El peor de los problemas que hoy tiene que enfrentar la pandemia global por el coronavirus SARS-COV-2 ya no es correr detrás del mayor conocimiento sobre la biología del virus. Sino correr detrás de una especie de movimiento pendular que oscila entre dos amenazas epidemiológicas -que parecen no cesar-: por un lado, las nuevas variantes que ofrece el SARS-COV-2 -la de Gran Bretaña (B.1.17), Brasil (P1), Sudáfrica (B1.1351), Nueva York (B.1.526)- y que los expertos han calificado que son entre un 30 a un 50% más contagiosas; y por el otro, la escasez de vacunas, en el contexto de un escenario geopolítico que alienta a la acumulación y a la desigualdad entre los países ricos, los emergentes y los más pobres del mundo.
Hoy se cumple el primer año de pandemia global cuando el 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que el mundo quedaba “oficialmente” azotado por un nuevo virus que provocaba una enfermedad también desconocida, COVID-19. Así la sociedad global quedó repentinamente atrapada en la disrupción que provocaron los confinamientos prolongados, el miedo a la muerte y el coqueteo con un estilo de vida signado -hasta hoy- por la incertidumbre.
Infobae conversó largamente desde Washington DC con el médico oncólogo Elmer Huerta, profesor de medicina de la Universidad George Washington para poner la pandemia en perspectiva de época, y repasar los últimos debates científicos que incansablemente intentan “perforarla”. Huerta incorporó un concepto novedoso y fundamental para esta nueva etapa: la vigilancia genómica, que le permitirá a los países pensar las estrategias de salud pública a futuro de la pandemia contra las cepas resistentes. Además el experto en oncología deslizó, en consenso con otros investigadores internacionales, que el “estado pandémico” se prolongará por varios años.
— Doctor Huerta, ante la aparición de nuevas variantes del SARS-COV-2 (cepas resistentes) que evidencian que el virus sigue rondando entre los seres humanos, por eso muta para ser cada vez más eficaz, ¿cree que esto tendrá como efecto colateral el cambio en las estrategias mundiales de vacunación?
— Elmer Huerta: Es probable. La actualidad nos muestra que la escasez de vacunas de los países pobres y emergentes, y la acumulación del mismo insumo en las naciones ricas representan hoy uno de los principales escollos para resolver la pandemia.
Se ha conocido a través de científicos de distintos claustros académicos - como el inmunólogo Luke O’Neill, del Trinity College de Dublín, que los países más desarrollados cuentan con un excedente en el número de vacunas por cada habitante. Por citar solo algunos números: Canadá, tiene un suministro de nueve vacunas por persona; Estados Unidos, siete; Reino Unido, seis, y la Unión Europea, 5. Esto quiere decir que, para lograr lo que vengo diciendo desde hace meses, “que el mundo logre la inmunidad de rebaño lo antes posible, vacunando entre un 70 y 90% de la población”, la acumulación de vacunas es definitivamente la peor estrategia.
Hay países que teniendo vacunas para cubrir tres a cuatro veces el tamaño de su población se van a dar el lujo de vacunar a los jóvenes, que tienen bajo riesgo de enfermedad. Y hay países que no van ni siquiera a tener vacunas para inocular a su gente de alto riesgo. Entonces, si no corregimos esa inequidad en la distribución de las vacunas va a ser muy difícil que el mundo llegue pronto a tener -por lo menos- un 70% de inmunización y se logre la inmunidad de rebaño.
Hoy tenemos claro que podremos ir hacia un esquema de vacunacion igual al de la gripe. Cada vez que uno se vacuna contra la gripe en esa vacuna, hay tres variedades del virus de la gripe que se escogen de acuerdo a las variedades que está causando problemas. Usaremos vacunas polivalentes en las cuales vamos a disponer de dos o tres variedades del nuevo coronavirus SARS-COV-2 para protegernos.
— La ciencia mundial a traves de un trabajo mancomunado hizo las cosas bien: se pudo descifrar el código genético del virus y se lo subió a Internet y luego de 12 meses existen más de cinco vacunas nuevas y aprobadas contra el COVID-19. Por otro lado, no se ha avanzado mucho en los tratamientos con fármacos, sueros y antivirales. ¿Cómo analiza la carrera de las vacunas, el tiempo de la escasez y la desigualdad de la geopolítica? ¿Cómo pone en perspectiva esta trilogía?
— Pensando en esta trilogía, claramente los países con mayores recursos van a salir primero de la pandemia, por la cuestión del acceso y el ritmo en el proceso de vacunación, porque generarán una vacunación masiva. Para prevenir y cortar la pandemia vamos a necesitar más del 80% de la población vacunada, y es casi imposible pensar que el 80% del mundo se va a vacunar, y que lo hará en tiempo y forma.
Por lo tanto, es razonable estimar que vamos a tener una persistencia de este nuevo coronavirus. Vamos a requerir un refuerzo de las vacunas; y serán vacunas modificadas de acuerdo a las nuevas cepas o variantes resistentes. Hay que tener la mayor cantidad de vacunas disponibles para todo el mundo, porque cuanto antes vacunemos a la mayor cantidad de gente habrá menos mutaciones. El virus para mutar necesita contagiar y reproducirse.
No veo una cura cercana para la COVID-19, definitivamente tenemos que fijar nuestras esperanzas y esfuerzos en la vacuna. El control de cualquier problema de salud pública tiene dos esferas muy marcadas, las cuales además se entrelazan entre sí. La primera esfera es la del control de la salud pública en la cual se introduce una palabra clave: la política. El control de la salud pública está determinado por lo que se llaman las políticas de salud.
La segunda esfera es la esfera individual, la del sujeto. ¿Se cuida o no se cuida? ¿Aprende o no aprende? ¿Recibe los mensajes adecuados?. ¿Sabe cómo se transmite la enfermedad? ¿Evita la infección?, entre otras preguntas fundamentales. Estas dos esferas se entrelazan porque ambas dependerán de una buena política pública, en donde los políticos entiendan el problema, y tengan empatía por la gente que está sufriendo. Y usen a la ciencia -proactivamente y con transparencia - como la herramienta que los llevará a controlar la enfermedad.
La comunicación científica que ejerce con la palabra el doctor Huerta se asemeja al rol esencial de una propaladora de pueblo. Genera información accesible y de divulgación y además lo hace con extrema calidez. Huerta es considerado una verdadera celebridad de los mass media del continente americano. La pandemia lo ocupó y lo inquietó desde el primer día. Es considerado una voz experta en temas de ciencia y salud de la cadena CNN, Telemundo, Univisión, entre otras y tiene millones de seguidores en sus redes. Huerta trabaja desde uno de los nodos de la excelencia científica mundial - la Universidad George Washington - sin embargo, nunca perdió su mirada aguda y conectada sobre la región y particularmente sobre su adorada Lima natal.
—¿Sigue creyendo que las mejores vacunas son las de ARN mensajero? Y la gran pregunta que todavía sigue flotando es ¿por cuánto tiempo va a durar la inmunidad?
-Del portafolio actual de vacunas contra el COVID-19 - en sus múltiples plataformas y tecnologías, ARN mensajero, adenovirus humano, adenovirus de chimpancé, virus inactivado - (N. de la R: Pfizer, Moderna, Sputnik V-Gamaleya, Oxford-AstraZeneca, Sinopharm, Johnson&Johnson-Janssen que ya obtuvo la aprobación de la FDA, pero aún no comenzó a inocularse) considero que todas van a funcionar. Pero es cierto que la duda que sigue latente es por cuánto tiempo nos van a proteger. Hay que recordar que las dos preguntas científicas que debe contestar la Fase III están basadas en resultados de efectividad y seguridad a largo plazo.
Hasta hoy sabemos que la inmunidad parece durar entre 6 y 9 meses, prácticamente un año después de vacunado, porque también se sabe que el individuo posee inmunidad celular, más allá de los anticuerpos, y se cree que esa inmunidad es mucho más duradera. Así que al crear esa inmunidad celular, tal vez hasta podamos hacer una vacunación cada dos años en lugar de anual. Pero eso lo vamos a ir aprendiendo a medida que estudiemos más sobre todas estas cepas emergentes.
Entonces no importa cuál sea la vacuna, podrá ser la de Moderna, la de Pfizer, la de AstraZeneca, Sinopharm, la vacuna de Gamaleya; todas nos están demostrando hasta ahora que pueden prevenir la enfermedad grave, la hospitalización y la muerte. Yo no tengo ninguna preferencia, me pondría la vacuna que me ofrece el país en el que vivo (N.delaR.: Huerta vive en Estados Unidos y participó como voluntario en 2020 en el ensayo clínico de la vacuna de Moderna) porque lo que quiero evitar es la complicación y la muerte.
— Cuáles serán concretamente los cambios en las estrategias de vacunación en los distintos países contra el COVID-19. La mayoría de las vacunas disponibles requieren dos dosis...¿Puede desarrollar la trascendencia del concepto de vigilancia genómica que usted mismo introdujo?
—Creo que va a cambiar completamente la estrategia de vacunación que se había diseñado al principio, cuando se diseñaron estas vacunas de primera generación. Se tenía la idea de que este virus iba a ser un virus de mutación porque es un virus ARN, pero que no iba a tener la capacidad de mutar tan rápido en su espiga y volverse resistente a las vacunas. El hecho de que por ejemplo el ministro de Salud de Sudáfrica haya tenido que suspender el Programa Nacional de Vacunación, con la vacuna AstraZeneca, nos indica que hay algo que tenemos que cambiar. Y lo que tenemos que cambiar es hacer que los países del mundo inviertan en lo que se llama la vigilancia genómica. La vigilancia genómica es una disciplina mediante la cual cada cierto número de hisopados que se hacen y se diagnostica el virus en las personas se hace una secuencia genética, un secuenciamiento genético completo del virus para ver contra quién estamos enfrentándonos, qué variantes genéticas, qué mutaciones se están presentando en esos virus. Hay países que ni siquiera han despertado a esto de la vigilancia genómica. Y si no sabemos qué tipo de virus es el enemigo, si está mutando o no, si no sabemos si cada país tiene de repente sus propias variantes, va a ser bien difícil luchar contra eso.
Una de las estrategias ante la escasez, si dar una sola dosis, o espaciar la segunda dosis a lo máximo que se pueda, creo que son estrategias válidas en este momento pandémico. ¿Cuál es el fundamento científico? Que si con una dosis somos capaces de proteger a una población, obviamente no al 95% pero sí al 80%, lo que va a ocurrir es que evitaremos las infecciones. Y al evitar infecciones vamos a evitar que el virus mute y se formen variantes nuevas. Frente a un contexto de escasez, la nueva estrategia yo creo que vale.
Lo ideal es que tengamos el número de vacunas suficientes para dar las dosis que se han estudiado de acuerdo a los ensayos clínicos y se den las dos dosis. Pero yo no veo nada malo que ante la escasez y para evitar infecciones y mutaciones podamos dar una sola dosis para empezar.
— Cuando uno estudia las historias de pacientes recuperados de COVID-19, se escuchan relatos muy diversos sobre cómo se transitó la enfermedad: contagio, evolución y recuperación. ¿Coincide con esa idea de que hay tantas enfermedades por COVID-19 como contagiados?
—Efectivamente. Yo creo que el tipo de sintomatología, el tipo de efecto que tiene el virus en un ser humano es diferente en cada persona. Ahora bien, resulta difícil establecer un patrón de comportamiento para el COVID-19. Cada enfermedad tiene un comportamiento diferente y COVID-19 no es la excepción. Lo que sí se mantiene en todos lados, incluso en las estadísticas, es ese 80-15-5 ¿Qué significa 80-15-5? Que de cada 100 infectados, 80 van a tener una enfermedad leve o asintomática. 15 van a caer en cama muy enfermos, pero también se van a recuperar. Y el 5% son los que tienen tendencia a hospitalizarse y algunos de ellos llegar a cuidados intensivos y morir.
Esa proporción de gravedad de la enfermedad se mantiene en todos lados y en realidad es una ruleta rusa porque cuando uno se infecta con el virus no hay manera de saber quién va a caer en el 80, quién va a caer en el 15 y quién va a caer en el 5.
— ¿Cómo cree que serán las imágenes de la pandemia que veremos en los próximos días de aquí hasta fin del año 2021?
— Lo que vaya a suceder con respecto a la pandemia durante este año 2021 hasta diciembre dependerá del país en el que uno viva. Si uno vive en Estados Unidos y se mantiene el ritmo que tiene la vacunación -ya está casi en dos millones de vacunados por día- se espera que para agosto-septiembre 2021 un gran porcentaje de la población esté protegida. Y si hay protección de las vacunas para noviembre, que es el Día de Acción de Gracias, será la prueba de fuego y las navidades aquí probablemente serán normales, si todo va de acuerdo al ritmo de vacunación.
Pero si uno vive en un país en el que las vacunas están yendo muy lentas, y que luego el proceso de vacunación también avanza muy lento; y sólo el 30 o 40% de la población va a estar vacunada, en esos países todo el año 2022 también será dominado por la pandemia. Es triste, pero esta pandemia lo que está haciendo es desnudar esas desigualdades. Lo que va a pasar con cada uno de nosotros este 2021 dependerá del lugar en el que uno viva.
— Sobre el ritmo de la vacunación en América Latina se repite un combo poco esperanzador: escasez de dosis, mala administración y falta de transparencia en el proceso ¿Cómo analiza usted la estrategia de inmunizaciones de la región? Usted ponderó el caso chileno...
— Una cosa es tener la vacuna ya comprada, aunque hay países que todavía ni siquiera las han comprado; y otra muy distinta es ponerla en el brazo de las personas, eso se llama logística. Creo que en la región de América Latina, Chile es el país que se destaca absolutamente por lo que hizo con el proceso de vacunación de su gente. Ellos tienen una meta muy precisa: tener 10 millones de personas vacunadas para mitad de este año.
Y lo que Chile ha hecho básicamente es sentarse con todos los que le podían ofrecer vacunas y como hombres de negocios, hacer bien el negocio: comprar independientemente de lo que iba a pasar. El país trasandino administra vacunas en muchos centros comunitarios. Han descentralizado la vacunación. Por eso les está yendo bien.
— Puede referirse con su singular claridad a la biología evolutiva del SARS-COV- 2 desde su irrupción hasta aquí, ¿Qué hemos aprendido para agregar valor al devenir de esta pandemia?
— Lo que hemos aprendido es que este virus es capaz de mutar y cambiar. Y siguiendo la disciplina de la biología evolutiva, “el virus tiene una inteligencia”, porque se adapta a los seres humanos que somos sus huéspedes, en quiénes causa enfermedad. Esta “inteligencia” del virus en su evolución lo que ha razonado es: como estos seres humanos nos están poniendo barreras, voy a mutar para ser más infeccioso. Y cuando se ha vuelto más infeccioso, ha dicho: los humanos tienen ahora vacunas, vamos a mutar en nuestra espiga para burlarnos un poco de sus vacunas.
Este virus tiene una capacidad muy grande en esto que se llama la biología evolutiva: adaptarse y mostrar variedades que se quieren perpetuar y que quieren ser las dominantes, en esta lucha tan desigual, entre el humano y el virus que estamos todavía librando.
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