El SARS-CoV-2, el virus que causa el COVID-19, puede propagarse cuando alguien entra en contacto con gotitas respiratorias grandes, como las que escapan con la tos o el estornudo de una persona enferma. Es poco probable que estas gotas grandes viajen más allá de los dos metros, de ahí la guía omnipresente en torno al distanciamiento social, que generalmente es más fácil de lograr afuera que adentro.
Pero alguien infectado con SARS-CoV-2 también exhala constantemente pequeñas partículas respiratorias, conocidas como aerosoles, que permanecen en el aire. (El uso de una máscara reduce la cantidad de gotitas y aerosoles que llegan a la atmósfera). En el aire exterior, los aerosoles se disipan con bastante rapidez. Pero en un espacio cerrado, particularmente uno que está mal ventilado, pueden acumularse con el tiempo y potencialmente poner en peligro a cualquier persona en la habitación, incluso a las personas que se sientan a más de dos metros de distancia de la persona enferma.
Un estudio del 27 de octubre publicado en Physics of Fluids encontró que la transmisión por aerosoles no es tan peligrosa como la transmisión por gotitas, pero confirmó que el COVID-19 se puede propagar a través de aerosoles, especialmente en espacios mal ventilados. Algunos “súper excretadores” también producen un número de partículas superior al promedio, lo que sin saberlo coloca a quienes los rodean en mayor riesgo de infección, encontró el documento.
“Si entras en un bar y alguien empieza a fumar, al principio no lo notarás”, dice Shelly Miller, experta en aire interior de la Universidad de Colorado, Boulder. “Pero eventualmente el humo llena todo el bar y permanecerá allí porque no hay ventilación”. Lo mismo sucede con el virus, y cuantas más personas exhalen aerosoles al aire, más rápido se acumulan.
Erin Bromage, profesora de biología en la Universidad de Massachusetts Dartmouth, publicó un artículo en su blog que se volvió viral explicando los entornos de alto riesgo que podrían provocar infecciones por COVID-19. La lista incluye lugares de trabajo, transporte público, reuniones sociales, restaurantes y el hogar de una persona, que representan el 90% de los eventos de transmisión.
“La razón para resaltar estos diferentes brotes es mostrar la similitud de los brotes de COVID-19. Todos estos eventos de infección ocurrieron en interiores, con personas muy poco espaciadas, con muchas conversaciones, cantos o gritos”, escribió Bromage, refiriéndose a los diferentes casos a los que hace referencia que se han producido en todo el país.
En una entrevista con “New Day” de CNN, la especialista dijo que hay ciertos espacios que la gente debería evitar cuando los estados reabren. “Cualquier lugar de trabajo o cualquier entorno que no mantenga un número razonable de personas, que no tenga un buen flujo de aire, donde todo esté circulando y, si es ruidoso, es un lugar donde yo diría que no es necesario estar”, dijo la especialista.
Un informe preliminar de científicos japoneses sugirió que las probabilidades de que una persona infectada “transmitiera COVID-19 en un entorno cerrado eran 18,7 veces mayores en comparación con un entorno al aire libre”. Otra preimpresión de un estudio examinó 318 brotes en China que involucraron tres o más casos, y encontró que todos menos uno involucraron al virus saltando entre personas en interiores.
“El principio general debería ser: afuera es mejor que adentro; abierto es mejor que cerrado; menos es mejor que más personas; y manténgase alejado de las personas enfermas”, dijo el doctor Erich Anderer, neurocirujano y miembro fundador del grupo North Brooklyn Runners, en diálogo con Insider.
Las “tres C” que la OMS pide evitar
En septiembre de este año, el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, insistió a la población en la importancia que tiene evitar las denominadas “tres C”: espacios cerrados, lugares concurridos y contactos cercanos.
“Son cosas esenciales sobre las que todos los países, comunidades y personas se deben enfocar para controlar la transmisión del Covid-19”, ha dicho, para subrayar también la necesidad de evitar acudir a lugares muy concurridos como, por ejemplo, eventos deportivos, discotecas o lugares de culto.
Los peores grupos de coronavirus en los Estados Unidos están todos vinculados a espacios que obligan a las personas a estar cerca durante períodos prolongados. Según una página actualizada en vivo del New York Times que rastrea los brotes en todo el país, todos menos uno de los 12 lugares más afectados en los EEUU fueron prisiones, cárceles e instalaciones de procesamiento de carne. Varios hogares de ancianos también ocupan un lugar destacado en la lista.
La guía especifica de los CDC establece que la carga viral requerida para iniciar la enfermedad es de aproximadamente 1.000 partículas virales. Esto hace que el virus que causa COVID-19 se propague de manera muy fácil y sostenida entre las personas. El CDC explica que la carga viral hace que esta enfermedad se esté propagando de manera más eficiente que la influenza, pero no tan eficientemente como el sarampión, que es altamente contagioso.
Para tener una idea de cuándo puede producirse una transmisión y así reducir la exposición al riesgo de los ciudadanos, los CDC hacen un cálculo aproximado de cuántas partículas virales puede emitir una persona contagiada cuando interactúa con alguien que no está enfermo. La respiración normal tiene una carga aproximada de 20 vp por minuto, mientras que al hablar se lanzan aproximadamente unas 200 vp por minuto. Sin embargo, esta medida puede variar según el tono de voz: si una persona habla muy alto o incluso grita, la cantidad de partículas virales que expulsa por la boca puede ser mucho mayor.
En la mayoría de los establecimientos de interior, es probable que una persona tenga poco control sobre si las ventanas están abiertas y cuántas otros individuos hay dentro. Pero es probable que algunos lugares públicos sean más seguros que otros.
El distanciamiento social por COVID-19 se olvida a menudo en los bares. “El alcohol disminuye la inhibición y nubla el juicio y, cuando se pone música a todo volumen en un bar o club nocturno, terminamos acercándonos más a otras personas”, explicó Robert Glatter, médico del Hospital Lenox Hill de Nueva York, a USA Today.
Los brotes en eventos, locales y establecimientos como bares y restaurantes suponen una parte importante de los contagios del ámbito social. Sobre todo, son los más explosivos: cada brote supone una media de 27 personas infectadas, frente a solo 6 contagios en las reuniones familiares.
“La ventilación es el punto de control clave para un virus transmitido por el aire y esto ya está en la guía de control de infecciones existente bajo los ‘Controles de Ingeniería’ de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EEUU”, afirmó Julian W. Tang, profesor de la Universidad de Leicester en el Reino Unido y autor principal de un estudio sobre la gripe pospandémica que examina cómo las diferencias de temperatura en el aire exhalado podrían utilizarse para visualizar los diferentes tipos de flujos de aire infectado. “Basándonos en múltiples estudios realizados, creemos que optimizar la ventilación es la forma de avanzar: eliminar el virus del aire antes de que la gente lo inhale”, aseguró.
Inclinarse para entablar una conversación aumenta el riesgo de COVID-19. En muchos bares, la música alta o las multitudes ruidosas te obligan a acercarte para escuchar. “Cuando estoy en una situación ruidosa, tiendo a girar mi cabeza o mi oído hacia la boca de esa persona, pero entonces su aliento exhalado viene directamente a mi cara”, indicó Tang. Y agregó: “Me hace inhalar aún más del aire que están exhalando que podría ser portador del virus. Y al hablar más fuerte también expulsa más gotas”.
Los restaurantes también pueden ser peligrosos. En una carta de investigación reciente en la revista Emerging Infectious Diseases, los científicos describieron cómo nueve personas sentadas a más de un metro de distancia en un restaurante en China contrajeron el coronavirus en enero. El virus probablemente se propagó por el aire acondicionado del restaurante, aseguraron. Los autores aconsejaron a los restaurantes que aumentaran la distancia entre las mesas, mejoraran la ventilación y limitaran el tiempo que los comensales pueden sentarse.
Comer o beber adentro significa inevitablemente estar rodeado de personas sin máscara, lo que elimina una capa de protección. (Hablar en voz alta también lleva a las personas a expulsar más gotitas y partículas virales, según los estudios). Los restaurantes donde la gente se queda en sus propias mesas probablemente sean más seguros que los bares, donde la gente tiende a mezclarse y puede ignorar pautas de salud pública después de haber tomado unas copas, dice el doctor Tom Hennessy, epidemiólogo de enfermedades infecciosas de la Universidad de Alaska.
Los lugares públicos que no son para comer y beber, como los centros comerciales y los museos, tienen algunas ventajas sobre los bares y restaurantes, ya que todos pueden permanecer enmascarados todo el tiempo que estén adentro. También tienden a ser mucho más grandes, lo que permite que las partículas virales se dispersen, especialmente si funcionan a capacidad reducida. “Si estás en una habitación grande y la habitación está bien ventilada y no hay demasiada gente entonces el riesgo de transmisión por aerosol es en realidad bastante pequeño”, sostiene Daniel Bonn, coautor de Physics of Fluids y profesor de ingeniería en la Universidad de Amsterdam.
La misma guía probablemente debería aplicarse también a entornos de oficina. Un brote en un centro de llamadas en Seúl proporcionó un claro estudio de caso de transmisión en la oficina: de los 811 empleados del centro, 97 se enfermaron. De esos 97, todos menos tres se sentaron en el mismo piso y 79 estaban en la misma sección. “A pesar de la considerable interacción entre los trabajadores de los diferentes pisos del edificio X en los ascensores y el vestíbulo, la propagación de COVID-19 se limitó casi exclusivamente al piso 11, lo que indica que la duración de la interacción (o contacto) probablemente fue el principal facilitador para más propagación”, escribió el CDC coreano en su informe sobre el brote.
Según un informe del Centro de Investigación y Política de Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Minnesota, la pandemia de coronavirus podría durar hasta dos años. Es probable que las oleadas de infecciones por COVID-19 continúen hasta que la mayoría de la población humana se vuelva inmune o se desarrolle una vacuna.
Dado que el riesgo de infección se mantendrá durante mucho tiempo, los empleadores se verán obligados a adaptarse. “Los turnos escalonados y los horarios flexibles pueden convertirse en la norma, junto con el trabajo de forma remota”, escribió Rachel Morrison, profesora de psicología del trabajo en la Universidad Tecnológica de Auckland, en The Conversation.
El rol de los menores en el contagio del coronavirus SARS-CoV-2 es objeto de estudio desde hace varios meses, en especial ahora, que en varios países del mundo se busca reactivar pronto la presencia física en las aulas. Diferentes teorías indicaban que no eran grandes transmisores del coronavirus, algo que choca con un estudio de la Universidad de Harvard publicado en la Harvard Gazette, que resaltaba que los niños portadores asintomáticos que asisten a las instituciones escolares pueden propagar la infección y llevar el virus a sus hogares.
Las dinámicas de contagio por aerosoles en un aula son muy distintas si el paciente infectado es alumno o docente. Según un relevamiento realizado por Public Health England, los adultos parecen ser más contagiosos que los niños. La investigación de la agencia gubernamental británica sostiene que los niños no serían un vector de transmisión comunitaria tan relevante como los adultos en el contexto educativo.
La situación más peligrosa se daría en un aula sin ventilación en la que la persona infectada fuera el profesor. Si pasaran dos horas de clase con un docente enfermo, sin tomar ninguna medida contra los aerosoles, la probabilidad de contagio alcanzaría hasta a 12 alumnos. Si todos llevaran máscaras faciales, solo 5 se podrían contagiar. Si además se ventila durante la lección (de forma natural o mecánica) y se para después de una hora para renovar completamente el aire, el riesgo se desploma.
“Hay que empoderar a la gente a través de los comportamientos de espejo; enseñar cuáles son las diferentes situaciones de la vida cotidiana que tienen más o menos riesgo, porque si bien la mayoría de las personas saben que se tienen que distanciar y usar tapabocas, por ejemplo, en la práctica muchos usan el tapabocas por debajo de la nariz o se acercan demasiado. Creo que la gestión del riesgo basado en mostrar los comportamientos que son de bajo mediano y amplio riesgo es lo que hay que transmitirle a la población”, explicó en una entrevista con Infobae el médico infectólogo Roberto Debbag (MN 60253).
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