“Disparos en la oscuridad” y “lagunas del conocimiento”, pueden ser dos buenas síntesis para señalar cierto empantanamiento de la ciencia mundial actual, no a la hora de producir novedad científica para cercar al COVID-19; sino al momento de explicarse a sí misma en un contexto de marchas y contramarchas que impone la naturaleza veloz del tiempo pandémico.
El avance del conocimiento científico de alguna manera acontece y se desarrolla en una especie de movimiento vaivén, no es lineal. Conocer más implica ir y venir; e implica ensayo y error hasta llegar a la evidencia. Este fascinante proceso además necesita tiempo. Y hoy la carrera contra el coronavirus es a contrarreloj.
Además se suma otro mojón en la tan ansiada búsqueda del momento Eureka!, con sus recorridos y fallas: la producción científica no está ocurriendo actualmente en el universo silencioso y escaso de los laboratorios, sino frente a una ávida y numerosa audiencia mundial: 6 mil millones de personas que quieren saber más y más cada día sobre el coronavirus y cómo librarse de él. Y como atentos guardianes de la innovación y del acceso, la economía y la geopolítica.
En la última semana se conocieron varios acontecimientos sobre esta sed informativa que tiene el globo alrededor del coronavirus y que tuvo como protagonista entre otras fuentes calificadas a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sus anuncios sobre el SARS-COV-2 tambalearon en un exceso de falta de precisiones, de desorden ante la demanda informativa y de mala comunicación.
Primero, la OMS insistió en que la hidroxicloroquina es una opción válida en la búsqueda de un tratamiento contra el coronavirus. Y de hecho lo incluyó en el mega estudio clínico Solidarity que impulsa la OMS en 35 países, entre los cuales está Argentina. Luego y a partir de un paper publicado en la prestigiosa revista The Lancet - que resultó ser falso- dio marcha atrás y abonó la idea de que la hidroxicloroquina debería discontinuarse, debido a sus potenciales efectos secundarios. Sin duda, el mayor problema de este mensaje fue que -por primera vez- The Lancet publicó un estudio falso -del que luego con hidalguía se retractó públicamente - y que le proveyó un empresa de big data científica y la OMS luego lo amplificó sin sus propios chequeos. Como sea el cuento, los “heridos” quedaron del lado del acceso a la información veraz.
La otra historia controversial que también protagonizó la OMS fueron las dudas sobre si las personas asintomáticas eran la principal fuente de contagio del coronavirus o por el contrario no contagiaban. La casa internacional de la salud debió retractarse en conferencia pública televisada a todo el mundo sobre la frase: “Es muy inusual que los enfermos asintomáticos de coronavirus contagien”. Claramente, hasta hoy, la idea de incertidumbre científica y de falta de certezas persiste alrededor de esta pandemia por SARS COV 2.
En diálogo con Infobae desde el Hospital Johns Hopkins, en Baltimore, Estados Unidos, Oscar Cingolani, médico cardiólogo y director del Centro de Hipertensión Arterial y de la Unidad de Cuidados Críticos Cardiovasculares del Hopkins se convirtió en una de las voces mundiales más lúcidas luego de la pendularidad de los mensajes de la OMS en la última semana. Al repecto Cingolani explicó, “hacía tiempo que la ciencia no pasaba por esta codicia académica. Por la necesidad de publicar primero un resultado, llevando a los medios (y a los científicos también) a conclusiones apresuradas y equívocas. Espero que esto nos enseñe a ser más humildes, rigurosos y pacientes".
Luego Cingolani se refirió a Infobae con más detalle sobre el tema de los asintomáticos: “Vale la pena aclarar los comentarios de la OMS sobre que los asintomáticos pueden contagiar entre un 6 y un 40%. Para completar esa explicación, hay que diferenciar tres grupos de contagiados: el primero, los asintomáticos, aquellos que nunca tienen síntomas; el segundo, los pre-sintomáticos, aquellos que cuando se testean no tienen síntomas, pero días después desarrollan síntomas, éstos contagian; y el tercero, los oligosintomáticos, que tienen pocos síntomas y contagian mucho".
Por ejemplo -continuó Cingolani- en la consulta médica y ante la pregunta: - ¿Usted tuvo COVID-19 ? y el paciente respondió, no. Un buen médico debe continuar con el interrogatorio y repreguntar: ¿Tuvo dolor de cabeza?, ¿Tuvo dolor de garganta?, ¿Tuvo tos? Si dicen sí en algunas de estas opciones, es muy posible que esos sean síntomas de COVID-19, aunque no hayan tenido fiebre, ni falta de aire.
“Los grupos de los pre-sintomáticos y de los oligosintomáticas contagian, y contagian mucho. Por eso valía la pena aclarar los términos, puesto que cuando la OMS se refirió a que los asintomáticos no contagian, no incluyeron a los pre-sintomáticos y a los oligosintomáticos en el análisis, y ambos en algún momento pueden incluso ser indistinguibles”.
Ideas frescas
Esa capacidad brutal del SARS-COV- 2 de volverse exponencial -en poco tiempo- por su alta contagiosidad; lo distingue a la vez de sus “primos hermanos” -también fueron epidemia de la familia de los coronavirus- el SARS 1 y el MERS. El momento de mayor contagio del SARS- COV-2 son los primeros días, antes de que la persona -siendo positiva- vislumbre algún tipo de síntomas. De ahí que se los llama pre-sintomáticos.
Aparecen otras dos ideas potentes y esclarecedoras alrededor del coronavirus en pos de comprender cada día más el movimiento pendular de esta pandemia, y es el concepto de los supercontagiosos o grupo de los 80/20 y el de la memoria inmunológica y su capacidad de protección frente al virus.
En el primer grupo, el 80% de los infectados por COVID-19 lo habría contraído de un 20% de los pacientes. Y la explicación para comprender cómo funciona el concepto de “memoria inmunológica la brindó Michael Gibson, prestigioso médico cardiólogo y profesor de Harvard. Gibson escribió: “Si bien no tienen anticuerpos contra el COVID-19 , entre el 40 al 60% de las personas expuestas al COVID-19, sí tienen células T, listas para atacar el COVID-19 debido a la exposición a otros resfríos comunes relacionados con el coronavirus”.
Consultado por Infobae, el científico argentino Oscar Cingolani agregó: “Cada día aprendemos más sobre este nuevo virus. No se trata de estar aislados para siempre. Se trata de aplicar con rigor y eficacia el distanciamiento social, el uso de mascarillas. Los países con menos casos y muertes fueron disciplinados en sus costumbres sociales, no ejercieron la cuarentena eterna. Aprendamos a aceptar los grises: no se trata de “cuarentena o muerte”. Se trata de cuarentena inteligente".
Según Cingolani, las características de los países a los que les fue bien partieron del entrelazamiento de las siguientes medidas : cuarentena + testeos precoces; para luego identificar a los positivos a tiempo y poder aislarlos. Y las salidas sociales basadas en el distanciamiento social y las mascarillas.
K Y O, los dos factores clave
Según un reciente estudio publicado en RESEARCH SQUARE los epidemiólogos Dillon C. Adam and Benjamin J. Cowling de la Universidad de Hong Kong consignaron que el 20 por ciento de los casos de COVID-19 representaron el 80 por ciento de las transmisiones. Allí nace y adquiere dimensión el concepto de los supercontagiosos.
Entre lo más relevante del estudio Clustering and superspreading potential of severe acute respiratory syndrome coronavirus 2 (SARS-CoV-2) infections in Hong Kong realizado por este equipo de científicos fue incorporar al análisis del comportamiento del coronavirus dos cifras poco atendidas: el R0 (R-cero ) y el K del SARS-CoV-2, dos factores clave para controlar la propagación de la COVID-19 (su Talón de Aquiles).
El R0 se trata del número promedio de personas a las que una persona infectada transmite un nuevo virus cuando no se han tomado medidas para contenerlo. Se cree que el R0 de este coronavirus oscila entre 2 y 3; una epidemia se frena cuando esa cifra cae por debajo de 1, la tasa de reemplazo. Pero esa cifra tiene limitaciones: no transmite el amplio rango entre la cantidad de personas infectadas que transmiten el virus y lo poco que hacen otras personas.
Adam y Cowling en su estudio -que publicó la semana pasada The New York Times- precisaron ahora sobre otro factor importante, el K: “Esta es la razón por la cual los epidemiólogos también observan el factor de dispersión de un virus, conocido como "K", que captura ese rango y, por lo tanto, también el potencial de eventos de superación".
Explicó Cingolani sobre el estudio: "Cuanto menor sea el número de casos de infección responsables de todas las transmisiones, generalmente menor es el factor K ; aunque no hay que peder de vista otros factores, como el R0, que también es relevante. En el caso del SARS-CoV-2, crece la evidencia de que los positivos llamados “supercontagiosos” representan un factor enormemente significativo de transmisión del virus.
Adam y Cowling precisaron en su estudio : “Tomemos como ejemplo a Hong Kong, que al 2 de junio pasado tenía 1,088 casos confirmados o probables -y cuatro muertes -, para una población de aproximadamente 7.5 millones de habitantes. La ciudad ha logrado suprimir en gran medida los brotes locales de COVID-19 ; sin un bloqueo u órdenes generales obligatorias de quedarse en casa, favoreciendo en su lugar una estrategia de evaluar a las personas sospechosas de estar infectadas, rastrear y poner en cuarentena sus contactos y aislar los casos confirmados en el hospital - junto con prohibiciones directas u otras restricciones en grandes reuniones sociales.
En el estudio de Adam y Cowling, solo el 20 por ciento de los casos, todos ellos relacionados con reuniones sociales, representaron un sorprendente 80 por ciento de las transmisiones. (Eso, junto con otras cosas, sugiere que el factor de dispersión, K, del SARS-CoV-2 es de aproximadamente 0,45).
Otro 10 por ciento de los casos representaron el 20 por ciento restante de las transmisiones, con cada una de estas personas infectadas en promedio propagando el virus a solo otra persona, tal vez dos personas. Esto ocurrió principalmente en los hogares. No menos sorprendente fue este corolario: el setenta por ciento de las personas infectadas no transmitió el virus a nadie.
Continuó Cingolani a Infobae: “Si pudiéramos caricaturizar a los pacientes supercontagiosos, ellos hablan mucho y fuerte, dos razones que provocan que se propaguen gran cantidad de microgotas a sus interlocutores, generando muchos contagios (gotas de Flügge). Estas personas se mueven entre distintos ámbitos, como por ejemplo trabajadores que se desempeñan en varios lugares…o personas que salen de bar en bar . ¿Cuál es hoy una medida eficaz para detener el contagio por SARS-CoV-2?, se preguntó en voz alta Cingolani- “Una medida simple y disponible hasta hoy es evitar los lugares cerrados, sobre todo usar máscara y hacer hincapié en eliminar las costumbres sociales de compartir el mate, besos y los abrazos. Y qué hacer con los llamados supercontagiosos, epidemiológicamente hablando: aislarlos”, precisó.
“No es una cuestión de ricos o de pobres a quien ataca más el virus, sino de las condiciones socioambientales de cómo viven las familias y los vecinos.. Por supuesto que hay mayor hacinamiento en barrios pobres, y esto facilita la transmisión, pero también puede ocurrir en barrios cerrados de gente pudiente, si estos no respetan el distanciamiento”.
“En el caso argentino en este momento de la pandemia no debe haber movilidad en los barrios populares, habría que limitar la circulación, hacer testeos y actuar acorde a los resultados en forma inteligente. No se trata de vulnerar derechos, sino de proteger a los que no están infectados y detener la circulación del virus. Lo que hay que considerar frente la estacionalidad de Argentina es que el virus podría esparcirse más ante las temperaturas más bajas”, se explayó Cingolani.
“Durante el invierno es más fácil llevar a cabo las medidas de distanciamiento social. En cambio, en Estados Unidos, con la llegada del verano, la gente salió mucho más y se perdieron las medidas de distanciamiento. Esto ha llevado a que en EEUU la curva de casos sigue siendo “en meseta”, en lugar de caer, como en los países europeos”.
¿Vendrá la segunda ola?
Consultado Cingolani sobre qué teoría avala alrededor del coronavirus: si considera que el virus desaparecerá luego de 7 meses como sostienen científicos israelíes o si se apagará solo como ocurrió con SARS1 y MERS. El científico decide no elegir ninguna opción. “Prefiero teorizar sobre por qué aún no ocurrió esa famosa “segunda ola”, que tanto se espera en el mundo en general. Y yo lo vinculo a la memoria inmunológica de un individuo: se vio que gente que nunca estuvo expuesta al COVID-19 posee inmunidad de memoria. Es decir que el desarrollo de defensas frente a otras enfermedades (como la neumonía o resfríos) pueden a su vez servir de defensas contra ciertas proteínas del virus”, concluyó .
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