El físico Albert Einstein decía que no se podía culpar a su teoría de la gravedad cuando la gente caía atrapada por el amor. Pero la historia de los argentinos Gabriela González y Jorge Pullin, lo desmiente. Ellos se enamoraron al hablar sobre cuestiones de física y como parte de la colaboración internacional del Observatorio LIGO llegaron a detectar por primera vez las ondas gravitacionales, que habían sido predichas por Einstein. Ahora, con otro científico que participó en el gran descubrimiento, Mario Díaz, y su esposa Lidia, profesora de literatura latinoamericana, los físicos se pusieron a revelar con detalles la historia sobre cómo hicieron para ponerle “música” al Universo.
Los dos matrimonios acaban de publicar un libro editado en español en el que comparten las ansiedades, las intimidades y la alegría que vivieron tras la búsqueda de las ondas gravitacionales, con apoyo de la Fundación Nacional de Ciencias de los Estados Unidos. Pero no se quedaron solo en los logros sino que también ya piensan en el futuro y en las preguntas hoy pendientes que se han generado a partir de la detección de las ondas.
Una onda gravitacional es invisible, aunque increíblemente rápida en el espacio. Einstein había predicho que algo especial sucede cuando dos cuerpos, como planetas o estrellas, orbitan entre sí. Sostenía que ese tipo de movimientos podrían causar ondulaciones en el espacio. Esas ondulaciones se extenderían como las ondulaciones que se producen en un estanque cuando se lanza una piedra. Esas ondulaciones del espacio son las llamadas “ondas gravitacionales”.
González, Pullin, Lidia y Mario Díaz escribieron en su libro: “A las imágenes que obtenemos del universo con nuestros telescopios ahora se les puede sumar otra dimensión sensorial, como cuando al cine mudo se le agregó la banda sonora. ¡Ahora podemos escuchar la música del universo!”.
Los Díaz se conocieron en una fábrica de automóviles. Él era mecánico de mantenimiento y ella trabajaba en las oficinas en los años setenta. Después estudiaron en la Universidad Nacional de Córdoba: ella se graduó en ciencias de la educación, y él en física. Hasta que conocieron en Córdoba a González y Pullin, quien se había graduado en el Instituto Balseiro de Bariloche. Más adelante y en diferentes momentos, los dos matrimonios se mudaron a los Estados Unidos. Si bien forman parte de diferentes instituciones científicas, integraron la Colaboración LIGO que fue fundada en 1997.
En diálogo telefónico con Infobae, la doctora González recordó: “Cuando empecé a estudiar en los Estados Unidos, hice una tesis sobre teoría de la relatividad general que continuaba mi tesis de licenciatura. Tuve un profesor en Syracuse que estaba involucrado en la cooperación Ligo, y me pareció fascinante. Me tomó como su primera alumna de doctorado. Cambié de tema y demoré dos años, pero valió la pena”. La física se involucró con el desarrollo de los instrumentos para detectar las ondas gravitacionales. Su marido, Jorge Pullin, estuvo trabajando en cálculos matemáticos para predecir la forma de las ondas gravitaciones que se producen después de que se fusionan dos agujeros negros.
“En 2005 conseguimos la sensibilidad en los instrumentos que buscábamos. Fue una sensación maravillosa. Eran tecnologías iniciales que sabíamos que no iban a detectar las ondas. Pero la Fundación Nacional de Ciencias, pedía tener esa sensibilidad para luego darnos más fondos para los instrumentos posteriores. Con la segunda generación de instrumentos finalmente hicimos la detección de las ondas gravitacionales”, explicó González.
¿Qué fue lo más excitante de la detección de las ondas gravitacionales? “Hubo varios momentos. La detección fue impresionante. Pero el primer día que vimos una señal nos tomó meses aceptar que era real. Los meses posteriores al descubrimiento no pude respirar tranquila hasta que lo anunciamos. Fueron meses muy estresantes”, reconoció. Esas primeras ondas gravitacionales que detectaron los científicos en 2015 se habían producido cuando dos agujeros negros chocaron entre sí hace 1,3 millones de años. El observatorio utiliza láseres, espejos e instrumentos extremadamente sensibles para detectar esas ondas.
En 2017, con el observatorio LIGO hicieron otro descubrimiento clave: detectaron las ondas generadas por el choque de estrellas de neutrones. “Fue en colaboración con Europa. Se trianguló información e incluyó al Observatorio de Córdoba. Es uno de los descubrimientos del siglo. Cuando se lo presentó, yo ya no era la líder, y lo pude disfrutar más”. Para González, los descubrimientos son una combinación de contar con instrumentos, gente, teoría, astrofísica, análisis, y -recalcó- trabajo en equipo.
Ahora, los científicos van por más. Quieren que el libro La música del universo -de la colección Ciencia que ladra, dirigida por Diego Golombek- sea leído como una herramienta de divulgación para inspirar a futuras generaciones, y que sirva también para alentar a que haya más mujeres en la física y la astronomía.
“Cuando era estudiante, había gente que decía que tenía que ir a ser madre en lugar de hacer física. Hoy la situación de discriminación es más sutil. Una de las razones es pelear la imagen de Einstein. Se puede hacer buena ciencia durante la juventud. No se necesita ser excéntrico. La mayoría de los científicos no son así”, comentó. Actualmente, además de investigar y dirigir estudiantes de posgrado, la doctora González da clases de física a 200 estudiantes de medicina de manera virtual en la Universidad del Estado de Louisiana en EE.UU.
Con entusiasmo, los investigadores siguen buscando más respuestas. “Cada descubrimiento genera más preguntas que respuestas. Hemos hecho 50 detecciones desde 2015 hasta hoy. No todas son de ondas relacionadas con agujeros negros. Algunas detecciones involucran objetos que no son agujeros negros ni estrellas de neutrones. Estamos investigando de qué se tratan”, aclaró.
“También esperamos encontrar una señal periódica de una onda sinusoidal- adelantó-. La teoría la predice también porque las estrellas de neutrones no son perfectas. Son muy esféricas, pero tienen montañitas. Giran y deberían producir ondas sinusoidales que no desaparecen como los dos agujeros negros que se fusionan. Todavía las seguimos buscando. Hay mucho por hacer en este campo, como por ejemplo queremos rastrear la historia de los agujeros negros”.
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