El martes 6 de octubre Stan, un fósil de Tyrannosaurus rex de 67 millones de años, fue subastado en Christie’s; se estimaba que llegaría a entre USD 6 millones y USD 8 millones. Sin embargo, la perfección del ejemplar y la rara oportunidad de comprar el esqueleto de un dinosaurio en un remate provocaron una puja. El precio fue subiendo, y subió y subió hasta marcar un récord: casi USD 32 millones.
Esa noticia, importante en sí misma, no fue sino la punta del iceberg en el culebrón de los huesos de Stan.
El comprador pidió la reserva de su nombre, lo cual incrementó el enojo de la Sociedad de Paleontología de Vertebrados (SVP), que días antes había enviado una carta para instar a Christie’s “a reconsiderar la venta de este importante y conocido esqueleto” y “restringirla a los ofertantes de instituciones comprometidas a la curaduría de especímenes para el bien público y a perpetuidad”. Lo que implicaba el texto, firmado por la presidenta de la SVP, Emily Rayfield, era claro: los fósiles corresponden a un museo, no a un particular.
La SVP reconoció que normalmente hubiera escrito en un tono más imperativo, pero esta vez debió moderarse porque se trataba de “una venta impuesta judicialmente”. Porque Stan quedó como botín disputado en la guerra entre dos hermanos, Peter y Neal Larson, los paleontólogos legendarios que lo desenterraron en Dakota del Sur hace 28 años.
Hasta hace poco Stan habitaba el Instituto Black Hill (BHI) de Investigación Geológica, de los Larson, pero años de peleas judiciales llevaron, primero, a la fractura de la familia y, ahora, a una sentencia judicial por la cual los bienes de la institución —entre ellos, el T. rex— se debían vender.
“El momento marcó la culminación de una batalla legal de años entre los hermanos que alguna vez habían sido inseparables”, publicó The Wall Street Journal (WSJ). Se esperaba que la venta de Stan pusiera punto final al encono, pero la cifra desmesurada que alcanzaron los 188 huesos del ejemplar complicaron la situación: “Ahora los amigos se preocupan porque el alto precio de Stan sólo haya profundizado el resentimiento entre los hermanos, porque todo el dinero fue a manos de Neal”.
El récord también molestó a los científicos ajenos al aspecto comercial del asunto, simplemente porque incrementa la tendencia a que bienes de interés público como los fósiles desaparezcan en manos de individuos que no sólo no los donan a museos ni permiten estudiarlos sino que los sacan completamente de circulación, en colecciones privadas. Aunque no se puede descartar que la compra de Stan haya sido hecha por una institución, los expertos tienen pocas esperanzas: se pagó una cifra demasiado alta para los presupuestos de los centros públicos.
“La mayoría de las veces los fósiles que están en manos privadas van directamente de los dealers a los compradores, y los científicos rara vez se enteran siquiera de qué se están perdiendo”, explicó a Atlas Obscura Jingmai O’Connor, la famosa paleontóloga que se ocupa de restos de reptiles en el Museo Field de Historia Natural de Chicago. “Es más raro que ocurra algo como lo de Stan: que un espécimen que la ciencia ha conocido bien sea vendido a un particular”. Pero el destino de invisibilidad es el mismo.
Con 12 metros de longitud y 4 metros de alto, armado en una estructura con montaje separado para el cráneo y los dientes originales, el esqueleto de este T. rex macho tiene un estado de conservación tan notable “que muestra patologías como heridas punzantes en las mandíbulas y rotura cicatrizada en la vértebra del cuello”, indicó el folleto de la subasta. Su nombre recuerda al paleontólogo amateur Stan Sacrison, quien en 1987 vio asomar la pelvis del dinosaurio en Hell Creek, una formación cerca de Buffalo, en Dakota del Sur, contó LiveScience. Allí llegaron los Larson con el equipo de BHI y dedicaron más de 300.000 horas-hombre para que los venerables huesos sintieran por fin el sol en 1992.
“Desde mediados de los ‘70s los hermanos desarrollaron una de las primeras compañías de Occidente, y una de las más destacadas, para la búsqueda de fósiles; excavaron 11 Tyrannosauri reges y miles de especímenes que hoy se hallan en museos y colecciones universitarias del mundo entero”, los presentó WSJ. “De sitio en sitio desenterraron dinosaurios y solicitaron los permisos de los propietarios de las tierras, a quienes por lo general se les pagaba por el acceso”.
Uno de ellos no aceptó el arancel, y entonces comenzaron las desavenencias entre los Larson. Fue a mediados de la década de 1990, cuando perdieron una larga batalla legal por Sue, hallada en un terreno que pertenecía a un ganadero y a los Sioux, también en Dakota del Sur. Por fin el dinosaurio fue vendido, por el mismo medio de una subasta, pero de Sotheby’s: al obtener un precio de USD 8,4 millones fue el récord hasta los USD 31.847.500 de Stan. Hoy Sue está en el Museo Field.
WSJ habló con amigos de los paleontólogos que vieron la sombra de Sue en las peleas que siguieron, y que llevaron a la separación de los hermanos y de los bienes de BHI: “El trauma de aquel antiguo caso rechina en esta familia, y creo que exacerbó cualquier diferencia que existiera”, dijo Kristin Donnan, ex esposa de Peter y co-autora de Rex Appeal, un libro sobre la disputa por Sue. “Stan logró lo que Sue no pudo: dividió a la familia”.
Antes de hacerlo se convirtió en un fósil famoso: encabezó la Exposición Mundial del T. Rex, una gira de un año que comenzó en Japón en 1995; 10 años más tarde, el programa La verdad sobre los dinosaurios asesinos, de BBC, usó una réplica de sus mandíbulas para mostrar la fuerza de estos animales extinguidos. Fue estrella de varios estudios académicos, entre ello uno publicado en PLOS One en 2009, que lo llama por su nombre científico: BHI 3033. Más de 60 museos y universidades compraron a BHI moldes de su cuerpo para investigaciones.
Y, desde luego, fue la pieza más valiosa del instituto que compartían los Larson. Hasta que, hace dos años, un tribunal determinó que, para terminar una disputa compleja por la propiedad de su empresa, los hermanos dividieran sus activos, resumió WSJ. A Peter, de 68 años, le tocó la organización en sí, el BHI, que consiste en un museo privado de 464 metros cuadrados y más de 100.000 fósiles. Y a Neal, de 65, le tocó Stan.
“Neal Larson dice que siempre se sintió competidor de su hermano y que las semillas de la discordia se plantaron desde el vamos, cuando Peter transformo su pequeño comercio de minerales en una sociedad para la búsqueda de fósiles y se atribuyó el 60% de la compañía, y le asignó el 35% a Neal y 5% a otro socio, Bob Farrar”, desarrolló el periódico financiero de Nueva York. En 2015 Neal comenzó un juicio alegando que fue “oprimido como accionista”, por lo cual solicitó la liquidación de la empresa para tomar su 35% y seguir su camino.
Ahora, con la cifra récord de venta del fósil, el 60% de su hermano se empequeñece. “Eso es más que los ingresos que tuvimos en toda la historia de nuestra compañía”, dijo Peter, en alusión a los USD 32 millones.
El caso reflotó la difícil lucha de los científicos contra los coleccionistas. No es la primera vez que la SVP se opuso a la subasta de fósiles: LiveSciense citó la ocasión más reciente, en 2018, cuando la sociedad que reúne a más de 2.200 paleontólogos solicitó a la casa francesa Aguttes que no rematara un Allosaurus, un tipo de dinosaurio carnívoro, que se había encontrado en un terreno privado en Wyoming. También ha protestado algunas autoridades, como el ex paleontólogo estatal de Dakota del Norte John Hoganson, quien en 2008 calificó de “tragedia” la venta de un esqueleto de Triceratops a un individuo, en otra subasta de Christie’s.
La ciencia es la que pierde, sintetizó la publicación dedicada a esa disciplina: “Los museos son cruciales para la preservación de los fósiles, dado que emplean a científicos que saben cómo cuidar adecuadamente de los especímenes y dado que los ponen a disposición del público y los investigadores del porvenir”. Eso es relevante, agregó Atlas Obscura, en parte porque las generaciones siguientes “pueden regresar a los viejos ejemplares con preguntas y técnicas nuevas”.
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