de Ciencias Naturales y dijo que quería saber más sobre las arañas. Una investigadora lo escuchó y le empezó a pasar libros y revistas, y él se entusiasmó tanto que decidió pasar a estudiar de noche en un colegio secundario. De día, su pasión eran las arañas, y a los 18 años publicó solo su primer estudio científico.
El científico ahora tiene 58 años y es investigador del Conicet en la provincia de Tucumán. Desde su seguimiento de la vida de insectos como las arañas pasó a preguntarse por las relaciones de parentesco de todos los seres vivos, y desarrolló un programa de computación que ya fue utilizado para hacer más de 7.000 estudios en el mundo. Tiene múltiples aplicaciones: lo usaron desde científicos del Laboratorio Nacional de Los Álamos de los Estados Unidos para desentrañar la evolución del coronavirus que produjo la pandemia, hasta los investigadores de China que publicaron el hallazgo del Hombre Dragón la semana pasada en la revista The Innovation.
El programa de computación hoy se puede bajar gratis desde Internet. Permite construir árboles filogenéticos a partir de grandes matrices de datos de forma muy rápida. Fue realizado principalmente por Goloboff con la colaboración de dos científicos de Estados Unidos y Suecia a partir de 1998, y aún le sigue haciendo actualizaciones.
“Desde hace más de 30 años investigo las relaciones genealógicas entre los seres vivos. El programa de computación permite manejar una enorme cantidad de datos y árboles relacionados con la evolución de las especies”, contó a Infobae, el doctor Goloboff, quien trabaja como investigador superior en la Unidad Ejecutora Lillo del Conicet y la Fundación Miguel Lillo. Como todo programa de computación, también evoluciona.
“Surgen nuevos desafíos y voy haciendo actualizaciones del programa. A veces me cuesta dormir si hay algún problema, y me surgen nuevas ideas. Me levanto para anotar la idea en un papel para no olvidarme. El último agregado grande en el programa fue hace 3 meses”, contó el investigador.
Goloboff, nacido en Buenos Aires, recuerda que su pasión por la biología fue alentada por la investigadora María Elena Galiano, una especialista en arañas que trabajaba en el Museo Argentino de Ciencias Naturales.
“Fui al Museo a los 16 años, y Galiano me prestó libros para leer en el museo. Aprendí francés para entender esos libros gordos. Faltaba al colegio y me la pasaba en el museo. Hasta que un día ella vio que mi interés era constante, y me dejó pasar a ver bichos con lupas en los laboratorios del Museo. Para ese entonces, ya había construido unas lupas en mi casa para ver insectos”. Como resultado de tanto estudio, terminó siendo autor de un paper científico a sus 18 años.
Empezó a leer sobre la formación y el desarrollo evolutivo -es decir, sobre filogenia- mientras estaba en el servicio militar. Después, estudió biología en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires en 1983. Hizo el doctorado en la Universidad de Cornell y allí sintió que su deseo era saber más sobre filogenia y los métodos para rastrear las relaciones de parentesco entre las especies, más allá de las arañas.
Volvió a la Argentina y desde 1994 trabaja en Tucumán. Con su esposa, que también es bióloga, eligieron dedicarse a la ciencia en un ambiente más tranquilo que las grandes urbes y con cercanía con la naturaleza. En 1998 comenzó a desarrollar el programa de computación que tiene la sigla TNT (en inglés el nombre es “Tree analysis using New Technology”). Al principio, significaba “trinidad” porque eran tres autores, pero después cambió por “análisis de árbol usando nueva tecnología”.
El año pasado, Goloboff recibió un correo electrónico de los científicos del Laboratorio Nacional de Los Alamos. Estaban analizando las enormes cantidades de secuencias genómicas a partir de las muestras de pacientes con COVID-19 de todo el mundo, y las variantes que podían aparecer. Era demasiada información. Y los científicos estadounidenses le pidieron ayuda para usar su programa de computación para hacer el estudio evolutivo del coronavirus. Los investigadores tenían experiencia previa en temas sobre la evolución de la epidemia del VIH.
“Si bien no soy virólogo, me entusiasmó poder colaborar con un estudio sobre la evolución del coronavirus”, contó. La tasa de cambios en la evolución del VIH es más rápida que la del coronavirus. La investigación fue publicada días atrás en la revista Cell Host & Microbe, y Goloboff es uno de los coautores. Una coautora es Bette Korber, una investigadora que aplica la biología computacional al diseño de una vacuna contra el virus del VIH.
“La humanidad se enfrenta actualmente al reto de dos pandemias devastadoras, causadas por dos virus de ARN muy diferentes: El VIH-1, que lleva décadas entre nosotros, y el SARS-CoV-2, que ha arrasado el mundo en el transcurso de un solo año. Las mismas estrategias evolutivas que impulsan la evolución del VIH-1 están en juego en el SARS-CoV-2″, escribieron en el trabajo, que puede aportar información para estudios sobre más vacunas, tests de diagnóstico y tratamientos.
Mientras tanto, en China, un equipo de científicos también usó el programa de computación y reconoció a Goloboff en las referencias. “En China, usaron el programa para analizar árboles genealógicos y postulan que encontraron los restos fósiles de una especie de Homo que sería más cercana al Homo sapiens que los Neandertales”, relató.
El Hombre Dragón es -en realidad- un cráneo que se encuentra en el Museo de Geociencia de la Universidad GEO de Hebei. Los científicos afirman que el cráneo representa una especie humana recién descubierta llamada Homo longi u “Hombre Dragón”. “El fósil de Harbin es uno de los fósiles craneales humanos más completos del mundo”, según uno de los autores Qiang Ji, profesor de paleontología de la Universidad Hebei GEO. “Este fósil conserva muchos detalles morfológicos que son fundamentales para entender la evolución del género Homo y el origen del Homo sapiens”.
A pesar de las décadas que han pasado, y todos los trabajos publicados, Goloboff sigue maravillándose con las arañas. “A veces, me pongo a ver fotos de bichos increíbles en Internet”, comentó. Aún la biodiversidad del presente y del pasado en el planeta Tierra lo sorprende como le pasaba en su infancia. Quizá, ahora el mundo tiene en foco al coronavirus en este momento. Pero su programa de computación con sus múltiples usos que van desde el coronavirus al Hombre Dragón recuerda la unidad de la vida: “Al fin y al cabo, somos todos una sola cosa”.
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