Habiendo pasado un año y algunos meses desde el comienzo de la pandemia, las consecuencias generadas en otros ámbitos de la salud son evidentes. En el caso de la fertilidad, se ha visto una súbita reducción en la consulta y los tratamientos. Si bien en una primera instancia los centros habían suspendido su atención para casos no urgentes, desde hace ya varios meses que esto está normalizado; sin embargo, la cantidad de pacientes que realmente accede a tratamientos de fertilidad es mucho menor a los niveles de 2019. Entre las principales razones por las que se pospusieron los controles, se destacan la dificultad para el traslado y el miedo al contagio.
Por este motivo, y en pleno Mes Internacional del Cuidado de la Fertilidad, que se conmemora durante junio, en una reunión para la prensa convocada por la Asociación Civil Concebir, los especialistas invitaron a no seguir posponiendo el sueño de formar una familia, afirmando que los consultorios son lugares seguros donde se aplican todos los cuidados necesarios para minimizar las situaciones de contagio de COVID-19.
“Los centros y los pacientes se adaptaron a una nueva realidad de atención, con mayor tiempo disponible entre las consultas, consultas individuales para evitar la presencia de más gente -tanto en las salas de espera como en los consultorios-, la utilización de tapabocas o barbijos, la sanitización constante y el fortalecimiento de la teleconsulta en los casos en que está indicada. Su implementación permitió a los centros continuar con la atención y a los pacientes realizar la planificación de su tratamiento e incluso posibilitó la presencia de ambos miembros de la pareja en la consulta desde su casa o cada uno desde su lugar de trabajo”, destacó el doctor Agustín Pasqualini, especialista en medicina reproductiva y Secretario de la Comisión Directiva de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (SAMeR).
Algo importante a tener en cuenta es que el tiempo juega un rol importante en la fertilidad. En el caso de las mujeres, a partir de los 35 años se ve un descenso en la cantidad y calidad de la reserva de óvulos. Por otra parte, entre los varones, el esperma es más sano antes de los 41 años. Tomando en consideración el retraso en la atención del último tiempo, no se debe descuidar este factor al decidir si continuar o no el tratamiento mientras dure la pandemia.
Por su parte, el doctor Paolo Cardinali, médico especialista en enfermedades infecciosas, aportó una mirada desde el punto de vista epidemiológico: “Si bien se considera que la mujer gestante se encuentra con mayor riesgo de enfermedad grave por COVID-19 respecto a las mujeres no gestantes, los estudios indican que dichas circunstancias estarían más relacionadas con determinadas comorbilidades (edad materna avanzada, diabetes, obesidad, etcétera). Desde el punto de vista del embarazo en el primer y segundo trimestre, existe poca evidencia, pero los datos preliminares indicarían que no existiría un riesgo aumentado de abortos espontáneos en contexto de infecciones asociadas en dichas etapas del embarazo”.
“La última recomendación del Ministerio de Salud avala aquellos tratamientos que son “impostergables”. La pregunta es quién define cuáles conforman estos casos: ¿el Estado, las clínicas de fertilidad, los médicos? Claramente, cada paciente es quien debe decidir, con la adecuada información, si quiere postergar o no su tratamiento”, describió el Sergio Papier, médico especialista en medicina reproductiva y Presidente del Comité Ejecutivo de la Asociación Latinoamericana de Medicina Reproductiva (ALMER).
Un aspecto importante a considerar es que el formar una familia es un derecho: “las normas internas o las decisiones de cada institución no pueden impedir ni vulnerar el ejercicio de un derecho garantizado por la ley, aún durante la emergencia sanitaria por COVID-19”, detalló Isabel Rolando, expresidente y cofundadora de Concebir y asesora de la Red TRAscender. “En la encuesta que realizamos unas de las trabas es que las obras sociales y/o empresas de medicina prepaga están retrasando las autorizaciones para recomenzar o iniciar los tratamientos, implícitos en la Ley de Cobertura 26862 sancionada en junio de 2013”, agregó.
Desde el inicio de la pandemia, en los centros se ha establecido un programa sincrónico de capacitación en seguridad para los equipos médicos, personal de salud y pacientes, mediante protocolos estandarizados y manuales de procedimientos. Todo con una activa participación de SAMeR en la generación de recomendaciones y manuales para ayudar a mejorar la seguridad del paciente y de los equipos profesionales. Además, la disponibilidad de los elementos de protección personal y la capacitación para su uso es considerado prioritario para la seguridad de todos.
“Afortunadamente, poco a poco las personas fueron retomando las consultas de fertilidad y hoy ya estamos frente a embarazos en curso y padres felices. Sin embargo, la cantidad de personas que acceden a los tratamientos de fertilidad es considerablemente menor que hace unos años. Es importante que las personas sepan que los consultorios son lugares seguros y que luego ellas mismas decidan si este es el momento para buscar el embarazo o si prefieren esperar”, declaró Ana Claudia Ceballos García, presidenta de Concebir.
“Es probable que la pandemia impacte en la tasa de natalidad, que año tras año viene disminuyendo, contribuyendo al envejecimiento de la población, incluso a nivel mundial, porque los nacimientos espontáneos también se vieron disminuidos durante el año pasado”, continuó el Dr. Pasqualini.
Las licenciadas Mariana Thomas Moro y Irina María Szkolnik, del equipo de Psicología y Musicoterapia de Concebir, elaboraron una serie de recomendaciones generales para transitar esta pandemia:
1. Agenciarnos de nuestra vida, armar una rutina con horarios de trabajo y de descanso.
2. Regular la calidad y cantidad de información a la que nos exponemos. Una a dos veces al día es suficiente. Distinguir información de calidad y evidenciada por entidades idóneas, de rumores o simples opiniones.
3. Mantener estrategias de higiene básicas: rutinas de alimentación variada y saludable, sueño de calidad, higiene, vestimenta.
4. Realizar, a través de telemedicina, las consultas a los profesionales que correspondan ante patologías crónicas físicas o psicológicas, no posponerlas.
5. Validar y hacer lugar a nuestras emociones, compartirlas con nuestros seres queridos, si fuera necesario buscar ayuda profesional.
6. Propiciar espacios de disfrute, actividades recreativas o relajantes y contacto con la naturaleza.
7. Sostener los vínculos afectivos, entendiendo que el aislamiento social no implica romper con lazos sino readecuarlos a lo posible durante esta situación transitoria.
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