La parálisis de Bell, una afección nerviosa que hace que un paciente experimente debilidad muscular en la mitad de la cara, es un efecto secundario poco común de las vacunas contra el COVID-19, pero en realidad es más común en quienes se enferman con la enfermedad, reveló un nuevo estudio.
El hallazgo surgió por parte de investigadores del University Hospitals Cleveland Medical Center y la Case Western Reserve University School of Medicine, quienes encontraron que los pacientes con coronavirus tenían 7 veces más probabilidades de tener parálisis facial en comparación con aquellos que habían sido vacunados contra la enfermedad.
De los 37.000 receptores de la vacuna que participaron en el estudio, sólo se informaron 8 casos de parálisis de Bell, una incidencia de 19 casos por cada 100.000 receptores de la vacuna, en comparación con una incidencia de 82 por 100.000 para los pacientes con coronavirus.
Si bien los médicos y los fabricantes de vacunas continuarán monitoreando cuidadosamente los efectos secundarios de las vacunas, el equipo investigador resaltó que los hallazgos indican que la parálisis de Bell debería ser una razón adicional para vacunarse, no un efecto secundario al que temer.
La parálisis de Bell es una condición que golpea inesperadamente el rostro de un paciente. En este padecimiento, la persona experimenta debilidad muscular repentina o parálisis que hace que la mitad de su cara parezca caída. Esto conduce a sonrisas unilaterales y un ojo que se niega a cerrarse.
Por lo general, es una afección temporal, con síntomas que generalmente mejoran en unas pocas semanas, con una recuperación completa en seis meses. Sin embargo, un pequeño número de pacientes presentará algunos síntomas durante más tiempo o verá un resurgimiento de la afección más adelante en la vida.
Si bien se desconocen las causas exactas de la afección, los científicos plantean la hipótesis de que es causada por una reacción exagerada del sistema inmunológico del cuerpo, que conduce a una inflamación o hinchazón que daña un nervio que controla el movimiento facial.
La parálisis de Bell puede estar asociada con diabetes, presión arterial alta, lesiones, enfermedad de Lyme y algunas infecciones, según distintas investigaciones de la Universidad Johns Hopkins.
La afección afecta a relativamente pocas personas cada año y se estima que en EE. UU. se observan entre 15 y 30 casos por cada 100.000 personas.
Recientemente, la afección atrajo más la atención, ya que se ha informado de un pequeño número de casos de parálisis de Bell en pacientes que recibieron vacunas COVID.
Pero ahora el grupo de científicos resaltó que es en realidad más probable que la parálisis de Bell ocurra en pacientes infectados con el propio coronavirus que en aquellos que se vacunan.
Para el estudio, publicado este jueves en JAMA Otolaryngology - Head & Neck Surgery, el equipo investigó el riesgo de parálisis de Bell utilizando registros médicos electrónicos anónimos de 41 organizaciones de atención médica de todo el mundo.
En esos registros, los médicos buscaron pacientes diagnosticados con COVID entre enero y diciembre de 2020, luego identificaron a aquellos que también fueron diagnosticados con parálisis de Bell dentro de las ocho semanas posteriores a su infección por el virus SARS-CoV-2.
En general, los médicos identificaron 284 casos de parálisis de Bell entre los pacientes de COVID, de unos 348.000 pacientes en total. Esto indica que los pacientes con coronavirus tienen un riesgo de 0.08 por ciento de parálisis de Bell.
Entre esos 284 pacientes, poco más de la mitad (54 por ciento) no tenía antecedentes de parálisis de Bell antes de contraer el coronavirus, mientras que el otro 46 por ciento tenía antecedentes de la enfermedad.
Los médicos compararon el riesgo de parálisis de Bell para los pacientes, con el riesgo de aquellos que reciben vacunas.
En dos ensayos de las vacunas Pfizer y Moderna, que incluyeron un total de 74-000 pacientes, 37.000 de los cuales recibieron vacunas, solo se informaron ocho casos de parálisis de Bell. Siete de esos casos ocurrieron entre los pacientes vacunados. Esto se traduce en una incidencia de 19 casos de parálisis de Bell por cada 100.000 vacunas, o un riesgo de 0.02 por ciento.
Con el fin de comparar más directamente el riesgo de parálisis de Bell entre los pacientes con COVID y los receptores de la vacuna, los investigadores compararon a 64.000 pacientes con coronavirus no vacunados con los que recibieron vacunas. La comparación mostró que los pacientes con COVID-19 tenían 6,8 veces más probabilidades de desarrollar parálisis de Bell en comparación con los que recibieron vacunas.
Aún así, algunos científicos han argumentado que las vacunas Pfizer y Moderna pueden tener un mayor riesgo de parálisis de Bell que otras vacunas que no usan ARNm. Los científicos aún no saben cómo el coronavirus, o una vacuna contra esta afección, pueden causar la parálisis de Bell.
Una hipótesis que manejan los investigadores sugiere que el virus podría desencadenar una interacción entre el sistema inmunológico y el sistema nervioso, de manera similar a otros virus que se han relacionado con la afección.
Y el grupo apunta a que se necesita más investigación y monitoreo cuidadoso para determinar cómo la enfermedad pandémica causa la parálisis de Bell y si existe algún riesgo significativo para las vacunas.
La investigación actual sugiere, sin embargo, que los pacientes pueden vacunarse contra el COVID-19 sin preocuparse por esta condición tan poco común.
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