El oxígeno medicinal es, sin lugar a dudas, uno de los productos básicos más importantes para salvar vidas en la lucha contra el COVID-19, en los casos de pacientes que desarrollan neumonía e hipoxemia, un nivel bajo de oxígeno en sangre.
Un gran número de pacientes con coronavirus en India murieron debido a la aguda escasez de oxígeno, lo que ha llevado la producción y el suministro de este artículo médico crítico a la atención mundial.
Es por esto que uno de los principales recursos usados en el manejo clínico de las complicaciones que presentan quienes padecen cuadros severos de COVID-19 es el oxígeno. De allí que su falta vuelve más dramática -aún- la situación.
“La provisión de oxígeno es uno de los grandes problemas que tienen los países en el marco de las catástrofes de la pandemia”, reconoció a Infobae a fines de abril el médico infectólogo Roberto Debbag (MN 60253). “Pasó en Ecuador, Perú, ahora en la India; en Brasil supimos que se llegó a usar el oxígeno industrial en los pacientes con COVID-19”, señaló.
Por esa razón, en los principales centros de salud de la Argentina se está reforzando el suministro de ese gas enriquecido, que si bien corre por cuenta de cada jurisdicción, desde el comienzo de la pandemia el Ministerio de Salud junto con el Ministerio de Desarrollo Productivo siguen de cerca la ruta del oxígeno para garantizar que se prioricen las necesidades del sistema sanitario.
El oxígeno se puede administrar de diversas formas. Para las deficiencias de este componente fundamental de bajas a moderadas, los pacientes pueden colocarse una cánula nasal o una mascarilla facial simple o de depósito. En estos casos, se administra de 1 a 15 litros de oxígeno por minuto para complementar la respiración regular del paciente.
En cambio, si se requieren mayores volúmenes de oxígeno, a los pacientes se les puede colocar una cánula nasal de alto flujo, una máquina de presión positiva continua en las vías respiratorias o un ventilador. En estos casos, hasta el 100% del oxígeno que inhala una persona proviene del cilindro de oxígeno. En el caso de un ventilador, puede ser necesario un suministro continuo de oxígeno para mantener vivo al paciente.
Varios países, particularmente aquellos con ingresos bajos a medianos, enfrentan escasez de oxígeno. En la India, que ha registrado un número récord de casos en las últimas semanas, se necesitan diariamente unos 17 millones de metros cúbicos de oxígeno.
Según el Ministerio de Salud de la India, solo se producen unos 7 millones de metros cúbicos de oxígeno. Este déficit ha significado que miles de personas con una necesidad crítica de oxígeno hayan sido rechazadas y, como resultado, hayan muerto.
En 2019, según el Banco Mundial, de 102 países que forman parte de la cadena comercial de exportación e importación de oxígeno médico, 10 países exportaron hasta un 80%. Bélgica fue el principal exportador neto con 23,6 millones de dólares, seguida de Francia con el 14%, luego Portugal con el 8 por ciento.
En la Argentina, fuentes del sector explicaron que “hoy hay tres grandes empresas que producen la gran mayoría del oxígeno y hay otras pymes que lo hacen en menor cantidad”. “El oxígeno es un material de difícil manejo por ser inflamable y además tiene la dificultad de que no se puede stockear”, detallaron.
El aire que respiramos es aproximadamente 78% de nitrógeno, 21% de oxígeno y 1% de otros gases, incluido el dióxido de carbono. El oxígeno médico es al menos un 82% de oxígeno puro y se produce en instalaciones industriales antes de ser entregado a los hospitales en cilindros de gas presurizado o en forma líquida en tanques grandes. Durante los últimos 30 años, la mayor parte del oxígeno medicinal se ha producido mediante el económico proceso de adsorción por oscilación de presión (PSA), que consta de tres fases principales.
La primera etapa es la presurización, en donde el aire de la atmósfera se comprime y se almacena en un recipiente de alta presión. Luego sigue la adsorción: el aire pasa a través de tamices moleculares donde el nitrógeno es absorbido por compuestos de aluminio y silicio conocidos como zeolita. El aire restante se envía a través de un tanque de almacenamiento de aire. Finalmente y como tercer fase, se procede a la despresurización, en donde el aire pasa a través de tanques alternos en una serie de ciclos para eliminar los gases no deseados. El gas resultante es hasta un 96% de oxígeno puro. Este oxígeno se almacena en un tanque y luego se puede entregar en cilindros de oxígeno.
Alexis Doreski es médico especialista en medicina interna y neumonólogo (MN 141740) y ante la consulta de este medio señaló que “no es que falta oxígeno sino que la logística tiene un determinado ritmo de trabajo, y cuando se aumenta mucho la demanda, al estar el sistema sanitario casi al 100%, la organización del transporte y la distribución no llega a cubrir la demanda”.
Para entender el rol de este insumo clave en el tratamiento de los pacientes con COVID-19, Infobae consultó al médico intensivista Arnaldo Dubin (MN 54527), quien explicó que “el COVID-19 es una enfermedad que fundamentalmente provoca una neumonía, la cual en etapas avanzadas comienza a comprometer la capacidad del pulmón como órgano de intercambio gaseoso y la consecuencia es que la presión parcial de oxígeno en sangre disminuye”.
“El marcador de la insuficiencia respiratoria es la hipoxemia”, continuó el especialista, y ahondó: “El tratamiento es la administración de oxígeno, que se puede usar de distintas formas: con una cánula, una máscara, pero a medida que la alteración del intercambio gaseoso es mayor, los requerimientos aumentan y llega un momento en que ya hay problemas en la mecánica respiratoria y en ese punto es necesario intubar y recurrir a la ventilación mecánica invasiva”.
En este punto, Doreski destacó que “el oxígeno es el motivo por el cual se hospitaliza a un paciente”. “Si un paciente no está en la casa es porque no tolera medicación por boca o está deshidratado y necesita que se le coloque una vía para estabilizar su estado de salud, o porque necesita oxígeno”, agregó.
“Cuando el aire ambiente -donde la concentración de oxígeno es del 21%- no alcanza, el paciente necesita que se aumente ese porcentaje con oxígeno suplementario”, explicó Doreski, al tiempo que consideró que “si no hay oxígeno en el sistema de salud el sistema queda obsoleto”.
Y tras reconocer que “la administración del oxígeno varía de acuerdo al paciente”, Dubin señaló que “a medida que se agrava el cuadro, mayores son las necesidades”.
Una cuestión importante en la que el intensivista aseguró que se generó consenso entre la comunidad médica es que “es necesario mantener saturaciones entre 92 y 96 y no más”.
“Tener a los pacientes con niveles mayores de oxígeno puede ser contraproducente -amplió-. Es importante que los médicos cuidemos por un lado el mejor estado de los pacientes y además que no se malgaste este recurso de manera innecesaria y hacer un correcto uso de un bien que es finito”.
Sobre el valor que este insumo tiene en plena segunda ola, resumió: “Un requisito básico para la vida es mantener un adecuado nivel de oxígeno en sangre. Sin oxígeno la vida es imposible, se compromete la producción de energía en las células y las células mueren”.
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